30 de diciembre de 2011

Historia de una joven, de su hijo y los padres de su hijo

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El siguiente relato pertenece a una joven que encontró una familia para su hijo, bajo la modalidad de “adopción abierta”, una de las alternativas que ofrece la legislación estadounidense para realizar procesos de adopción, y que consiste en que sea la progenitora la que decida quiénes serán los padres del niño o niña que lleva en su vientre. Esta alternativa permite mantener una relación entre la progenitora y los padres adoptivos durante el embarazo y posterior a la cesión, por tanto tiempo como ambas partes lo deseen, con la consiguiente opción de establecer un vínculo entre la progenitora y el niño o niña.
    Era el comienzo de mi primer año de escuela secundaria. Estaba muy emocionada proyectando otro año de bucear, gimnasia y carreras. Pero esta alegría terminó muy pronto cuando me di cuenta de que estaba embarazada. 
    Cuando se confirmó el embarazo, mi mente se aceleró. No es suficiente decir sólo que estaba asustada, ¡estaba aterrada! Nunca consideré la idea de un aborto; yo no podría vivir sabiendo que fui responsable de quitarle la vida a mi bebé, una muerte causada por mis actos. 
    Mi primer instinto me dijo que yo necesitaba educar a mi hijo por mí sola. Sabía que podía amarlo y cuidarlo, pero cuando dejé de pensar en mí, y pensé en qué sería lo mejor para mi hijo, supe que la adopción era la decisión correcta. Tenía yo entonces 16 años.
    El procedimiento de adopción por el cual yo opté no es el plan ordinario. Yo escogí hacer una adopción independiente y abierta. Por medio de este proceso yo pude seleccionar, en los prospectos, a los padres adoptivos. Tuve la oportunidad de establecer una relación con ellos, como también, de desarrollar una amistad duradera. Mientras más los conocía, más emocionada estaba de entregar mi bebé a esta pareja. Ellos tenían mucho amor y seguridad para ofrecer a mi hijo. Estuvieron conmigo en el hospital cuando mi hijo nació. Su cámara de películas de video filmó sin parar.
    Siempre atesoraré los tres días que pasé en el hospital con mi hijo. 
    Entregar al niño a sus nuevos padres no es nada fácil, pero yo sabía en mi corazón, que ésta era la decisión correcta para los dos.
    Derramé muchas lágrimas durante los nueve meses y en el hospital. Pero no fueron todas lágrimas de tristeza. Echo mucho de menos a mi hijo, pienso en él todos los días y sonrío. Le doy gracias al Señor porque Él me condujo a personas tan especiales para que fueran los padres adoptivos de mi hijo. 
    Han pasado varios años desde que mi hijo nació. Él tiene ahora una hermana adoptiva. Yo mantengo contacto con la familia por medio de cartas y fotografías. No puedo explicar los sentimientos de orgullo y alegría que experimento cuando veo la sonrisa en su cara. 
    Renunciar a mi hijo fue la decisión más dura que jamás tendré que hacer, pero tengo más confianza que nunca, en que fue la correcta. Cuando estuve en el hospital recibí una tarjeta que decía: "Algunas personas llegan a nuestras vidas, dejan huellas en nuestros corazones y ya nunca somos los mismos". ¡Esto es tan cierto!
    Leasa, Minnesota, EE.UU. 

    URL Abreviada: http://numrl.com/jhp07

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