Te quiero porque te cuido
Hace 21 años
que Yeissy trabaja al cuidado de lactantes y preescolares. Estudió para
Auxiliar de Enfermería, especializándose en recién nacidos, ya que siempre le
gustaron los niños. “No me veo trabajando en otra cosa. Es que me encantan,
siento que tengo la necesidad de abrazarlos”, dice. Empezó en Conin (Corporación
para la Nutrición Infantil) y después de 5 años, se fue a Fundación San José
para la Adopción, donde hoy cuida a los niños que están a la espera de volver con
su familia de origen o incorporase a su nueva familia adoptiva.
En esta
oportunidad le pedimos a Yeissy que compartiera su experiencia, esa de acoger y
querer a niños que sabe que en algún momento deberán irse con una familia.
¿Cuál es la situación emocional de los niños al
momento de ingresar a la institución?
Cuando llegan
los chiquititos son como bien pasivos, como todo recién nacido. Pero cuando son
más grandes tienen necesidades, llegan muy angustiados, lloran mucho. Y lloran
con esa pena con dolor, porque una aprende con los años a diferenciar el llanto
de dolor, de pena, de maña.
Sobre los más
pequeños, los lactantes, hay algunos que llegan con mucha pena, y una piensa “¡cómo
habrá sido ese embarazo!” Tan terrible, tan triste que ellos lo expresan de esa
manera, con mucha angustia. Hay que saber contener todas esas cosas, esas penas
que tienen los bebés.
Y los grandes
llegan asustados, llegan con mucho miedo, como queriendo entender lo que está
pasando y una no sabe cómo explicarles. Una solamente puede contenerlos
dándoles cariño, demostrándoles que todo va a estar bien.
¿Y en qué se nota ese miedo?
En sus caras,
es increíble cómo en sus caritas se nota esa expresión de “¿Dónde estoy? ¿Qué
va a ser de mí?”. Están angustiados porque llegan a un lugar que no conocen.
Puedo hablar
de un niño en particular que yo cuidé, Rodrigo, de 3 años. Él estaba asustado
cuando llegó, no quería que yo lo tocara, que le cambiara la ropa, nada. Me
miraba desconfiado, no permitía que yo me acercara mucho.
¿Y qué fue lo que hiciste para cambiar eso, para que
tuviera confianza?
Lo tomé de la
manito y le hablé mucho, le dije que ahora ésta iba a ser su casa, que yo lo
iba a cuidar, que cuando él necesitara algo me lo pidiera, que íbamos a estar
bien y que íbamos a tener muchos amigos. Y al día siguiente, Rodrigo se empezó
a acercar.
¿Y en qué pudiste ver esos cambios?
Llegué a mi
turno y Rodrigo, que antes nunca me había dado ninguna sonrisa, ese día me
recibió con una sonrisa y un beso.
Hay una
historia con él muy bonita, muy fuerte, del momento en que yo me iba a tomar
mis vacaciones. Yo le expliqué que me iba a descansar, pero que volvía, y le
regalé una jirafa de peluche diciéndole: “En esta jirafa está mi corazón,
siempre va a estar ahí”. Él estaba feliz y dijo “Esto me lo dio mi mamá”, así
que tuve que explicarle que yo no era su mamá, que yo era su tía Yeissy.
Entonces se enojó, tomó la jirafa y me la tiró, salió corriendo hasta
esconderse en una casita de muñecas que hay allá. Agarré la jirafa y lo seguí
hasta la casita, donde conversamos harto rato, lo abracé y entendió que yo me
iba, pero que volvería.
Y me fui y
lloré harto, me dio pena sus ganas de tener una mamá, quería que yo fuera su
mamá por la manera en que lo atendía. Fue lindo porque sentó que él me quería tanto
como yo lo quería a él.
Cuando
regresé, después de 20 días, mis compañeras me contaban que Rodrigo preguntaba
todos los días por mí, que se asomaba por la ventana para ver si yo venía en
las micros que pasaban. Cuando me vio, corrió a abrazarme y me dijo: “Tía, tú
llegaste”. Estaba fascinado porque había vuelto y no lo había dejado, que esa
era la experiencia que él tenía. En realidad los dos estábamos felices.
¿Y cómo fue cuando Rodrigo se va con sus padres
adoptivos?
No se quería
ir, él quería irse con la mamá un rato, pero volver a dormir al hogar. Yo le
decía “Vas a tener tu pieza”, y él respondía “No tía, yo duermo acá. Tú me
esperas, yo vuelvo”. Siempre era lo mismo, hasta que un día, después de dos
semanas de intentos, le dije: “Ya Rodrigo, es hora de irse, ahora te vas con la
mamá y el papá. Vas a ir y lo vas a pasar chancho. La tía manda, y la tía dice
que tú te vas”. Me miró muy serio y respondió “Sí, tía”; era como si necesitara
mi permiso. A lo mejor ese era su miedo: dejarme.
Me dolió hacer
eso, pero en ese momento tenía que irse, porque de lo contrario él nunca iba a
despegarse. Le costó mucho, y a mí también, pero era lo que había que hacer. Después
me llamó por teléfono y me dijo “Tía ¡lo pasé chancho!”.
Has trabajado con lactantes (niños de 0 a 2 años) y
con pre-escolares (niños de 2 a 5 años) ¿Cuáles son las diferencias y
similitudes en el trabajo con ellos?
Yo creo que
similitudes no hay muchas, sólo que los dos son igual de amorosos. Lo que los
diferencia es la independencia que tienen los niños más grandes, el querer
hacer lo que ellos quieran. Necesitan espacio, necesitan moverse, llamar la
atención del adulto para sentirse contentos.
En un bebé es
muy difícil saber por qué está llorando, en cambio en el niño grande uno puede
saberlo más fácilmente. Pero ambos necesitan el mismo cariño.
¿Crees que el daño por el abandono con que la
mayoría de los niños llega, lactante y preescolar, puede ser reparado en alguna
medida?
Yo no sé si se
pueda reparar ese daño, al menos no al 100%, creo que en el fondo siempre está
el dolor que lo dejaron, no se olvida. Siempre está ese dolor, los niños no lo
olvidan.
¿Qué consejos les darías a los padres adoptivos una
vez que el hijo/a se integra a su familia?
Paciencia,
mucha paciencia para poder entenderlo y saber ponerse en su lugar: “¿Cómo se
sentirían ellos si fueran abandonados? ¿Cómo es sentirse no querido?”. Lo que
se necesita es paciencia y las ganas de hacerlo bien. Y quererlos mucho, porque
son exquisitos, son demasiado ricos.
¿En qué situaciones ves el cambio que se produce en
los niños cuando se trabaja con ellos?
Hay menos
llanto. Por ejemplo en Camila, una niña de 10 meses al momento de llegar, lo
único que hacía era llorar, y después que empezamos a trabajar con ella, empezó
a sonreír. Estiraba los bracitos, lo único que quería era que la tomaran en
brazos. Ahí una va notando los cambios, y piensa: “Lo estoy haciendo bien,
porque ella me está mirando como alguien importante en su vida”. Entonces ya te
está necesitando, eso es importante: que los niños sepan que cuando tienen una
necesidad, cuentan con una persona que los apoya, que ahí está.
Otro caso es
el de Martín, que llegó muy tímido y después la lengua se le soltó, ahora habla
mucho y busca cariño. Esos son los cambios que se ven, más sonrisas, más ganas
de estar con nosotras, las cuidadoras. Una se siente necesaria.
¿Cómo describirías el avance que tienen los niños?
Cuando llegan
están muy angustiados, y llegan a una fase crítica, donde se portan mal, con la
pataleta, la rabieta y los gritos, ese es como el pick, después se estabilizan.
Ellos saben
que si nos necesitan estamos ahí, ahí empiezan a regularse. Pueden demostrar
que tienen dolor y que pueden llorar, y que no van a decirles nada si lo hacen.
Cita normas A.P.A.:
Siredey, Verónica (2011). Yeissy Cornejo, Cuidadora de Niños. Te quiero porque te cuido. Adopción y Familia, 7, 40-43
URL
Abreviada: http://numrl.com/ycc07
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