22 de diciembre de 2010

Derechos del niño, niña y adolescente


Mónica Contreras Jacob, Socióloga
Tengo derecho arecibir una educaciónorientada a desarrollar mi personalidad y mis capacidades

A partir de la década del ‘90, va tomando fuerza un movimiento mundial en pro del derecho universal a una educación de calidad para todos, cuyo marco son los artículos 28 y 29 de la Convención de los Derechos del Niño, que señala que todo niño y niña tiene derecho a la educación, y que ésta debe ser orientada a desarrollar su personalidad y capacidades, a fin de prepararlo para una vida adulta activa.

    Esta universalidad implica para las familias llevar a cabo un esfuerzo permanente por garantizar el acceso de los niños y niñas a experiencias escolares positivas y pertinentes a sus necesidades particulares de desarrollo, desde edades tempranas.
    Los aportes de las neurociencias indican que el período crítico de aprendizaje es muy precoz; desde la etapa prenatal, el ser humano comienza a relacionarse con el medio ambiente. Es en los tres primeros años de vida cuando éste constituye el eje central del desarrollo integral del niño, ya que es el período durante el cual ocurrirán los eventos más importantes de su maduración cerebral.
    Para el caso de los niños y niñas adoptados esta evidencia es trascendental, ya que pone en alerta a los padres adoptivos y los invita a presuponer que la experiencia intrauterina y de recién nacido de su hijo ha dejado huellas en él, y que para superarlo deben poner todos sus esfuerzos en resguardar el acceso del niño o niña a una educación oportuna y pertinente a sus necesidades y potencialidades.
    Con esta premisa y asumiendo el enfoque de derechos que nos convoca, podemos afirmar que la escolarización de los niños y niñas adoptados debe orientarse a vincularlos a espacios educativos que respeten su dignidad inherente y sus ser persona, y a comunidades escolares que promuevan la no discriminación y el respeto a los distintos tipos de familia que pueden existir.
    En este sentido, es favorable que los padres adoptivos busquen un cuerpo docente que sea capaz de comprender los factores que configuran la historia de vida de sus hijos, para romper el miedo a que les asignen etiquetas sociales estigmatizadoras; y trabajen por establecer una alianza colaborativa con ellos, a fin de que el educador pueda asumir un rol de acompañamiento de los procesos de desarrollo personal y social de sus hijos, en especial, cuando los niños y niñas tengan edad para empezar a entender el significado completo de su adopción y decidan compartirlo con sus pares.
    Incorporando esta visión y en la consideración que los estímulos del ambiente son un factor más relevante que la dotación genética, podemos señalar que ofrecer garantías de una educación de calidad que desarrolle integralmente al hijo o hija adoptiva, es un mundo posible.

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