9 de agosto de 2010

Boris Cyrulnik


“El proceso de resiliencia dura toda la vida”
El psiquiatra francés, en su paso por Chile, recordó que la resiliencia es un proceso que acompaña a las personas durante toda su vida y en el cual influyen factores tanto genéticos como ambientales, permitiendo lograr desarrollos distintos y, muchas veces, sorprendentes.
    Neurólogo, psiquiatra, psicoanalista, etólogo francés y autor de “Los patitos feos” y “El amor que nos cura”, entre muchos otros títulos, Boris Cyrulnik se ha ganado un prestigioso reconocimiento como experto, que lo ha llevado ni más ni menos a ser conocido como “el padre de la resiliencia”. Es conocido también por su historia personal, que es ejemplo vivo del tema de su trabajo. Hijo de una familia judía cuyos padres murieron durante la Segunda Guerra Mundial en un campo de concentración, vivió en hogares de acogida, lo que no sólo lo obligó a superar situaciones de extrema adversidad, sino que lo motivaron a convertirse en el prestigioso psiquiatra que hoy recorre el mundo compartiendo sus conocimientos y entregando un mensaje esperanzador.
    Cálido y sencillo, se expresa despacio disculpándose por su inglés afrancesado, pero sus palabras evidencian un cuantioso conocimiento y experiencia sobre lo que habla.
    Cuando se le pregunta si la resiliencia es una capacidad o habilidad con la que todos los seres humanos nacemos o si se desarrolla en el tiempo, es categórico en afirmar: “ni la una, ni la otra”. Y agrega que todas las personas pueden empezar de nuevo, en distintas áreas de desarrollo. “Cuando eres herido, aún cuando te mantienes herido y todavía no hay resiliencia, tienes la posibilidad de empezar de nuevo en algún tipo de desarrollo. Esa es la definición de resiliencia, un proceso biológico, psicológico y socio-cultural de empezar de nuevo”. Y es ahí cuando un desarrollo distinto empieza a aparecer.

    ¿De qué depende que algunas personas puedan vivir este proceso de resiliencia y otras definitivamente no?
    “Depende absolutamente de la transacción o negociación entre lo que eres y lo que te rodea. Es un proceso independiente de si eres hija o hijo de padres biológicos, de acogida o tuviste la experiencia de vivir con padres adoptivos o en instituciones”.
    Cyrulnik considera que son varios los factores que permiten la resiliencia. Algunos son biológicos. “Podemos ver que algunos de nosotros somos muy sensibles, otros hipersensibles, porque nuestra genética es determinante en la producción de serotonina o simplemente de no suficiente serotonina. Éste es un neurotransmisor que nos hace más resistentes y nos permite enfrentar los obstáculos con mayor tranquilidad. Si le hablo muy fuerte a quienes por su condición genética producen menos serotonina, lo más probable es que se traumaticen. Un simple comportamiento puede traumatizarlos, en cambio el 85% de nosotros somos altos productores de serotonina y no nos estresaremos o traumatizaremos tan fácilmente”; explica.
    Sin embargo, agrega que existe un factor aún más importante y es la epigenética, que surge de las influencias genéticas y ambientales. “Si una madre durante su embarazo estuvo sometida a fuerte estrés o sufrió algún trauma, su hijo será un niño temeroso. Ese es un factor epigenético”.
    Los datos estadísticos que existen al respecto, sostienen que el 65% cuenta con un nicho sensorial tranquilo que imprime en sus mentes un apego seguro. ”Cuando las guaguas tienen 10 meses y ya han establecido un apego seguro, serán bebés seguros. Si vienen extraños no mostrarán miedo, se comunicarán y esas guaguas harán de sus madres “buenas madres”, porque será un placer cuidar de ellos. Pero hay niños que no establecerán ese apego seguro. El 20% serán niños evitantes, serán temerosos y desconfiados con las personas, e incluso pueden ser incapaces de mostrar cariño. El 50% de esos niños a los 10 meses serán ambivalentes: ‘Me gusta mi madre o familia de acogida, pero necesito que estén aquí conmigo y si se van, tendré miedo y si ella vuelve estaré feliz y hasta la morderé o golpearé, porque me hizo sufrir cuando se fue’. No logramos de leer la mente de esos niños y entender lo que quieren. Estos niños no son capaces de hablar, de comportarse consistentemente y no puedo entender lo que quieren o necesitan. Para ellos no seré una buena madre o padre porque no puedo leer sus necesidades”, ejemplifica.
    El proceso de resiliencia funciona entonces cuando los niños han tenido apego seguro. “Cuando el trauma sucede y los niños que han tenido apego seguro son heridos, serán niños más fáciles de cuidar, porque hablan, son receptivos, se comunican y, por lo tanto, son más fáciles de amar”.

    ¿Qué sean niños capaces de buscar ayuda marca la diferencia?
    “Absolutamente, pueden hacer requerimientos y por esto son más fáciles de ayudar. Por el contrario, los que no establecieron apego seguro son difíciles de ayudar, porque son temerosos, silenciosos o incluso se mostrarán agresivos con quienes les están tratando de dar una mano. En el primer caso, será un buen factor para la resiliencia. En términos estadísticos, dos de cada tres niños que han sido heridos son fáciles de ayudar, pero un caso de cada tres será difícil de ayudar y la resiliencia será más difícil”.

    ¿Los primeros meses de vida determinan el surgimiento de la resiliencia?
    “El proceso de resiliencia dura toda la vida, siendo niño, joven, adulto y anciano. Al ser herido o traumatizado esto influye en la mente, memoria y en la representación de sí mismo. Algunas veces los adultos detienen o interrumpen el proceso de resiliencia a través de sus reacciones, al no ser capaz de entender o de ayudar, e incluso al hacer exactamente lo que no debía. Y al convertirse en una persona mayor se acuerda de cuando era niño y fue abusado o herido. Sin embargo, a veces el desarrollo puede ser realmente bueno, éste es una negociación constante entre la genética y lo que te rodeó. Es una negociación que empieza y dura toda la vida. Además, no significa empezar siempre en la misma área de desarrollo”.
    Y Cyrulnik recuerda un muy buen ejemplo de resiliencia: Elie Wiesel, escritor húngaro de nacionalidad rumana superviviente de los campos de concentración nazis; dedicado toda su vida a escribir y a hablar sobre los horrores del Holocausto, con la firme intención de evitar que se repita, y galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
    “Lo conocí para su cumpleaños número 80. En esa reunión contó que a los 14 años perdió a su familia, pero él pudo sobrevivir. Llegó a Francia, aprendió francés, estudió en la Sorbona, pero siempre su principal motivación era lo que le había pasado a su país y a su familia. Esto lo llevó a convertirse en periodista, luego en escritor. Más tarde, en 1986, ganó el premio Nobel de la Paz y después se convirtió en profesor universitario en Nueva York. Él nos dijo: ‘Pude sobrevivir, aprender a manejar mi vida, formar una familia, tener hijos y tengo un montón de amigos. Si me hubiese quedado en Sighet, probablemente hubiese hecho el mismo trabajo que mi padre. Pero por la Segunda Guerra Mundial me convertí en escritor, en Premio Nobel y profesor universitario en Estados Unidos’. Es otro tipo de desarrollo y un muy buen desarrollo. Sin embargo, Elie Wiesel nos confesó también que aún tiene pesadillas relacionadas con su niñez. ‘Tengo 80 años –nos dijo-, y muy a menudo tengo una pesadilla relacionada con la muerte de mi padre, que murió en mis brazos. Cuando él murió un amigo me dijo: ¿no ves que tu padre ha muerto y tiene un pedazo de pan en su mano? Tú deberías tomar ese pan y comerlo. Sesenta y seis años después todavía tengo la pesadilla de que maté a mi padre tomando su pan”.

    ¿No hay manera de olvidar el trauma, siempre quedará ahí?
    “Es imposible de olvidar y no seria bueno tampoco. Lo mejor es hacer algo respecto de ese trauma. Por ejemplo, si una mujer es violada, una buena alternativa es integrarse a una asociación que ayude en este problema. Es posible comprometerse con estas causas e intentar ayudar a las personas que han sufrido heridas similares”.

    ¿Cómo pueden ayudar los padres, cuando los niños llegan a edades o etapas de mayor vulnerabilidad, como la adolescencia, por ejemplo?
    “La mejor respuesta es empatía. Tratar de entender lo que está en su mente, no en la mía. Y cuidado, no es lo mismo que simpatía, que si tú te pones a llorar, yo voy a llorar contigo. Se trata de intentar entender por qué estás llorando. Estoy pensando en lo que tú estás pensando. Como padre tengo que imaginar qué es lo que está en la mente de mi hijo, no sólo en la mía. Es una transacción entre mi mente y la del niño. Recuerdo una joven que dio a luz a una hermosa niña. Antes de esa niña, esta joven madre había tenido a un niño con un solo brazo y ella se había esforzado mucho cuidándolo, le había dado tanta atención, que ese niño estaba muy bien. Luego tuvo a esta niña muy sana y cada vez que lloraba, la madre interpretaba de la siguiente manera: ‘no llores, por qué lloras tú que eres una niña sana, él tiene derecho a llorar, tú no. Tú tienes suerte, él no la tuvo’. Entonces, el nicho sensorial de ambos niños era totalmente diferente. El del niño era muy bueno y se desarrolló muy bien, pero la niña era rechazada y se convirtió en una niña herida”.

    Respecto de la revelación ¿Afecta el proceso de resiliencia el cómo y cuándo hacerla?
    “Mientras antes, mejor. Antes de la adopción los padres deben prepararse mentalmente respecto de lo que dirán, y resolverlo como uno más de los problemas cotidianos. Decir por ejemplo: ‘te amo y tú eres mi hijo adoptado. Te amo incluso desde antes de adoptarte y te estaba imaginando, tratando de adivinar cómo serías. Tú eres un sueño para mí, yo ansiaba tener un niño como tú y no soy tu madre biológica, pero soy tu mamá y estoy contigo todos los días’. Los niños a partir de los primeros 20 meses aprenden a hablar, pero antes de eso los niños son capaces de entender muchas de cosas, como cuándo la madre está enojada, los quiere acariciar o quiere jugar. Es capaz de entender, porque es capaz de leer cada seña del cuerpo de su madre. Entonces te preparas mentalmente y de manera adecuada respecto de que ese niño es tu hijo, que lo adoptaste porque lo amabas y lo querías tener. Si lo piensas y te preparas adecuadamente antes que el niño empiece a entender el lenguaje de las palabras incluso, él entenderá y captará muy bien esta realidad”.


    Cita normas A.P.A.:
    Siredey, Verónica y Orellana, Pía (2010). Boris Cyrulnik.El proceso de resiliencia dura toda la vida.  Adopción y Familia, 5, 40-43.

    URL Abreviada: http://numrl.com/bcy05

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