9 de agosto de 2010

Buen Trato


Círculo virtuoso:
Cuando uno es bien tratado, 
trata bien a los otros


El buen trato en la familia, sobre todo en la relación entre padres e hijos desde un primer momento, no sólo permite crear individuos saludables en el más amplio sentido de la palabra, sino impactar de manera positiva en la construcción de una sociedad más amable y menos agresiva. En este artículo revisamos la importancia del buen trato y los pilares fundamentales que lo sustentan: las competencias parentales.
    Lo que podría sonar como una verdad de Perogrullo, al parecer no lo es tanto. Se supone que uno debe tratar bien a los hijos: criarlos, educarlos, cuidarlos. Pero ¿qué es el buen trato? ¿Acaso es tratarlos cariñosamente? ¿Derechamente no pegarles? ¿Estamos entendiendo bien el concepto o en algún punto del camino nos perdimos una cuota de información importante? Algo ha sucedido en nuestra sociedad, que el “buen trato” trascendió más allá de las barreras del criterio personal y se ha instalado en los estudios de psicología infantil, con el fin de protegerlo, promoverlo y asegurarlo.
    Si indagamos un poco más, resulta que la noción de buen trato en la niñez tiene fundamentos y consecuencias profundas en la formación de la persona y su relación con el resto de la sociedad. Simplemente es básico, fundamental y definitorio. Y tiene sus aristas. En la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile existe el Centro de Estudios y Promoción de Buen Trato, y también es posible encontrar este concepto dentro de las políticas de instituciones gubernamentales ligadas a la infancia, como Junji e Integra.
    Pero, ¿cómo nace este concepto? Cuando se habla de “buen trato”, necesariamente hay que referirlo a “mal trato”. En términos generales, éste último es claramente identificable cuando es de hecho o psicológico, sin embargo, un tipo de maltrato solapado que no debe ser pasado por alto, pero que no siempre es tan evidente y, por lo tanto suele resultar invisible, es la negligencia en el cuidado de los niños. Por esto, aparece menos en el discurso cuando se habla de maltrato, aunque sus consecuencias negativas son profundas.
    Hablar de negligencia hace referencia a cuando ese niño no recibe estimulación, no sólo desde el punto de vista cognitivo, sino también desde una base afectiva, que permite crear vínculos y donde áreas importantes de su desarrollo se asientan. Porque Los niños aprenden para alguien. Como cuando hacen una gracia y a uno lo buscan con la mirada, con su carita como esperando algún tipo de respuesta o aprobación.

    Los efectos de la negligencia como padres
    Desde el Centro de Buen Trato de la UC, la psicóloga infantil Ana María Arón, refiere que cuando existe negligencia no hay estimulación de desarrollo afectivo. Y ahí se está produciendo un maltrato evidente. El desarrollo afectivo es interrelacional, es de dos vías, donde se crea el espacio de la intersubjetividad. Es el tercer planeta, como lo llamó Maurizio Andolfi, terapeuta familiar y neuropsiquiatra infantil italiano. En palabras bien simples, es ese espacio único que se produce en la relación de dos personas. Cuando no hay desarrollo de ese espacio, se produce un retraso importante en otras áreas. Esto, desde la primera mirada, la sonrisa, quizás antes incluso.
    No hay que desconocer, entonces, que en este camino de ida y vuelta, el regreso es muy importante. En el caso del cuidador, por ejemplo, la energía que requiere la atención y cuidado de un niño es tanta, que prácticamente no sería posible si la gratificación no fuese también muy grande. La capacidad de vincularse está escrita en la biología de la especie humana. La cría humana no puede vivir sola, nace y es dependiente por un buen tiempo.
    De este modo, si pensamos en una definición para el concepto de buen trato, llegamos a la conclusión que es, por un lado, ausencia de maltrato y, por otro, la creación y mantención del ejercicio afectivo.
    La vinculación tiene que ver también con los cuidados físicos que se le da a los niños: alimentarlos, bañarlos, vestirlos. Y muchos padres tienen dificultades para vincularse, porque en su educación no fueron involucrados en estas tareas que a simple vista podrían sonar banales, domésticas y tradicionalmente propias de las mujeres.
    Arón refiere que hace tiempo se pensaba que la educación se sustentaba en el autoritarismo. Se creía que los niños no eran personas, se los cosificaba. Cuando a los niños se les trata como cosas, las emociones no importan mucho. Se basaba en la idea que todo lo que le pase al niño es transitorio. “Se le pasará”, es la frase típica. Y eso llevó a muchos malos tratos en la infancia, como padres éramos descuidados y negligentes. Durante mucho tiempo no se les consideraba, por ejemplo, en las crisis familiares. No se atendían sus sentimientos de rabia o de tristeza. Muchos adultos recuerdan claramente que cuando tenían una pataleta, los metían a la ducha.
    El maltrato es también, entonces, no dar el espacio para entender que el niño está sufriendo. No solamente se pensaba que no se veían afectados, como los adultos, sino que se creía que la mejor estrategia para educar era enderezarlos a como dé lugar.
    Buen Trato es ver y escuchar a los niños. Esto no significa que hay que dejarlos hacer cualquier cosa. Ponerles límites es una manera de verlos también y aplicar el buen trato. Definitivamente dejarlo hacer lo que quiera, es negligencia. La importancia del buen trato radica en el círculo virtuoso que genera. Cuando uno es bien tratado, trata bien a los otros, sustentando las bases para el desarrollo de una sociedad respetuosa de sus integrantes.
    En este sentido, se realizó un estudio a integrantes de la temida barra brava inglesa Hooligans, que fue revelador: el 90 por ciento había sido maltratado cuando pequeños. Los modales se aprenden. No significa que todos van a repetir el modelo, pero en el ámbito familiar es donde uno adquiere patrones de conducta y cómo resolver conflictos.

    Los pilares fundamentales de las competencias parentales
    El buen trato se sostiene en cuatro pilares fundamentales, que los expertos llaman competencias parentales y que se pueden resumir en los siguientes conceptos: Apego, empatía, modelo de crianza y capacidad de buscar ayuda en redes de apoyo.
    Cuando se habla de la capacidad de apego con los hijos, depende necesariamente de los modelos de apego que tuvieron los padres en su propia infancia. Éstos no sólo sirvieron para desarrollarla, sino que permite también aprender a tratar bien a los hijos y, con ello, ayudarlos a desplegar su propia capacidad para apegarse. De este modo, es una cadena que se construye de una generación a otra.
    La empatía, en tanto, está relacionada con la capacidad para atender a las necesidades del niño al ponerse en su lugar, poder ver desde su perspectiva, y por supuesto, tiene mucho que ver con el nivel de apego que se tenga con él. Se aprende con el apego a empatizar y sintonizar con sus necesidades. Esto, teniendo mucho cuidado de no irse al extremo de intoxicar a los hijos. Es más, se piensa actualmente que las dificultades de concentración se relacionan con el maltrato o con este exceso de atención. Estudios recientes han demostrado que cuando las guaguas son intoxicadas, como cuando tienen a muchas personas encima haciéndole gracias, evitan hacer contacto visual con ellas y fijan la vista en un punto neutral, como mecanismo de defensa, ante tanto agobio y sobreestimulación. “En este punto lo importante es saber identificar sus necesidades, de manera de poder responder de forma oportuna. Darles lo que realmente necesitan, si lloran de hambre, no correr a abrigarlos, por ejemplo” dice Arón.
    El tercer pilar se refiere a la capacidad que tienen los padres de aplicar modelos de crianza apropiados, que conjuguen adecuadamente, no sólo la entrega de cariño, sino también temas tan importantes como el establecimiento de límites y hábitos. Y al hablar de modelo de crianza, esto se refiere concretamente a cómo fuimos criados, eso es lo que aprendemos y tendemos a replicar con nuestros hijos.
    Para entender el cuarto pilar podemos recurrir a la frase: “Hace falta una tribu entera para criar un niño”. Esto, porque todos en algún momento de nuestras vidas, por circunstancias especiales y temporales, hemos sido incompetentes como padres. Viajes, crisis familiares, enfermedades, pueden ser sólo algunas de las situaciones que se presentan en la vida y que requieren de un ajuste y reorganización al interior de las familias. Este pilar se refiere, entonces, a la capacidad de pedir ayuda cuando los padres la necesitan y utilizar las redes sociales y comunitarias de apoyo existentes, que pueden dar una mano ante una necesidad determinada. Desde esta perspectiva, es posible entender la adopción como la existencia de una comunidad establecida y organizada, que ofrece ayuda cuando los progenitores no pueden hacerse cargo de sus hijos.
    Cuando hay deficiencias en algunos de los pilares, existen soluciones. En el caso de que se presenten fallas en los modelos de crianza de los padres, malos modelos o carencia de éstos, es posible recurrir a las escuelas de padres que ofrece la comunidad. Si el problema es de apego o empatía, se puede trabajar a través de terapias personales.
    El vínculo que se establece entre padres e hijos es social. Estamos predispuestos a sentirlo, porque está escrito en nuestro ADN y es lo que finalmente permite mantener y asegurar la supervivencia de la especie humana. Este tercer planeta, volviendo al término acuñado por Andolfi, es fundamentalmente social.

    La paternidad adoptivaEn el caso de los padres adoptivos, Arón definitivamente cree que están en igualdad de condiciones respecto de los biológicos. Lo que puede interferir a la hora de poner límites, es la aprensión que ellos puedan tener a que la lectura en sus hijos sea la de no ser queridos o simplemente rechazados en algún momento, tomando en cuenta que los niños adoptados tienen una historia previa de características particulares. Pero también los padres suelen verse interferidos por un temor a que el niño los deje de querer, porque para un padre no hay nada peor que perder el cariño de un hijo.


    Cita normas A.P.A.:
    Siredey, Verónica y Orellana, Pía (2010).Buen tratoCírculo virtuoso: Cuando uno es bien tratado, trata bien a los otrosAdopción y Familia, 4, 4-6

    URL Abreviada: http://numrl.com/btr04

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