La vida fuera del cascarón
Promover
y lograr una sana integración al entorno pareciera ser el paso siguiente lógico
e ideal en la vida de todo hijo adoptivo. En este artículo analizamos los
distintos factores que pueden ayudar a lograr esa tan anhelada, enriquecedora y
buena convivencia, tanto desde la perspectiva escolar como de la familia
extensa.
Andrea
es el nombre ficticio que le pondremos a una niña de prekínder que solía contar
con mucha naturalidad en su colegio que fue adoptada. Nunca había manifestado
algún tipo de complicación o problema frente a este tema, hasta que una
compañera, con la misma simpleza y sin ninguna mala intención, un día le
preguntó: “Bueno, si eres adoptada, ¿dónde está tu otra mamá?” Andrea recibió
la pregunta como un balde de agua fría. Nunca antes lo había pensado. Esto le
desencadenó una serie de cuestionamientos, temores y sentimientos que,
afortunadamente, fueron debidamente recibidos, respondidos y conducidos por una
profesora de mucho criterio y unos padres preparados.
Situaciones
como ésta son más frecuentes de lo que podemos imaginar y plantea el desafío de
ofrecer un entorno confortable y seguro, donde los niños adoptados puedan
crecer y desarrollarse en igualdad de condiciones respecto de sus pares. Para ellos,
a la tremenda tarea de incorporarse a una nueva familia y establecer vínculos
sanos, se agrega otra nada menor, salir del protegido cascarón del nuevo núcleo
familiar con la esperanza que allí afuera encontrarán un mundo bueno.
El colegio, un apoyo fundamental
Margarita
Silva, psicóloga del Colegio San Ignacio El Bosque, ha observado cómo se han
ido realizando ciertos ajustes en el entorno escolar. Se hace frecuente y más abierta
la presencia de niños adoptados en las salas de clases; también la desaparición
paulatina del prejuicio de que son niños con problemas y la realidad de la
familia actual, que incorpora un abanico más amplio en su tipología, incluyendo
a las familias monoparentales, padres separados o niños a cargo de otro
familiar, como una abuela, por ejemplo.
De
acuerdo a la psicóloga, estos ajustes se han hecho en función del colegio y la
familia adoptiva y el requerimiento es claro: “Mi visión es que hay que hacer
un acompañamiento al niño. Es fundamental estar atentos a las necesidades que
puedan surgir respecto de su historia de vida. Para esto, es necesario hacer un
trabajo con todos los niños en la sala de clases, no sólo con los adoptados”.
En
sus veinte años de experiencia, Margarita ha sido testigo del nacimiento de un
tema nuevo: “Sin duda la adopción en nuestra sociedad es algo que recién se
está abriendo y, en ese sentido, hay mucho que poner sobre la mesa, mucho por
hacer”.
Destaca
lo que ella llama limpieza del concepto antiguo y lineal respecto de que el adoptado
es un niño que trae problemas. “Afortunadamente ha cambiado para bien, porque
los profesores están cada vez mejor preparados para recibirlos en sus salas de
clases y acompañarlos en su proceso educativo. Hoy existe una visión mucho más
positiva y constructiva de los niños adoptados, porque se ha ido ampliando el
concepto tradicional de familia. Hay una comprensión más libre, limpia y
dispuesta de la familia en general”.
Así
como Margarita Silva ha podido ver una mayor apertura en los padres adoptivos,
quienes llegan al colegio mostrándose más relajados frente al tema, ha observado
también que la mayoría dice que su hijo es adoptado una vez que el niño ya ha
sido aceptado en el colegio. “Si para todo papá el proceso de selección e
incorporación al colegio implica una ansiedad enorme, para el padre adoptivo es
el doble”, dice. Y agrega que estos “son niños que físicamente son iguales,
como cualquier otro, pero en su historia personal está el hecho de haber sido
entregado por sus progenitores y acogido por una nueva familia. A ellos se les
agrega este elemento adicional, que es necesario asumir y trabajar”.
Cómo
debiera realizarse este trabajo, a juicio de la profesional: Así como la
profesora acompaña a los distintos niños en sus salas de clases, a los que son
hijos adoptivos tiene que acompañarlos también a lo largo de todo el proceso,
de acuerdo a las distintas necesidades o inquietudes que se vayan presentando.
El profesor tiene que ser más cercano para darse cuenta e informar a los padres
respecto de cualquier situación, para que ellos a su vez puedan manejarlas
adecuadamente y a tiempo. Si bien los doce años de vida escolar siempre estarán
marcados por periodos más intensos o complicados que otros, un momento de especial
atención, de acuerdo a la especialista, es cuando se trabaja la unidad de
afectividad. “Entonces se pueden presentar inquietudes nuevas y es más
necesario que nunca que los profesores estén atentos y bien comunicados con la
familia”.
La
adopción es un tema que debe ser trabajado con todos los niños de la clase:
“Porque se realiza un cambio de visión que es necesario. De esta manera, la
idea es transmitirle a los alumnos que la adopción es una opción válida de
hacer familia. En el colegio hemos dado algunos pasos. Por ejemplo, en vez de
hacer la actividad ‘Cómo fue cuando nací’, hacemos ‘Cómo fue cuando llegué’.
Esto permite trabajar de manera más amplia y real el espectro de la diversidad
en la conformación de una familia”, agrega Silva.
En
este sentido, es fundamental que los padres adoptivos, al momento de postular a
un colegio, se interioricen del proyecto educacional, de manera de velar porque
el manejo y acompañamiento en relación con la adopción se realice con una
visión compartida. La labor educativa claramente es un trabajo que debe hacerse
en equipo, muy de la mano con los padres. Por eso es bueno que los padres
conozcan la visión y el manejo que el colegio tiene respecto del tema. Deben
ver si es un entorno que esté dispuesto a acompañar durante todo el proceso y
las distintas etapas de la vida. Que no sea sólo interés en lo académico, sino
que exista un interés genuino por vincularse con la familia.
Para
Margarita Silva, la labor de los docentes trasciende el trabajo con los niños.
“Los padres adoptivos son papás que quieren hacerlo muy bien. Una tarea de los
profesores que es muy relevante, es la de normalizar ante ellos situaciones que
son propias de ciertas edades de los niños. Los profesores deben ser
sostenedores de las ansiedades de estos padres que son altamente
autoexigentes”.
Los
profesores debieran prepararse respecto de los temas de formación de familia.
Aprender y estar abiertos a acompañar en la diversidad, porque no sólo se va a
acompañar al hijo adoptivo, también al hijo de los padres separados, la mujer
sola o de un viudo.
El rol de familiares y amigos
Para
Viviana Reyes, psicóloga de Fundación San José para la Adopción , la apertura que
el niño muestre hacia su entorno respecto de su condición de hijo adoptado,
tendrá una relación directa con su madurez. “Una inquietud constante que
podemos observar en los padres adoptivos es si contar o no que su hijo es
adoptado”, explica. La respuesta a esta interrogante se debe buscar en relación
con lo que el niño necesita. “No se puede perder de vista que siempre debe
primar el interés superior del niño. En este caso, debiera tomarse en cuenta lo
que opina el hijo, a veces se toman decisiones en este sentido y se olvida
averiguar qué es que él quiere o preferiría”, dice.
Pero
agrega que es muy distinta la situación cuando están en edad preescolar que
cuando son mayores: “En la medida que se desarrolla cognitivamente, puede tomar
en cuenta otros elementos. Por eso, cuando son más chicos cuentan más
abiertamente y a medida que van creciendo son más reservados, con momentos en que
se guardan bastante el tema. Esto es porque están procesando su historia y es
posible que algunos aspectos de ella les generen conflicto. Si en este
escenario entran otros factores, como las preguntas de algún compañero que les
provoquen inquietudes, será importante que padres y profesores puedan estar atentos
para acompañar, guiar y contener”.
Dado
que en este proceso los factores del entorno que intervienen no se pueden
controlar, es que la profesional recomienda a los padres tomarse este tipo de
situaciones como parte natural del proceso. “Es parte de la vida y los papás
debieran entender que los niños en algunas etapas se van a ir para adentro, se
van a cuestionar”, dice.
Por
esto, el rol de los padres es estar dispuestos a recibir y tolerar esos
conflictos: “Ellos deben estar atentos, los hijos van creciendo y por supuesto
a los papás les resulta difícil escuchar que a sus hijos les complica algún
aspecto de la adopción, de su historia. Es duro enfrentar esto, pero es parte
de su crecimiento. Hay que avanzar en el proceso de la adopción y entregarles
herramientas, siempre ajustándose a la edad del niño. Los papás debieran ir de
la mano con su hijo y también ir creciendo junto a él en ese proceso, sin asustarse
tanto. Asumirlo como procesos que son parte de la vida, del desarrollo y
crecimiento. Pero por muy preparados que estén los padres, es inevitable que se
les genere algún grado de conflicto con esto”.
Sin
embargo, existe otra parte del entorno del niño y de la familia que también es
necesario tomar en cuenta. Así como muchas personas reaccionan bien, también
hay otras que no saben cómo hacerlo de forma adecuada, sea por prejuicios o
ignorancia. “Es algo que los padres no podrán controlar y sería un error
intentar cubrir todas las alternativas frente a lo que su hijo pudiera
enfrentar. Lo fundamental es entregarle elementos de juicio para que él pueda
afrontar estas situaciones con las herramientas que le permitan superarlo”,
explica Reyes.
Por
esto, recalca que también es rol de la familia ir formando a su entorno. “Los
padres deben educar a los amigos de confianza y a los familiares. Eso facilita en
parte el camino, ayudando tanto a los
papás como a los hijos a crear una red de apoyo y abrir el tema con otros, pudiendo
conversar sobre adopción con una tía o un abuelo, con quienes aborde esos temas
que le cuesta hablar con los papás, quizá por temor a tocar un punto sensible”.
El
apoyo de los familiares y amigos permite liberar de tanta carga a los padres.
Reyes sostiene que “sería bueno que ellos puedan extender una invitación a los
familiares más cercanos y personas de confianza para que empiecen a informarse
sobre lo que es la adopción, que les compartan material y que puedan contar con
ellos cuando sientan que necesitan ayuda. Son cosas tan simples, pero que les
puede servir tanto. Todo soporte que reciban será bienvenido. Como pasa en todo
hogar, el sostén de la familia extensa es fundamental”.
Y
recuerda el caso de unos padres que adoptaron un niño de tres años y medio. Una
manera de prepararse fue explicándoles a sus familiares que necesitarían apoyo.
“Fueron muy concretos. Pidieron, por ejemplo, que no los presionaran tanto con
las visitas, porque necesitaban un tiempo para adaptarse y vincularse; que
entendieran ciertos comportamientos que podía tener el niño. ‘Tengan presente que antes vivió en un hogar,
entonces si no saluda, no es porque no los quiera o sea maleducado. Si ven una
pataleta, por favor no se metan’, fue parte de la solicitud. Esto, por
supuesto, fue el resultado de unos padres sumamente competentes y preparados
que se preocuparon de recibir apoyo y asesoría para enfrentar los desafíos que
ellos sabían traía esta parentalidad”, recuerda.
Si bien la posibilidad de
ofrecer la mejor vida a los hijos, evitando en lo posible caídas y dolores, es
un anhelo universal de todo padre y madre, no se puede desconocer el deber de
la sociedad de recibir apropiadamente a las nuevas generaciones y educarlas
desde una perspectiva social constructiva y enriquecedora. “Ésta es una labor
que compete a todos, requiere de preparación y adquiere especial relevancia en
los colegios, la familia y el entorno social. Porque es una responsabilidad
compartida demostrar a los niños que la promesa de un mundo mejor, más
respetuoso e inclusivo, es más que simples palabras”, concluye la profesional.
Cita normas A.P.A.:
Lira, Ladislao (2011). Los hijos y el entorno. La vida fuera del cascarón. Adopción y Familia, 7, 14-17
URL
Abreviada: http://numrl.com/hye07
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