23 de diciembre de 2009

Jardín infantil



Los desafíos de la primera separación



Dejar al hijo al cuidado de un tercero por primera vez, es un proceso cargado de incertidumbre y ansiedad para los niños y sus padres. Una etapa inevitable, pero natural en el desarrollo de todas las personas y familias. La adecuada anticipación y ciertos cuidados permitirán que el ingreso al jardín infantil, por ejemplo, no sólo fluya sin mayores contratiempos, sino que se convierta en una experiencia exitosa y motivadora para los niños.
    Ansiedad. Si la pudiéramos medir en algunos momentos de nuestras vidas, cuántas sorpresas nos llevaríamos. Algunas veces nos olvidamos de cómo fuimos cuando niños o lo que sentimos en determinadas situaciones. Sin duda, como padres, un momento de ansiedad importante se vive cuando por primera vez nos toca separarnos de los hijos. Existe un hito importante, cuando llega el momento de mandarlos al jardín infantil. “Mandarlos”, podemos decir desde la perspectiva de los padres; “Ir al jardín infantil”, desde el punto de vista de los niños. En ambos casos, sube el nivel de adrenalina, tanto para padres como para hijos.
    ¿Llorará? ¿Va a desconocer? ¿Echará de menos? ¿Va a estar bien? Inquietudes normales cuando un hijo se integra a un sistema educativo preescolar. Para el niño, en tanto, implica enfrentarse a una nueva situación que no logra dimensionar ni imaginar. Le han contado que es bueno, que se divertirá y hará nuevos amigos, que ahora es “grande”, por lo tanto, un nuevo motivo de orgullo. Pero, pese a todas las advertencias y palabras de ánimo por parte de los adultos, es inevitable que, llegado el día, variadas manifestaciones nos recuerden lo difícil que es para él soltar esa mano a la que está acostumbrado, y entregarse con confianza a la nueva experiencia.
    Algunos entran tiesos, mudos, medio paralizados a su nuevo jardín infantil. Otros, haciendo puchero. Varios son los que, no pudiendo evitarlo, sueltan el llanto, contagiando a los que hasta entonces intentaban, estoicos. mantener el control. Se presentan casos que requieren mayor atención por parte de las tías, porque simplemente no sueltan la pierna de su papá o mamá. No es casual, entonces, que los jardines se preparen para enfrentar esta situación con jornadas planificadas especialmente para el proceso de adaptación de los niños: rutinas más cortas y cautivadoras, buscando no sólo atraer a los nuevos alumnos, sino dejarlos con deseos de volver, confiados y tranquilos.
    Si bien para la gran mayoría, entrar al colegio o al jardín infantil les produce cierta ansiedad, en niños adoptados es esperable que ésta sea mayor, dependiendo de la edad y las experiencias que les haya tocado vivir; lo que implica acostumbrarse a un nuevo sistema de cuidado, haber vivido muchos cambios en su corta vida o una recientemente incorporación a su nueva familia.
    Si bien la literatura internacional trata en profundidad el tema, es necesario recordar que las recomendaciones para estos casos apuntan a estrategias utilizadas en niños mayores, quienes son adoptados comúnmente por extranjeros. En estos casos, se sugiere bajar los niveles de ansiedad anticipándose al cambio, conversando con el niño de manera abierta, simple y positiva, explicando los cambios, pero recordando también todo lo que permanecerá igual. “Nos vamos a levantar más temprano, pero seguiremos tomando desayuno juntos”, por ejemplo.
    Es recomendable no sólo hablar de cómo será la nueva rutina, con las modificaciones y aquellas cosas que se mantendrán inalterables, sino también ser consistentes con ella, manteniendo la organización y estructura para que el niño entienda y sienta que su hogar tiene una base sólida y permanente.

    Separación y etapas del niño
    ¿Cómo viven la separación los niños de acuerdo a su edad? La ansiedad de los niños por la separación de sus padres depende de las experiencias anteriores, además de su rutina y ambiente actuales. Y, por supuesto, cómo sea manejada la situación por los adultos.
    Lo habitual es que las guaguas menores de 8 meses se adapten sin mayores sobresaltos a nuevos cuidadores o lugares, pero ese niño o niña podría ser más tímida si la persona que la ha cuidado es siempre la misma y no está muy acostumbrada a rodearse de otras personas.
    Entre los ocho y doce meses de edad, el niño se puede mostrar ansioso ante personas o situaciones que no son conocidas para él y, en muchas ocasiones, no le gusta perder de vista a su madre. Pero lejos de representar un problema, esto resulta un buen signo, deseable en la adopción, ya que refleja la capacidad de distinguir entre los familiares o cercanos y desconocidos, evidenciando el establecimiento de vínculos sólidos con sus padres.
    Si bien entre el año y los dos años de vida los niños se van mostrando cada vez más independientes, ávidos de explorar el mundo, también pueden mostrarse cada vez menos dispuestos a dejar a su madre. Desde el punto de vista de su desarrollo, ya tienen noción del concepto de objeto de permanencia, proyectado en su mamá, pero no tienen clara conciencia del transcurso del tiempo, por lo que carecen de la certeza de que ella volverá, luego de haberla dejado, a la vez que tampoco son capaces de dimensionar más o menos cuándo sucederá eso. Es así que resulta normal y esperable que el niño se muestre muy apegado y llore cuando su madre lo deja en el jardín.
    A partir de los tres años, los niños se vuelven cada vez más independientes y su desarrollo cognitivo les permite entender mejor los cambios, así como manifestar dudas, miedos o aprensiones.
    Hay numerosas estrategias que permiten vivir este hito de una manera más fácil y tranquila, tanto para los padres como para los hijos. Entonces, si llegó el momento de llevarlo al jardín infantil, es bueno tener en cuenta las siguientes recomendaciones:

    • Si es posible planificarlo, se sugiere no realizar un cambio de este tipo, con nuevos cuidadores o ingresarlo a una sala cuna, cuando tiene entre ocho meses y un año de edad, debido a que, por etapa evolutiva, se encuentran más expuestos a altos niveles de ansiedad de separación.
    • No dejar al niño si no se siente bien, está cansado, hambriento o especialmente inquieto.
    • Puede ser útil empezar a practicar la separación de manera muy gradual, anticipada y en un entorno tranquilo, armónico y protegido, que brinde cierta seguridad al niño. Si va a tener una nueva nana, por ejemplo, es bueno que pase tiempo con él en presencia de la madre, antes de dejarlos solos por completo.
    • La calma y consistencia son herramientas eficaces para los padres en diversas situaciones. También en ésta: Un ritual de despedida grato, amoroso, breve, pero firme, mostrando confianza y confirmando el regreso, de una manera que le pueda ayudar al niño a calcular el retorno, lo dejará más tranquilo. Por ejemplo: “Te amo mucho, ahora me voy porque debo ir a la oficina, pero cuando ya estés con pijama voy a volver y regalonearemos”.
    • El anunciar la salida debe significar exactamente eso, que uno se va. Devolverse y eternizar la despedida no sólo dificulta la separación, sino también confunde al niño y le transmite inseguridad y ansiedad.

    Es bueno tener presente que para los padres éste también es un proceso de ajuste y aprendizaje. Lo importante es mantener la calma y demostrar la incondicionalidad del cariño. Ésta es una etapa normal en el desarrollo de los niños que, como otras, se superará. Aunque no lo crea, a más de un padre le ha tocado no sólo sobrellevar esta experiencia de manera exitosa, sino despertarse más de algún fin de semana, a primera hora de la mañana, con su hijo a los pies de la cama y la mochila en los hombros: “Papá, ¿me llevas al jardín?”.

    El Día D
    El primer día de clases es la prueba de fuego y, como tal, es bueno enfrentarla con un buen set de herramientas a mano:

    • Mantenga la calma, aunque le cueste y sienta, ante el primer puchero, un nudo en la garganta. No olvide que los nervios, así como la calma, se transmite y contagia.
    • Identifique rápidamente alguna actividad en la sala de clases que le guste a su hijo y capte su atención, invitándolo a jugar.
    • Haga funcionar su radar con rapidez e identifique alguna segunda actividad o juguete que pueda resultarle atractivo al niño. Esto lo dejará entusiasmado y con su concentración enfocada en su nuevo jardín infantil.
    • A la hora de retirarse, hágalo con rapidez. Sea cariñoso, breve y recuérdele que se verán más tarde. Despídase siempre, por más ganas que le den, no salga oculto ni arrancando.
    • Es muy posible que el niño quiera llevar al jardín algún objeto que le dé seguridad, como su tuto o peluche regalón. Hable con la tía a cargo del nivel para que el niño pueda llevarlo y supervise un adecuado manejo (guardarlo en su mochila o evitar que se extravíe, por ejemplo).
    • Cuando lo vaya a buscar o llegue a casa, recíbalo cariñoso, pero evite mostrarse excesivamente ansioso. De esta manera le estará dando un tono de normalidad a la experiencia vivida.
    • Si el niño se muestra interesado en algún nuevo amigo, anímelo e incentive estos nuevos lazos, vea la posibilidad de coordinar encuentros fuera del jardín, como en la plaza o invitaciones con los padres. Estrechará vínculos, avanzará en su proceso de socialización y se motivará a asistir a clases.

    Señales de Alerta
    ¿Cómo se puede identificar si se está produciendo un problema mayor que amerita atención especial? Es posible que el niño experimente un problema más severo que requiera la supervisión de un especialista. Se debe estar atento a:

    • Síntomas como náuseas, vómitos, respiración entrecortada o, derechamente, ataques de pánico, antes de que sus padres lo dejen en el jardín.
    • Pesadillas respecto de la separación.
    • Miedo a dormir solo.
    • Preocupación excesiva a perderse, ser víctima de un secuestro o ir a otros lugares sin sus padres.
Cita normas A.P.A.:
Siredey, Verónica y Orellana, Pía (2009) Jardín Infantil. Los desafíos de la primera separaciónAdopción y Familia, 3, 18-20.
URL Abreviada: http://numrl.com/jin03

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