8 de septiembre de 2009

Familia Zúñiga Escobar




El valor de mantenerse juntos
Adopción de hermanos biológicos


Los padres adoptivos suelen dejar la puerta abierta para recibir más hijos, sobre todo cuando se trata de hermanos biológicos de los niños que han recibido. Jorge Zúñiga y Carmen Gloria Escobar cuentan cómo, de esta forma, han ido construyendo su familia.

    Jorge Zúñiga y Carmen Gloria Escobar vienen de familias grandes. Él era el segundo de cuatro hermanos, mientras que ella la mayor de diez. Quizás por eso es que valoran tanto la relación entre hermanos. “Yo no tuve papá”, cuenta Carmen Gloria, “y muy luego me tuve que hacer cargo de los menores mientras mi mamá trabajaba”. Sólo así se explica que tras adoptar por primera vez hayan dejado tan en claro que, de tener hermanos su hija, serían siempre bienvenidos en la familia.
    Llevan 21 años de matrimonio y comparten una visión especial de la vida. Será porque nacieron el mismo año y con sólo horas de diferencia (ella el 11 de agosto, él el 12) o porque las dificultades que han tenido que sortear les han hecho sentido; pero de sus bocas emana reiteradamente la palabra misión. “Creemos que tenemos que aportar en esta vida y nuestra gran búsqueda es ver cómo”, dice Jorge.
    Se conocieron cuando tenían 27 años, Jorge estaba en la Armada y se encaminaba a hacer sus votos como franciscano. “Estaba en un proceso por encontrar el sentido de mi vida y pensé que ése era el camino”, recuerda. Pero un amigo lo invitó a una fiesta en Santiago, donde conoció a Carmen Gloria. “Fue amor a primera vista”, recuerda, mientras su mujer asiente. Pololearon un año y luego se casaron.

    ¿Nosotros infértiles?
    El primer tiempo fue para ambos de trabajo y estudio. Se veían poco. Recién cuando habían pasado tres años empezaron a preguntarse por qué los niños no llegaban. “Es un tema que habíamos conversado cuando pololeábamos”, cuenta Carmen Gloria. “Los dos veníamos de familias grandes, aclanadas, y siempre nos proyectamos con muchos hijos. Pero un día, no sé por qué, hablamos sobre lo que haríamos si no podíamos tenerlos. La adopción siempre estuvo en nuestros planes”.
    Pese a esto, cuando se debieron enfrentar a la infertilidad, comenzaron una intensa lucha por encontrar las causas. Visitaron a muchos especialistas, quienes les dieron el peor pronóstico. Sólo después de un tratamiento, el año 1993, ella consiguió quedar embarazada. Lamentablemente, a los 3 meses, perdió la guagua.
    Dos años más tarde lo logró otra vez. “Los médicos me dijeron que me preparara para lo peor, que ni siquiera comprara ropa ni arreglara la pieza, porque lo más probable era que la perdiera”, dice. Pero el embarazo avanzó y así fue como Jacobo llegó a sus vidas.

    Difícil maternidad
    Jacobo (le pusieron así en honor al médico que los asistió) nació a los seis meses de gestación y pesando apenas un kilo, lo que le trajo diversos problemas de salud. “Fue una alegría inmensa su llegada, pero al mismo tiempo un calvario… íbamos todos los días a verlo al hospital con el temor de llegar y que no estuviera”, recuerda Jorge.
    Las enfermedades se sucedían una tras otra; bronquitis obstructiva, litiasis renal, soplo al corazón y reflujo… Fueron al menos cuatro años de mucho desgaste físico y económico, pero poco a poco la salud de Jacobo comenzó a estabilizarse… vendrían tiempos muchísimo mejores, salvo por un ‘detalle’: habían pasado siete años desde que había nacido Jacobo, y Carmen Gloria no había vuelto a embarazarse.
    Fue por eso que volvieron a pensar en la adopción. Creían que no tendrían muchas posibilidades, por el hecho de que ya tenían un hijo, pero de todas maneras hicieron el proceso correspondiente. Pasó poco más de un año, cuando los llamaron de la Fundación San José para la Adopción: serían padres de una niñita de 4 meses.

    Más niños en la familia
    Carmen Gloria recuerda con emoción: “Fuimos los tres con Jacobo a buscar a Francisca (hoy de 8 años). Era una niñita sana, fuerte y alegre. Estiró los brazos hacia Jorge, luego abrazó a su hermano, y luego a mí”.
    Sus primeros años fueron tranquilos, sin grandes sobresaltos. Jacobo la recibió con los brazos abiertos y se formó entre ellos un lazo muy fuerte, de mucha unidad, el que se mantiene hasta hoy.
    El matrimonio Zúñiga Escobar especificó desde un principio que en caso que Francisca llegara a tener hermanos biológicos, estarían felices de recibirlos. Que no era necesario que los llamaran para preguntarles, sino que sólo les avisaran.
    Y el milagro ocurrió: cuando ella estaba a punto de cumplir los 3 años, les llegó la noticia de que serían padres otra vez. Era un niño, que tenía cerca de cinco meses.
    “Lo fuimos a buscar todos. Fue tan impresionante, porque cuando Vicente vio a Francisca, se tiró hacia ella, como si un vínculo especial los uniera, como si se hubieran conocido de toda la vida”, cuenta Jorge.

    Buenos hermanos
    Francisca y Vicente tienen el mismo carácter fuerte, muchas habilidades matemáticas y artísticas. Son muy amigos, aunque como todos, pelean. Jacobo, por su parte, asumió su rol de hermano mayor como un proceso natural. “No tuvo grandes dificultades, se generó un lazo igual de fuerte, se preocupa por ellos, los cuida y los protege”, cuentan sus padres.
    Para Jorge y Carmen Gloria, ayudarlos a formar una fuerte unión de hermanos es fundamental. Es la base de una relación que los mantendrá unidos toda la vida y, por ello, se preocupan de hacerlos participar de todas las actividades familiares que desarrollan, “en igualdad de condiciones, sin preferencias, estimulando la tolerancia, la aceptación y, por sobre todo, el amor y respeto entre ellos”.
    Carmen Gloria concluye: “Nunca perdí la esperanza de que algo bueno vendría para mí. Yo no tuve papá y muy temprano me tuve que hacer cargo de mis hermanos. Eso me hizo fuerte y me convenció de que no hay nada que no se pueda cumplir. Todo tiene solución y todo tiene un ‘por qué’. Nosotros queríamos una familia y la hemos podido construir, un poco más lento, pero sobre bases sólidas.

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