El silencio de los inocentes
Carolina Bascuñán D.
Fundación Crecer con Justicia
Día a día escuchamos con
aberración situaciones en la que niños, niñas y adolescentes sufren maltrato en
sus casas, jardines infantiles, escuelas, instituciones de proteccióno barrios.
Nos espantamos e indignamos al ver una sociedad que no logra erradicar una de
sus más antiguas tradiciones: el maltrato hacia los niños y niñas.
Lo que muchos de nosotros
hacemos como padres y madres frente a esta situación es comprometernos en la
intimidad de nuestro círculo familiar a educar desde el respeto y cuidado a
nuestros hijos e hijas. Sabemos con certeza que no podemos ejercer violencia
hacia ellos y, con un poco menos de acuerdo, algunos también sabemos que tratar
bien a los niños y niñas es mucho más que no golpearles.
Hoy en día Chile presenta
un gran porcentaje de maltrato hacia los niños. Un 73% según UNICEF sufre algún
tipo de violencia (física o psicológica) al interior de sus familias, pero poco
o nada sabemos del maltrato en otras instancias fuera del hogar o por personas
no familiares.
Muchos aún siguen haciendo
oídos sordos ante los gritos de un niño en la calle, o de una madre o padre que
grita a su hijo o hija en el supermercado, o ante los llantos incesantes de un
bebé en la casa vecina, o frente a niños y niñas que piden en la calle, limpian
nuestros vidrios del auto o nos ayudan a estacionar. Todas formas de maltrato
que a veces preferimos no ver.
Pero un país moderno, desarrollado
y económicamente prometedor como Chile jamás logrará estar a la altura de las
grandes potencias si no garantiza el mejor nivel de vida posible para todos sus
niños y niñas. Porque la omisión ante un acto de maltrato también es un
ejercicio de violencia y, cuando se trata de los más pequeños, no nos podemos
conformar con actuar ajustado a derecho al interior de nuestras casas, debemos
ayudar a construir día a día un lugar en el que todos y todas podamos vivir
protegidos de cualquier forma de malos tratos.
Hoy en día muchas mujeres
debemos salir a trabajar, dejando a los hijos e hijas al cuidado de otras
personas en nuestra casa o en un establecimiento destinado para ello. Cuando
ocurren situaciones de maltrato, suelen alzarse las voces que dicen con descaro
que ellos venían escuchando desde hace mucho tiempo llantos o gritos… La pregunta
que cabe entonces hacerse es ¿qué nos impide actuar? ¿Por qué debemos esperar a
que un hecho se concretice con la mayor de las brutalidades para convencernos
que puede ser cierto? ¿Por qué no salir de nuestras casas, golpear la puerta
del vecino y preguntar por qué un bebé llora tanto? ¿Por qué no ofrecer nuestra
ayuda? ¿Por qué no convertirnos en activos protectores de todos los niños y niñas?
Parecen obvias las respuestas
y en los discursos todos parecemos coincidir en ellas, sin embargos las cifras
nos siguen develando una sociedad poco comprometida con los derechos de los
niños, niñas y adolescentes, que invisibiliza sus penas, sentimientos, que no
les pregunta, que no les escucha.
Muchos de los niños y
niñas que son víctimas de violencia no pueden contar lo que les pasa, no sólo
por su edad, sino también por el miedo que les produce una sociedad que los
cuestiona, que los interroga, que siempre pone en duda su relato y que no los
trata como sujeto de derecho.
No bastan las leyes y el
aumento de la pena a los maltratadores, no es suficiente con un registro de
pedófilos, no soluciona nada una sala de escucha en un tribunal o las cámaras
de video vigilancia en nuestras casas o instituciones, sino formamos adultos
respetuosos de los derechos de los niños y niñas, que hablen por ellos, que
crean en su palabra y que garanticen que esta sociedad los escuche.
Cita normas
A.P.A.:
Bascuñán, Carolina (2014). El silencio de los inocentes. Adopción
y Familia, 10, 33
URL
Abreviada: http://numrl.com/nna10
Excelente columna! Como siempre, Carolina Bascuñán es una de las pocas voces que se alza pidiendo que escuchemos y veamos a los niños. Constantemente me sorprendo con la falta de cuidado y de empatía, como muchos adultos confunden su inocencia con incapacidad para pensar, para entender, para decidir y, sobre todo, para opinar.
ResponderEliminarHoy leía sobre un caso de una madre y su pareja que torturaron, y finalmente asesinaron, a su pequeño de 10 años porque le gustaba jugar con muñecas. La única persona que habló fue su profesora, que en varias ocasiones llamó a las autoridades para denunciar la violencia que sufría este niño, sin que nadie hiciera nada.
En Chile, una niñita de 13 años fue violada, quedó embarazada y el feto es inviable, pero no puede acceder a un aborto porque es ilegal en el país. Como si fuera poco, los medios de comunicación no dejan de hablar de su caso, del lugar donde vive y de dónde se encuentra ahora.
A menudo me toca editar historias anónimas de abuso, bullying y homofobia en http://jovenconfundido.com/. Padres que humillan y golpean, compañeros de escuela que se burlan, profesores que no hacen nada. Niños de 12 años que no se atreven a decirles a sus padres que les gustan los chicos, porque tienen miedo a que los golpeen o que los dejen de amar. Y me pregunto, ¿a quién recurren estos niños? ¿Por qué sus historias aparecen en un blog que es leído por miles de personas, pero no conmueven a su entorno?
Como señala Carolina, no se trata de mayores penas para los maltratadores, si luego se revictimiza o no se escucha a los niños. Hay que ser conscientes de sus derechos, respetarlos y sobre todo creerles.
Un abrazo,