22 de diciembre de 2010

Fernanda, 17 años


Orgullosa de ser hija adoptiva
Motivadas por la idea de ayudar a eliminar prejuicios en torno a la adopción, Fernanda, una joven de 17 años e hija adoptiva, y su madre nos cuentan de su experiencia de adopción y del camino recorrido, en el que se ha sentido orgullosa de ser adoptada, pero a la vez, ha debido enfrentar en su entorno la falta de conocimiento respecto del tema.
    Fernanda está a punto de cumplir 18 años y como la gran mayoría de los jóvenes de su edad, por estas fechas se está preparando para dar la PSU. Dice no estar nerviosa, es buena alumna, responsable y eso se refleja en las buenas notas que tiene. Sin embargo, decidió hacer una pausa en medio de su rutina para abrirnos las puertas de su casa y de su intimidad, para conversar de un tema mucho menos público: su experiencia como hija adoptiva.
    Nos recibe en su casa de Lo Barnechea junto a su madre. Su pelo largo, moreno y liso contrasta con el rubio de su mamá. Las diferencias físicas que en un primer momento saltan a la vista, pronto se diluyen y funden en un conjunto de gestos, miradas y expresiones que no sólo demuestran un fuerte vínculo, buena comunicación y relación cariñosa, sino también un sello que ellas revelan es familiar: afectuosas, demostrativas, alegres y muy expresivas.
    El diálogo se inicia y Fernanda sorprende. Generosa y abierta se sumerge en el tema a lo largo de la conversación con facilidad y destreza. A ratos se muestra clara, muy directa y simple. Otras, emocionada y muy profunda. Pese a que en varias ocasiones demuestra que son sus fibras más sensibles las que se están expresando, concluye en más de una ocasión que la adopción finalmente es un dato más en el universo que es cada persona; y que ojalá el resto de la comunidad así lo entendiera y asumiera.
    ¿Te sentiste alguna vez discriminada?
    “Lo sentí una vez cuando chica. Estaba en segundo o tercero básico. No me acuerdo si había comentado que era adoptada. Mis amigos estaban jugando y les pregunté si podía jugar, pero ellos me respondieron que no, que mis papás me habían dejado por algo, que yo era diferente y que por eso no podía pertenecer a su grupo de amigos”.
    Pero eso es muy fuerte…
    “A mí me marcó mucho. Me acuerdo que me puse a llorar. Lo sentí como un encuentro fuerte con el bullying. Pero se me pasó todo cuando llegué a la casa, me recibió mi mamá y con eso ya me tranquilicé. Después me di cuenta que lo que había pasado no importaba y que podía jugar con otros amigos”.
    Su mamá, que en ese momento entra para integrarse a la conversación abre los ojos sorprendida. Se nota que recién en ese momento se está enterando de ese hecho ocurrido hace tiempo y que hirió tanto a su hija. “¡Pero cómo no me contaste! Me acuerdo que un día llegaste del colegio y algo había pasado con unos compañeros, pero nunca me explicaste lo que sucedió”, le recrimina. Y Fernanda de inmediato la tranquiliza: “No me acuerdo si te dijo o no. Parece que no te dije, pero lo que sí me acuerdo es que llegué a la casa, estabas tú y me tranquilicé altiro. Verte me calmó y me dio a entender que no me importaba lo que dijera el resto, porque yo estaba feliz contigo“.
    Esa experiencia y esos niños pronto quedaron atrás para Fernanda. Se cambió de colegio, pero no por ese motivo, sino porque le quedaba muy lejos. Recuerda que cuando llegó al nuevo establecimiento le tocó experimentar la curiosidad del resto. “Nunca me sentí o fui discriminada por esos compañeros. Al contrario, lo que sentí es que les interesaba saber”, explica.
    ¿En algún momento te molestó su curiosidad?
    “No, para nada. Me ayudaba a reforzar mi opinión y a meditar el tema, en vez de evadirlo. Porque siempre está presente. Me ayudó a reflexionar mucho lo que significaba y mis amigos, cuando preguntaban, siempre era con la intención de saber, porque para ellos era raro”.
    Al poco tiempo de haberse integrado al nuevo curso Fernanda supo que una de sus compañeras también era adoptada, situación que jugó a su favor. “Nos hicimos amigas. Nos entendimos súper bien y si respecto del tema de la adopción a mí me faltaba decir algo, ella lo decía”.
    ¿Te incomodó en algún momento el tema?
    “Nunca me incomodó, porque soy muy abierta para hablar y las preguntas siempre me parecieron interesantes. Yo creo que esto me ayudó bastante. Incluso mis compañeros a veces opinaban también. En ese colegio no me sentí discriminada. Me di cuenta que mis compañeros querían entenderme. El tema, además, no surgía a cada rato. Como mucho sería un par de veces al año y era ahí cuando conversábamos”.
    ¿Tienes algún recuerdo de la primera vez que hiciste pública tu adopción a amigos o compañeros?
    “No me acuerdo cuando chica, pero cuando estaba más grande y me cambié a este nuevo colegio, como en sexto básico, en algún momento mi amiga comentó que era adoptada y ahí de inmediato yo dije: ‘¡yo también!’”.
    ¿Tú crees que por eso se hicieron tan buenas amigas?
    “Nos entendimos automáticamente, como que hubo conexión. Somos súper buenas amigas hasta el día de hoy. Yo creo que quizás no tanto por el hecho de que las dos somos adoptadas, sino porque nos llevamos bien. Y bueno, de todas maneras esto me ayudó a sentirme no tan sola en ese sentido”.
    Hoy Fernanda cursa cuarto medio en otro colegio y, como sucedió en las ocasiones anteriores, también vino un momento en que salió su condición de hija adoptiva a la luz. Y se ríe cuando lo recuerda. “Vinieron a mi casa y por supuesto se encontraron con mi mamá súper rubia y me preguntaron: ‘¿oye, porqué tu mamá es tan rubia y tú tienes el pelo tan oscuro?’”.
    Con toda la naturalidad del mundo y muerta de la risa dijo: “porque soy adoptada”, adivinando la que sería la primera reacción de sus compañeros. “Ah, claro…! Ya pos, ¿quién se tiñe el pelo?” “No, si es verdad”, les respondió ella.
    ¿Y cómo reaccionaron tus compañeros?
    “Al principio pensaron que estaba bromeando y no me creían, pero después fue un tema interesante para ellos, porque en mi curso no había nadie más adoptado. También me empezaron a preguntar y nunca tuve problemas con eso tampoco. No me sentí discriminada”.
    Respecto de tus primeros compañeros ¿Tú crees que esos comentarios discriminatorios nacieron de los propios niños o repitieron algo que escucharon en sus casas?
    “No creo. Yo creo que fue algo que nació de ellos, de pesados nomás, algo del minuto. De hecho, hasta el día de hoy, cuando me ven, me piden perdón. Me he topado con ellos en facebook y en el mall”.
    ¿Ellos todavía se acuerdan?
    “Sí, se acuerdan porque a mí me chocó demasiado en ese minuto. Entonces todavía les pesa y me piden perdón. A mí me dolió porque lo sentí como un golpe bajo. No entendía que no me pudiese integrar por algo que no pasaba por mí, por algo que yo no había hecho, sino que era un dato en mi vida del cual yo no había tenido ninguna responsabilidad”.
    Su mamá que había estado escuchando atenta y muy respetuosa, recién interviene: “Yo le decía cuando era chica que no tenía que andar con un letrero diciendo soy adoptada, que lo contara a quien tuviera confianza”.
    “Es que para mí era un orgullo. Yo decía: ‘es que a mí no me tuvieron, sino que me eligieron’ y por eso me sentía más especial. A mí me buscaron y me eligieron”, agrega.
    ¿Ud. le decía a Fernanda eso con frecuencia?
    Fernanda se adelanta y le contesta: “Tú, mamá, una vez me dijiste que yo era hija del corazón y a mí me quedó marcado. Yo me sentía tan orgullosa de eso”.
    ¿Recuerda cómo fueron manejando el tema?
    “Todo se fue dando de manera bastante natural. Desde que ella era muy chiquitita y aunque no entendiera nada, yo tenía la costumbre de leerle cuentos en la noche. Uno de esos era el cuento de Josefina (“Josefina, la historia de una adopción”. Unicef).
    Fernanda ¿Sentiste en algún momento que tenías que hacerles ciertas preguntas a tus padres?
    “Es que siempre lo tuve muy claro y desde muy chica. Siempre supe que era adoptada”.
    Su mamá, en tanto, recuerda que “como siempre estábamos leyendo este libro, cada año me preguntaba más cosas, se me ponen los pelos de punta de sólo acordarme, pero siempre fluyó muy natural el tema”.
    ¿Qué siente cuando se acuerda?
    “Vuelvo años atrás y la Fernanda nunca me deja de emocionar. Al principio, las únicas veces que me ponía triste era en los cumpleaños. La Ferni lo sabe, porque me acordaba de su mamá biológica y en esa fecha, y hasta el día de hoy, le agradezco. Me trato de contactar espiritualmente con ella para darle las gracias. Trato de transmitirle mi gratitud y comunicarle que ella está muy bien, en buenas manos, rodeada de mucho cariño”.
    Para ti, Fernanda ¿qué crees ha permitido que elabores bien tu adopción?
    “Lo que me ha ayudado mucho es la confianza y cercanía que tengo con mi mamá. Esto me facilitó mucho el tema. Lo podemos hablar con naturalidad, porque es un tema que ha sido tratado con confianza, desde siempre. Lo he hablado y he podido aclarar mis dudas con mis papás. Somos una familia súper unida y tenemos mucha confianza. Tengo compañeros que tienen mamás súper trabajólicas y ausentes. Pero mi mamá, en cambio, es una mamá súper presente, conectada con nosotros. Mis amigos la adoran porque a muchos les encantaría tener eso”.
    ¿Ayuda que sean una familia abierta, extrovertida?
    “Somos una familia abierta y extrovertida, pero cuidamos nuestra intimidad. Si yo le cuento a alguien es para que me entiendan y conozcan mejor”.

    “Los que más discriminan son los papás”
    ¿Cómo mamá cree que las diferencias físicas las han marcado mucho?
    “Creo que los que más discriminan son los papás. En el caso puntual de lo que le pasó a la Fernanda cuando chica, a diferencia de ella, no creo que el comentario haya surgido espontáneamente de los niños. Porque los niños son más limpios. Basta con que una profesora haga algún comentario. Y me extraña, porque en ese colegio eran varios los niños adoptados. Creo que el tema iba más por discriminación de los padres. Me pasó en más de alguna ocasión cuando iba a buscarla al colegio o en reuniones de apoderados, que otros papás nos preguntaban, porque la Fernanda es morena y mi marido y yo, rubios. Muchas veces sentí que tuve que defender a la Fernanda, protegerla de curiosidad morbosa, de discriminaciones sin fundamento. Pero eran raras las veces que se daba esa discriminación. Además, creo que con el paso del tiempo los niños se mimetizan al imitar los gestos de los padres dejando las diferencia físicas en un segundo plano. Hoy nadie se imagina que Fernanda es adoptada, pues somos muy parecidas. Somos madre e hija”.

    La maternidad
    Cuando se dio cuenta que no podía tener hijos, no tuvo dudas que buscaría la manera de realizarse como madre y de construir una familia. Consideró la alternativa de someterse a tratamientos, pero finalmente la vía que eligió fue la de la adopción. Recuerda que “tenía muy clara mi vocación. Trabajé el tiempo que tuve que trabajar y después me dediqué a la crianza, porque encuentro que tanto cantidad y calidad son importantes. Pero tampoco soy una mamá sobreprotectora. Quiero acompañarlos, pero dándoles alas, porque sé que son prestados. Siempre estoy a su lado o adelantándome, aunque sé que no voy a poder evitar que se peguen sus propios porrazos y sufran sus propios dolores. Uno quisiera que nunca les pasara nada, pero sí por lo menos que tengan una buena base y el árbol crezca derecho”.

    Honrar a la progenitora
    A Fernanda, su madre biológica no la deja indiferente. Aunque aún no ha decidido buscar en sus antecedentes piensa que algún día lo hará y por una razón que explica con claridad y emoción:
    “Para sacar del anonimato a esa persona que me lo ha dado todo”, dice.
    ¿Cómo una manera de honrarla?
    “Sí. De hacer justicia con ella. Gracias a ella yo estoy aquí, tengo una familia maravillosa, un hogar, educación, mucho amor. Lo tengo todo. Ella tuvo que tomar una decisión muy dura, tomar el camino más difícil. Ella entonces no puede quedar en el anonimato”.
    Y su mamá agrega: “ Y yo ahí estaré con ella, siempre que lo necesite”.
      Cita normas A.P.A.:
      Siredey, Verónica y Orellana, Pía (2010). Fernanda, 17 años. Orgullosa de ser hija adoptivaAdopción y Familia, 5, 32-35.

      URL Abreviada: http://numrl.com/f1705

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