30 de diciembre de 2011

Yeissy Cornejo, Cuidadora de Niños

Te quiero porque te cuido
Hace 21 años que Yeissy trabaja al cuidado de lactantes y preescolares. Estudió para Auxiliar de Enfermería, especializándose en recién nacidos, ya que siempre le gustaron los niños. “No me veo trabajando en otra cosa. Es que me encantan, siento que tengo la necesidad de abrazarlos”, dice. Empezó en Conin (Corporación para la Nutrición Infantil) y después de 5 años, se fue a Fundación San José para la Adopción, donde hoy cuida a los niños que están a la espera de volver con su familia de origen o incorporase a su nueva familia adoptiva.
En esta oportunidad le pedimos a Yeissy que compartiera su experiencia, esa de acoger y querer a niños que sabe que en algún momento deberán irse con una familia.


    ¿Cuál es la situación emocional de los niños al momento de ingresar a la institución?
    Cuando llegan los chiquititos son como bien pasivos, como todo recién nacido. Pero cuando son más grandes tienen necesidades, llegan muy angustiados, lloran mucho. Y lloran con esa pena con dolor, porque una aprende con los años a diferenciar el llanto de dolor, de pena, de maña.
    Sobre los más pequeños, los lactantes, hay algunos que llegan con mucha pena, y una piensa “¡cómo habrá sido ese embarazo!” Tan terrible, tan triste que ellos lo expresan de esa manera, con mucha angustia. Hay que saber contener todas esas cosas, esas penas que tienen los bebés.
    Y los grandes llegan asustados, llegan con mucho miedo, como queriendo entender lo que está pasando y una no sabe cómo explicarles. Una solamente puede contenerlos dándoles cariño, demostrándoles que todo va a estar bien.
    ¿Y en qué se nota ese miedo?
    En sus caras, es increíble cómo en sus caritas se nota esa expresión de “¿Dónde estoy? ¿Qué va a ser de mí?”. Están angustiados porque llegan a un lugar que no conocen.
    Puedo hablar de un niño en particular que yo cuidé, Rodrigo, de 3 años. Él estaba asustado cuando llegó, no quería que yo lo tocara, que le cambiara la ropa, nada. Me miraba desconfiado, no permitía que yo me acercara mucho.
    ¿Y qué fue lo que hiciste para cambiar eso, para que tuviera confianza?
    Lo tomé de la manito y le hablé mucho, le dije que ahora ésta iba a ser su casa, que yo lo iba a cuidar, que cuando él necesitara algo me lo pidiera, que íbamos a estar bien y que íbamos a tener muchos amigos. Y al día siguiente, Rodrigo se empezó a acercar.
    ¿Y en qué pudiste ver esos cambios?
    Llegué a mi turno y Rodrigo, que antes nunca me había dado ninguna sonrisa, ese día me recibió con una sonrisa y un beso.
    Hay una historia con él muy bonita, muy fuerte, del momento en que yo me iba a tomar mis vacaciones. Yo le expliqué que me iba a descansar, pero que volvía, y le regalé una jirafa de peluche diciéndole: “En esta jirafa está mi corazón, siempre va a estar ahí”. Él estaba feliz y dijo “Esto me lo dio mi mamá”, así que tuve que explicarle que yo no era su mamá, que yo era su tía Yeissy. Entonces se enojó, tomó la jirafa y me la tiró, salió corriendo hasta esconderse en una casita de muñecas que hay allá. Agarré la jirafa y lo seguí hasta la casita, donde conversamos harto rato, lo abracé y entendió que yo me iba, pero que volvería.
    Y me fui y lloré harto, me dio pena sus ganas de tener una mamá, quería que yo fuera su mamá por la manera en que lo atendía. Fue lindo porque sentó que él me quería tanto como yo lo quería a él.
    Cuando regresé, después de 20 días, mis compañeras me contaban que Rodrigo preguntaba todos los días por mí, que se asomaba por la ventana para ver si yo venía en las micros que pasaban. Cuando me vio, corrió a abrazarme y me dijo: “Tía, tú llegaste”. Estaba fascinado porque había vuelto y no lo había dejado, que esa era la experiencia que él tenía. En realidad los dos estábamos felices.
    ¿Y cómo fue cuando Rodrigo se va con sus padres adoptivos?
    No se quería ir, él quería irse con la mamá un rato, pero volver a dormir al hogar. Yo le decía “Vas a tener tu pieza”, y él respondía “No tía, yo duermo acá. Tú me esperas, yo vuelvo”. Siempre era lo mismo, hasta que un día, después de dos semanas de intentos, le dije: “Ya Rodrigo, es hora de irse, ahora te vas con la mamá y el papá. Vas a ir y lo vas a pasar chancho. La tía manda, y la tía dice que tú te vas”. Me miró muy serio y respondió “Sí, tía”; era como si necesitara mi permiso. A lo mejor ese era su miedo: dejarme.
    Me dolió hacer eso, pero en ese momento tenía que irse, porque de lo contrario él nunca iba a despegarse. Le costó mucho, y a mí también, pero era lo que había que hacer. Después me llamó por teléfono y me dijo “Tía ¡lo pasé chancho!”.
    Has trabajado con lactantes (niños de 0 a 2 años) y con pre-escolares (niños de 2 a 5 años) ¿Cuáles son las diferencias y similitudes en el trabajo con ellos?
    Yo creo que similitudes no hay muchas, sólo que los dos son igual de amorosos. Lo que los diferencia es la independencia que tienen los niños más grandes, el querer hacer lo que ellos quieran. Necesitan espacio, necesitan moverse, llamar la atención del adulto para sentirse contentos.
    En un bebé es muy difícil saber por qué está llorando, en cambio en el niño grande uno puede saberlo más fácilmente. Pero ambos necesitan el mismo cariño.
    ¿Crees que el daño por el abandono con que la mayoría de los niños llega, lactante y preescolar, puede ser reparado en alguna medida?  
    Yo no sé si se pueda reparar ese daño, al menos no al 100%, creo que en el fondo siempre está el dolor que lo dejaron, no se olvida. Siempre está ese dolor, los niños no lo olvidan.
    ¿Qué consejos les darías a los padres adoptivos una vez que el hijo/a se integra a su familia?
    Paciencia, mucha paciencia para poder entenderlo y saber ponerse en su lugar: “¿Cómo se sentirían ellos si fueran abandonados? ¿Cómo es sentirse no querido?”. Lo que se necesita es paciencia y las ganas de hacerlo bien. Y quererlos mucho, porque son exquisitos, son demasiado ricos.
    ¿En qué situaciones ves el cambio que se produce en los niños cuando se trabaja con ellos?
    Hay menos llanto. Por ejemplo en Camila, una niña de 10 meses al momento de llegar, lo único que hacía era llorar, y después que empezamos a trabajar con ella, empezó a sonreír. Estiraba los bracitos, lo único que quería era que la tomaran en brazos. Ahí una va notando los cambios, y piensa: “Lo estoy haciendo bien, porque ella me está mirando como alguien importante en su vida”. Entonces ya te está necesitando, eso es importante: que los niños sepan que cuando tienen una necesidad, cuentan con una persona que los apoya, que ahí está.
    Otro caso es el de Martín, que llegó muy tímido y después la lengua se le soltó, ahora habla mucho y busca cariño. Esos son los cambios que se ven, más sonrisas, más ganas de estar con nosotras, las cuidadoras. Una se siente necesaria.
    ¿Cómo describirías el avance que tienen los niños?
    Cuando llegan están muy angustiados, y llegan a una fase crítica, donde se portan mal, con la pataleta, la rabieta y los gritos, ese es como el pick, después se estabilizan.
    Ellos saben que si nos necesitan estamos ahí, ahí empiezan a regularse. Pueden demostrar que tienen dolor y que pueden llorar, y que no van a decirles nada si lo hacen. 


      Cita normas A.P.A.:
      Siredey, Verónica (2011). Yeissy Cornejo, Cuidadora de Niños. Te quiero porque te cuido. Adopción y Familia, 7, 40-43

      URL Abreviada: http://numrl.com/ycc07

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