22 de diciembre de 2010

Bullying, niños asustados




Es el tema del momento, ese que preocupa a padres, profesores y autoridades en educación. No sólo por los dramáticos efectos que hemos visto expuestos en los medios de comunicación, sino porque cada vez ocurre a edades más tempranas y de manera más agresiva. Surge de una gran diversidad de formas de discriminación y nadie está libre de sufrirlo. Internet y el celular han sido los nuevos actores en escena, haciendo que cada episodio traspase las fronteras de un colegio para ser visto por miles de espectadores. ¿Qué es este fenómeno y qué daño le está haciendo a nuestros hijos?
    Cada vez que un caso de bullying es dado a conocer a través de la televisión, los padres tiemblan. ¿Dónde?, ¿a quién?, ¿qué le hicieron? son las preguntas que se hacen, rogando que no haya sido su hijo la víctima... ni el victimario.
    Tal alcance ha tenido el fenómeno del matonaje escolar, que hasta el Ministerio de Educación tomó cartas en el asunto: a fines de septiembre el Senado aprobó por unanimidad la ley sobre violencia escolar.

    El rol de las nuevas tecnologías
    Aunque muchos suponen que el bullying no es más que una nueva forma de denominar una situación común, como es molestar a un compañero, lo cierto es que este término denomina un problema serio. Primero, porque para que haya bullying se deben conjugar ciertos factores: el hostigamiento debe ser permanente y entre dos personas que no están en igualdad de condiciones. Y segundo, porque las dimensiones que alcanza en la actualidad lo acercan más a actos de delincuencia que a una simple broma colegial.
    Podemos encontrar diversas explicaciones, como el hecho que hoy los niños están expuestos a mayor violencia y agresividad a través de los medios de comunicación. Los estudios han demostrado que ellos pasan alrededor de dos horas diarias frente al televisor o internet, exponiéndose a modelos de conducta que encuentran en estos medios. Los problemas familiares, divorcios, monoparentalidad, que van en aumento, constituyen un factor de estrés para los niños, los que en ocasiones no cuentan con la suficiente presencia y atención de sus padres, dedicados al trabajo y al éxito personal, quienes evaden sus responsabilidades en la crianza y descansan en otros adultos o instituciones al cuidado de sus hijos.
    Todo esto ha llevado a un contexto social con mucho menos control que antes, generándose el escenario propicio para el matonaje escolar. El psicólogo e investigador de la Fundación Paz Ciudadana y del Centro de Estimulación y Evolución Integral del Niño (CEEIN - Universidad del Desarrollo), Jorge Varela, lo explica: “En el pasado se creía que el fenómeno estaba determinado por ciertas variables individuales de la víctima y el victimario. Se pensaba en un estereotipo de la víctima como una persona más bien retraída, con pocas habilidades sociales, a veces con una característica física que pudiera hacerla blanco de agresión; el agresor, en tanto, era visto como alguien con poca capacidad empática, entre otras cosas”.
    Sin embargo, luego se hizo patente que en realidad es una mezcla de factores lo que predispone al bullying, y que se puede sintetizar en el “ambiente”: el curso, los profesores, el colegio, la familia.
    Aún así, Jorge Varela señala que “lo que más predice el fenómeno es el grupo: por ejemplo, que un niño tenga labio leporino no indica que vaya a ser agredido, pero si el grupo en el cual se mueve no valora la diversidad, lo más probable es que haya abuso”.

    Matonaje y adopción
    ¿Qué ocurre con los niños adoptados? ¿Son más proclives a ser objeto de burlas durante su etapa escolar?
    Aunque no hay información específica al respecto, según la teoría anterior la adopción no tendría porqué ser un factor que de por sí predisponga al bullying. “Aunque -advierte Varela- hay situaciones en el entorno que rodea a ese niño que sí pueden afectar”.
    Un ejemplo: la ausencia del tema de la adopción en el colegio. Haya o no familias adoptivas en el colegio, debiera ser un tema a conversar, de manera que en caso que ingrese al colegio un niño adoptado, no sea objeto de curiosidad.
    “La gran deuda de los colegios es la aceptación a la diversidad”, señala Varela, agregando que por su experiencia en varios de ellos ha visto que la adopción no es un tema que se exponga intencionadamente.
    Pese a lo anterior, puede haber conductas que son más comunes en los padres adoptivos y que sí pueden predisponer al bullying. “Asumiendo que no es lo más determinante, pero sí un factor que interviene, y sin querer estigmatizar, uno ve que en general los padres muy sobreprotectores le hacen un daño a su hijo en ese sentido”, dice Varela. “Al querer evitarles el sufrimiento, impiden que el menor desarrolle la seguridad de ser capaz de desenvolverse por sus propios medios”.
    Y si hay algo que caracteriza a una víctima es su incapacidad de poner fin a la agresión por sus propios medios; eso es lo que le da el carácter de matonaje: que no es una situación aislada, sino un hostigamiento continuo. La sobreprotección en ese sentido no ayuda mucho en la autoestima de los niños. Y la baja autoestima lo expone más a situaciones de abuso o acoso.
    Para prevenir esto, es clave que los padres enseñen a sus hijos a verbalizar sus necesidades. Que sean capaces de decirle al agresor que lo que está haciendo le molesta o da rabia, o sentirse con el poder para reportar la situación y pedir ayuda.
    También es fundamental que los padres sepan si a su hijo le gusta o no ir al colegio, si tiene amigos, si muestra interés por actividades grupales... si en 7° básico aparece el fenómeno, deben preguntarse qué pasó los años anteriores, cuán enterados estaban de lo que estaban viviendo.

    Y ahora ¿qué?
    Una vez constatada la agresión, hay mucho trabajo por hacer. Partiendo por el colegio, donde el punto de partida debe estar en enseñar a los alumnos a aceptar la diferencia. “Instalar planes de convivencia o velar por el respeto a todos dentro de la sala, son medidas concretas que se pueden tomar, porque la tolerancia hacia los demás es algo que se educa, se norma, se refuerza y se sanciona”.
    Varela explica: “Hacer que el niño se cambie de colegio es una de las soluciones más fáciles, pero menos eficaces, ya que se suele repetir el cuadro de abuso. La idea es justamente que el clima dentro del colegio cambie”.
    Luego, se debiera trabajar con la víctima, a quien hay que fortalecer a toda costa. El trabajo, en ese sentido, apunta a la aceptación de sí mismo. ¿Cómo? Entre otras cosas, reforzando los lazos con los compañeros. “Es esperable que tenga al menos un amigo. Que vaya a cumpleaños, a casas, o que invite. Que los papás participen, que conozcan a los otros padres y vayan creando comunidad escolar, porque es el gran factor protector para este tipo de casos”.

    El proyecto de ley
    En agosto pasado el Senado aprobó el proyecto de Ley sobre Violencia Escolar, presentado por los senadores Andrés Allamand y Andrés Chadwick. A grandes rasgos, éste propone:
    - Definir de manera adecuada y precisa el bullying, para distinguirla de otras conductas de violencia física o psicológica igualmente reprobables.
    - Romper con la “ley del silencio” que rodea a la agresión y elevar los niveles de responsabilidad de quienes están objetivamente en condiciones de frenarla (testigos).
    - Sancionar a aquellos establecimientos que, en conocimiento de prácticas de bullying o de violencia escolar, no adopten las medidas consecuentes para frenarlas.

    Cita normas A.P.A.:
    Siredey, Verónica y Orellana, Pía (2010). Bullying, niños asustados. Adopción y Familia, 5, 18-20.

    URL Abreviada: http://numrl.com/bna05

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