8 de septiembre de 2009

Columna de Marta Hermosilla, psicóloga especialista en adopción



¿Cómo se siente el amor cuando llega un hijo?

No hay que buscar el amor al hijo, hay que dejarlo manar

    La llegada de un hijo siempre trae consigo un gran cambio en la vida de los padres, más aún cuando es el primero. Decíamos en el número anterior que cuando el niño que se espera es adoptado, generalmente hay temores sobre la propia capacidad de quererlo, de apegarse a él, de sentir lo que se espera que uno deba sentir. La presión del deber sentir es muy grande, no tenemos modelos que nos sean propios, hay una suposición de que uno tiene que sentir amor desde el principio, y ¿cómo se siente el amor cuando llega un hijo? Si estamos pendientes de lo que debemos sentir y de lo que se espera que sintamos, a lo mejor no nos damos el tiempo suficiente para sentir lo que sentimos.
    Y no hay reglas para sentir lo que se debe sentir, hay que dejar de lado el peso de las expectativas de los demás y las propias, y entregarse al momento, permitirse vivir esa experiencia, que con toda seguridad va a ser diferente para cada uno de nosotros. Lo que sí parece haber en todos y cada uno de estos encuentros es emoción; hay una sacudida interior, una especie de sereno aturdimiento, los lugares, los sonidos parecen alejarse, no se perciben los detalles, los que llegan despacio posteriormente con el correr de los días y se instalan en la memoria para siempre.
    De nuestra vida y disposición anterior, de ese dolor que vivimos antes por la no llegada de un hijo, manaron todas las lágrimas que se convirtieron en plumas y ramitas para ese nido que forjamos en nuestro interior. Y el hijo se depositará primero en nuestros brazos y en seguida en este nido profundo, la cuna forjada en el interior de madre y padre, y de estas cunas brotará, como el agua en la piedra del origen, el amor. No hay que buscar el amor al hijo, hay que dejarlo manar.
    Y ese amor, como agua bendita, nos guiará por todas las cosas prácticas y de todos los días, nos dará la resistencia al cansancio, nos dará la luz para decidir lo más apropiado en cada ocasión, para que el hijo viva, crezca, y podamos a la vez recibir su amor.

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