El 17% de los
niños que son adoptados en Chile se integra a familias que viven en el
extranjero (Sename 2011). En su mayoría, son niños mayores de 5 años y los
países de recepción son principalmente Italia, Francia y Noruega. ¿Por qué los
europeos tienen afinidad con nuestros niños? ¿Cómo se adaptan éstos a su nueva
cultura? ¿Por qué no son familias chilenas quienes los adoptan?
“Si hay tanta
gente en Chile que quiere adoptar ¿Por qué hay niños que se van a otros
países?” podría ser el primer pensamiento que se viene a la cabeza al hablar de
adopción internacional. Sin embargo, los niños que se integran a familias
extranjeras presentan ciertas características que los padres chilenos a veces
no están preparados o dispuestos a asumir ¿Y cuales son estos atributos? Pueden
ser niños mayores de 5 años, que conformen grupos de hermanos, o que tengan
necesidades especiales, como por ejemplo un retraso significativo en el
desarrollo o discapacidad (fibrosis quística, hipoacusia, problemas
neurológicos, malformaciones, etc.).
Para Karen Quinteros, psicóloga de de la Unidad de Adopción de
Sename de la Araucanía ,
no existe una sola razón por la que ocurre esto. “Tiene que ver con el nivel de
desarrollo social y humano que se ha alcanzado en los países de recepción, a
diferencia del que hemos logrado nosotros. Dicho nivel permite a sus residentes
enfrentarse al proceso de adopción y de formar familia desde otras
perspectivas, donde la consanguinidad es menos importante de lo que es acá y la
pluralidad e integración son más valoradas de lo que es en nuestro país.
Además, para
una persona que vive en una sociedad con niveles de desarrollo más elevados
(como los europeos), donde la satisfacción de todas sus necesidades básicas y
otras no tan básicas está asegurada, es más fácil conectarse con las
necesidades de otros y postergar las propias”.
La ley de
adopción 19.620 establece que la prioridad para adoptar la tienen los
matrimonios, chilenos o extranjeros, que tengan residencia en Chile. En segundo
lugar se encuentran los matrimonios que vivan en otro país. Esto es debido a
que se busca favorecer la permanencia de los niños en su entorno cultural,
facilitando la construcción de su identidad.
Desarraigo cultural y pérdida de identidad
La adopción
internacional suele asociarse a la amenaza de desarraigo cultural del niño al
abandonar su país de origen, donde comparte claves sociales y culturales
arraigadas con otros, con la consecuente amenaza a su identidad. Pese a ello,
existen tres elementos a considerar:
1. La identidad
no se pierde sino que cambia, es decir, los niños pueden integrar aspectos de
Chile y de su nuevo país, sin tener que reemplazar unos por otros. “En muchos
casos, el niño no gana sólo una identidad, sino dos, pues muchos de ellos
terminan sintiéndose ítalo-chilenos, noruego-chilenos, chileno-alemanes,
chileno-franceses, etc.”, señala Quinteros.
2. Está el
hecho de vivir en el país de origen institucionalizado, en contraposición
a hacerlo en el extranjero en el seno de
una familia. “Hay que hacer un análisis de los costos y beneficios que para el
niño implica ser adoptado por una familia que viva fuera de Chile,
preguntándose si es más importante que conserve su identidad cultural chilena
(la de un niño que vive sin apoyo familiar, interno hasta la mayoría de edad en
un hogar de menores, que cuenta sólo con el soporte estatal para estudiar o
desarrollar su proyecto de vida) o que se inserte en un medio que sí le
brindará el sentido de pertenencia a una familia, que con todos sus recursos
materiales y afectivos será su catapulta hacia la vida, aún cuando esto
signifique que adquiera otra identidad cultural”.
3. A veces se
le da mayor valor a nuestra identidad cultural en el extranjero. “De hecho, en la
mayoría de los países de recepción, existe una valoración mucho mayor que la
nuestra de la cultura mapuche y, en ocasiones, conocen más de ella que nosotros
mismos. Los niños crecen orgullosos de ser mapuche y no son discriminados por
su pertenencia étnica, como sí ocurre frecuentemente en Chile,” continúa la
psicóloga.
Italia
lleva la delantera
Según cifras
de Sename, durante los últimos 5 años hubo 251 casos de adopciones por parte de
Italia, seguido por Noruega y Francia, ambos con 39. La gran diferencia que
tienen con las adopciones nacionales es la edad: las parejas extranjeras y los
niños que se van con ellas son mayores que las que se quedan en Chile.
Mientras que
el promedio de edad de los extranjeros es de 44,8 años para las mujeres y 46,3 los
hombres, la edad de los chilenos es de 40,7 en ellas y 41,1 en ellos. Con los
niños pasa lo mismo: los que se integran a un país distinto tienen más de 6
años, mientras que los que se quedan en Chile, en su mayoría tienen entre 0 y 2
años. (Ver recuadro)
En Italia resulta
muy difícil adoptar: la proporción es de 10 familias que postulan, sólo 3 lo
consiguen. A esto se suma que en Chile existe un hogar de menores en Quinta de
Tilcoco que fue fundado por el sacerdote italiano Alceste Piergiovanni, quien impulsó
muchas de estas adopciones a familias de su país de origen. De hecho, después
de su muerte, un grupo de matrimonios italianos que habían adoptado niños
chilenos quiso continuar con el trabajo del sacerdote y fundaron PROICYC, una
organización sin fines de lucro que evalúa, prepara y acompaña a los italianos
que quieran adoptar en nuestro país.
En estos
países - Italia, Francia y Noruega- las necesidades básicas se encuentran
cubiertas y cuentan con el apoyo del Estado para mantención de la familia.
Karen Quinteros reafirma esta idea: “El acceso a la salud y la educación en
Chile, para un niño sin necesidades especiales ya es caro, los padres adoptivos
de niños mayores no tienen derecho a posnatal (hasta le entrada en vigencia de
la nueva ley de posnatal en octubre de 2011), y así, suma y sigue. En los
países de recepción, en cambio, las familias adoptivas cuentan con una serie de
dispositivos de soporte y asesoría, la mayoría estatales y de buena calidad,
que los ayudan a llevar adelante el proyecto familiar”.
¿Por qué los
europeos buscan niños chilenos? Nuestro país goza de una excelente reputación
en cuanto a la transparencia en el proceso de adopción de sus niños.
“A mi entender
y en función de lo que me han dicho las familias que han adoptado en la Región de la Araucanía , esto se
relaciona con la reputación que Chile se ha ido ganando a nivel internacional,
en cuanto a la seriedad con que se trabaja en adopción, la probidad
administrativa, la transparencia y garantía legal de los procesos, el
compromiso de Chile con el cumplimiento de los tratados internacionales
firmados a este respecto (CIDN y de La
Haya ) y la calidad de los procesos psicoterapéuticos de
reparación del daño y preparación a la adopción en los que los niños han
participado”, dice la psicóloga, y continúa “En el caso de noruegos, franceses
y otros extranjeros, ellos señalan las garantías que les ofrece un proceso que
es conocido en el mundo por su transparencia, probidad y rigurosa consideración
del niño como sujeto de derechos”.
¿Cómo criar a un niño de otra cultura?
No hay grandes
diferencias entre lo que deben hacer los padres adoptivos residentes en Chile y
los que viven en el extranjero, para desarrollar el vínculo con su hijo. “Las
recomendaciones que se dan a los padres no se relacionan con el lugar donde los
niños van a residir, sino con las características, necesidades, nivel y tipo de
daño de cada niño o niña. La idea que más se refuerza es que la reparación del
daño se logra solamente cuando el niño se integra a una familia que lo acoge en
forma definitiva, por lo tanto, efectivamente habrá mucho trabajo que hacer por
parte de los padres en términos de reparación, una vez que estén con su hijo. Y
es en la práctica donde se aprende a ser padre/madre y también a ser hijo”,
dice Quinteros.
Y sobre las
cosas del día a día, como el cambio de idioma o las costumbres, la profesional
señala: “Los niños son mucho más plásticos y flexibles que nosotros, los
adultos, y bastante más abiertos a las situaciones nuevas y rutinas novedosas.
Es sorprendente lo rápido que aprenden un idioma que puede ser totalmente
distinto al nuestro. Las costumbres, normas, hábitos y rutinas familiares las
aprenden desde el ejercicio constante y consistente de los padres, en
enseñarles de modo amigable y gradual, su nueva forma de vivir”. Cuando al niño
se le rodea de afecto y comprensión, éste podrá desarrollar la confianza para
aceptar y entregarse a esta nueva vida y hacerla suya. Su historia comienza en
Chile y continúa en otro país, su nuevo hogar.
Los mapuches y el prejuicio
Para la Karen Quinteros , psicóloga
de Sename que trabaja en la
Región de la
Araucanía , pesa un enorme prejuicio sobre los mapuche, que se
ve reflejado en las opciones de adopción. “Por ejemplo, aquí están las personas que
sostienen que los niños mapuche son ¨tozudos, rebeldes y tienen problemas para
aceptar la autoridad¨, sin entender que hay niños con esas características en
todas las etnias y que, de cualquier manera, esos son rasgos que se modulan a
través de las pautas de crianza que los padres aplican y el modelaje de distintas
formas de ser y de actuar”.
“El otro
problema es cuando son temerosos, en el sentido de la poca seguridad en sus
capacidades de ser buen padre/madre, la poca autoconfianza, que se ve reflejada
en que creen que cualquier característica especial que su hijo tenga, se
transformará en un problema que no podrán resolver y que atentará contra la
unidad y armonía familiar”.
Es una lástima
tener que compararnos con países desarrollados, donde “la consanguinidad es
menos importante de lo que es acá y la pluralidad y la integración es más
valorada de lo que es en nuestro país.
Esto es lo que da lugar a que en los países de recepción, la adopción
interracial sea común, mientras en Chile, todavía tenemos dificultades para
integrar en familias adoptivas a los niños y niñas mapuche”.
Cita normas A.P.A.:
Rocca, Ignacia (2011). Niños chilenos en el mundo. Adopción y Familia, 7, 30-32
URL Abreviada: http://numrl.com/ncm07
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