Cuando se cruzan las miradas
El instante en que
padres e hijos adoptivos se ven por primera vez, es de tal impacto, que los
preparativos para ese momento no pueden dejar ningún detalle al azar. En esta
importantísima cita los protagonistas son el amor y el cariño de todos los
involucrados.
Antes de llegar a culminar un proceso de
adopción, pueden pasar años. Es necesario coordinar tantos factores, que la
espera para concretarla puede ser larga. Es por eso que llegado el momento, no
se escatima en esfuerzos para lograr que ese enlace, como se le llama al primer encuentro entre ambos, resulte
lo mejor posible.
Un
niño que cambia su destino
Mónica Espinoza es psicóloga y trabaja en
los procesos de Enlace de la Fundación San José. Su lugar de operaciones es el
Hogar Santa Bernardita, que acoge a niños que por diversas circunstancias no
pueden vivir junto a sus familias. Cuando el tribunal de familia, después de un
proceso exhaustivo, llega a la determinación de que el niño o niña puede
incorporarse a una familia adoptiva, entre las parejas que se han preparado para
la adopción, se asigna a los que mejor reúnen las características que el niño
requiere de sus padres.
El encuentro entre ellos es un momento tan
esperado y de tanta carga emocional, que se necesita de mucha preparación y los
más minuciosos cuidados para que todo sea un éxito. Es un proceso que han
llamado de Vinculación Asistida, que consiste en preparar a los padres y al
niño para el encuentro y los acompaña en ese primer periodo de conocerse y
llegar a vivir juntos como familia.
Es por esto que, según explica Mónica Espinosa,
apenas se tiene noticia de que habrá una adopción, se inicia el Programa de Vinculación
Asistida con las actividades de preparación para el encuentro, tanto con el
niño como con los padres. “Este consiste en entrevistas que los profesionales
tenemos con los papás. En ellas le damos a conocer la historia del niño o la niña,
le hablamos de cómo es y cuáles son las necesidades que presenta. Es bien emocionante,
porque en ese espacio salen a la luz los temores de los padres y se resuelven
dudas como qué hacer en ese momento, qué se le dice, si lo toman o no en
brazos. Así, se entregan todas las herramientas necesarias para bajar la
ansiedad”.
El programa contempla dos o tres
entrevistas, dependiendo de factores como la data de permanencia que ha tenido
el niño en el hogar y de sus características y necesidades particulares. “No es
un trabajo esquemático. Todo es preparado según cada caso, de niño a niño. Tiene
que ser muy personalizado, porque las historias son complejas y requieren de un
trabajo adecuado”, explica Mónica.
También, para ir preparando el día del encuentro,
se le entrega a los padres un documento que se llama Así soy yo. Ahí se pone el detalle de las características del niño
o niña, qué le gusta comer, cómo le gusta que le hagan cariño, qué le molesta,
los juguetes que le entretienen, entre otras cosas. Es una radiografía lo más
precisa posible, para que ellos vengan a ese sintiendo que ya conocen en parte
a su futuro hijo.
Por otro lado, los días previos al enlace, al
niño se le van mostrando fotos de sus padres adoptivos, para que él también
tenga una imagen de quiénes serán sus papás. “Esto lo hacemos con niños que
tienen desde ocho meses en adelante. Ellos reconocen imágenes, lo que puede ayudar
a que el día en que se encuentran, las caras no le sean desconocidas”.
En algunos casos, con niños un poco más
grandes, los futuros padres envían un video en que se puede escuchar sus voces,
verlos en movimiento, interactuar entre ellos, desenvolverse en su espacio.
Esto ha sido un recurso muy importante para los niños, les ayuda a enfrentar el
enlace con más seguridad, de modo que la realidad del encuentro se vuelve más
concreta
Finalmente, en las reuniones de previas al enlace
se hace entrega a los padres de un programa que considera actividades para el
siguiente paso, periodo en que se conocerán padres e hijo mutuamente. Éste
comienza con el primer encuentro y, dependiendo de la edad del niño y de cómo
han sido las circunstancias, se puede extender hasta por 10 días, antes de que
puedan llevarlo a la casa.
Y
llega el día
Se fija el día y la hora, el hogar entero
se pone a disposición de este momento y se prepara especialmente una salita
para recibir a los protagonistas: los padres y el hijo, y serán acompañados por
el profesional y la cuidadora significativa del niño, que buscan darle
confianza. Todo con el objetivo de que ese día, el padre, la madre y el niño
logren un primer acercamiento.
Este momento siempre tiene su cuota de
estrés, sin embargo, es un instante muy emotivo y, además, resulta muy
incierto, porque aunque todo ha sido muy bien preparado, nadie sabe cómo va a
reaccionar el niño. “Es un momento donde uno realmente se encuentra con la sorpresa
de las relaciones humanas. Ha habido algunos enlaces que los hemos preparado
mucho, pensando que para ese niño será más difícil, pensando que va a rechazar,
y ocurre que ve a sus padres y corre a sus brazos. O al revés, casos que
pensamos que iban a ser fáciles, el niño se cohíbe y cuesta que se acerque”,
explica Mónica.
Lo importante es que cada eventualidad ha
sido muy bien trabajada con los padres en el periodo previo al encuentro con su
hijo y si, por ejemplo, “vemos que hay angustia, que las cosas no están
fluyendo, se suspende y seguimos otro día. Somos muy cuidadosos de respetar
cada proceso, cada caso es individual y lo cuidamos al máximo”, explica la
psicóloga. Por el contrario, “si vemos que el niño reacciona bien, vamos
saliendo los que somos ajenos. El objetivo es dejar solos a los papás con su
hijo”.
Según agrega la especialista, este proceso
es más fácil mientras más pequeño sea el niño. “Lo más difícil se da a partir del
año, cuando ya han hecho vínculo con las personas del hogar y les cuesta más acercarse
con personas desconocidas. En general, para estos casos se hace uso de un
período de vinculación más largo, de 10 días aproximadamente, para que el niño
pueda partir con sus padres más tranquilo”, concluye la psicóloga.
¿Y
después?
Termina el primer encuentro. Los padres se
van para volver al día siguiente e iniciar la vinculación a través de la
participación en las actividades cotidianas del niño: mudarlo, darle la leche,
bañarlo…
“La idea es que los papás vengan a aprender
a relacionarse con el niño. Por eso el hogar está abierto para que ellos
circulen por su pieza, por el baño, por la sala de juegos y puedan participar
en todo lo que sea necesario”. Además, durante estos días tienen contacto con
las cuidadoras, quienes transmiten toda la información del niño, y con la
pediatra, quien hace entrega de su completo historial médico. “Todo esto busca
entregar continuidad en el estilo de cuidado; y no hay que olvidar que, por muy
pequeño que sea el niño, la residencia ha sido su hogar y hay que favorecer una
transición amorosa y cuidadosa a su nueva familia”, explica la psicóloga.
Después, a medida que pasan los días,
padres e hijo pueden salir, pueden llevarlo a la plaza y visitar la que será su
casa. “A esa primera ida a la casa, van con alguien del equipo, para darle la
seguridad al niño que ése es el lugar donde va a estar y que nosotros lo
apoyamos. La idea es ir haciendo puentes de confianza entre el niño y la
familia adoptiva”.
Finalmente, el proceso de Vinculación
Asistida termina cuando el niño se va a dormir a su nuevo hogar. “En ese
momento, es otro el equipo que acompaña la interacción en la casa, en lo que se
llama el proceso de postadopción, solucionando todas las dudas que puedan
surgir en esta nueva etapa”.
Un
niño que cambia su destino
Victoria Guerra, es psicóloga y trabaja en
la Fundación Mi Casa, desde donde se hace cargo del enlace de niños ya más
grandes y que habitan en distintas residencias, con sus futuros padres. Con
ellos hace un trabajo terapéutico que busca un final feliz para quienes no han
tenido años fáciles.
En Chile la adopción de niños mayores no es
tan frecuente y es muy común que ellos se vayan en adopción con familias
extranjeras. “Lo que tratamos nosotros es que el trance desde la institucionalización
al encuentro con una familia adoptiva, sea realizado de la mejor manera
posible, que no sea traumático para el niño. Él ya ha tenido suficientes
quiebres en su vida y este tránsito, que es fundamental, tiene que ser hecho de
la manera más amorosa posible”, explica Victoria Guerra.
Para lograrlo es clave, además de la
preparación del niño, una coordinación perfecta con los adultos que lo rodean:
la educadora, la dupla psicosocial que ha estado a su cargo, sus profesores, entre
otros. Con todos ellos se necesita estar en perfecta sintonía para dar
confianza al niño, frente al futuro que se viene y respetar y cumplir cada paso
que se ha definido para el proceso de enlace. Según Victoria, “los niños no
saben lo que se les viene, entonces nadie puede remar en contra y decirle, por
ejemplo: cómo te vas, pero allá nadie te conoce. Por el contrario, la idea es
que sea un tránsito lo más natural, un proceso de continuidad de la existencia,
donde sólo van a pasar cosas buenas”.
Un gran hito en este proceso previo al encuentro,
es la presentación al niño de un álbum que ha sido hecho por sus futuros papás,
quienes le muestran fotos suyas, del lugar donde va a vivir, escriben lo que
piensan de él y lo invitan a ser parte de su familia. “La entrega del álbum al
niño marca un momento muy importante, porque con él, ellos hacen carne todo lo
que uno les ha hablado el tiempo previo. Ven que los papás existen, que tienen
cara, que tienen un nombre y que lo están esperando. Normalmente, cuando
reciben este álbum, corren a su residencia a mostrarlo. Por esto mismo, es que
se hace muy importante la coordinación previa con las personas que viven con
él, para que lo contengan y lo acompañen durante ese último tiempo”, explica
Victoria.
En los días siguientes, los niños son
visitados a realizar otra actividad importante, que es la elaboración de un
calendario. Según Victoria, “este es una hoja muy simple, que pone los días que
faltan para el enlace y que ha demostrado ser un excelente elemento para
disminuir la ansiedad”.
Para cada día y en coordinación con la
residencia, pues es muy importante su apoyo en el cumplimiento de todo lo que
se ha establecido, se marca una actividad. Por ejemplo, la elección de las
cosas que llevará, la compra de maletas, la despedida en el colegio y en la residencia.
Este calendario lo pega en la cabecera de su cama y cada día va tiqueando lo
que ya se ha realizado. “Con cada uno de estos hitos, la idea es que el niño vaya
cerrando un ciclo y ‘diga ya me voy’.
La despedida del lugar donde ha vivido, por ejemplo, es fundamental para marcar
un cierre de su institucionalización y abrir la posibilidad de esta nueva vida”.
“El
día del enlace tiene que ver mucho con los ritmos del niño. Nosotros apostamos,
porque la experiencia nos lo ha demostrado, que los niños grandes se ponen muy
ansiosos si, después de conocer a sus padres, los dejan en la residencia. Eso
para ellos vuelve a ser un problema. Es por esto que viendo cómo se dan las
cosas y respetando la opinión de la residencia, nosotros somos de la idea que
si están hechos todos los cierres correctamente y el niño quiere irse ese día
con sus papás, que se vaya. Nosotros los acompañamos a la casa y vemos cómo va
todo”.
Cada caso es individual y cada niño un
mundo distinto, si no se sienten bien porque algo no les gustó o están nerviosos,
pueden irse cuando se sientan mejor y más preparados. “Hasta hoy ha sido muy
favorecedor el estar abierto a lo que el niño decide y no generar un esquema
previo adulto. Lo que vale es la cara del niño y lo que él quiere. Aquí hemos
visto de todo, niños que quieren partir de inmediato y otros que prefieren
tomarse su tiempo y después de tres o cuatro días se van felices. Lo importante
es lograr que los papás adoptivos sean capaces de sostener y acoger las
historias que son parte del niño y que muchas veces están cargadas de dolor y
daños”.
Al trabajar con niños grandes, se debe
tener presente que tienen en la adopción su última posibilidad de algo mejor.
“Lo bueno es que estas historias siempre terminan bien, a todos les cambia la
vida, el proceso terapéutico por el que pasan ayuda muchísimo, saben por qué se
van, lo que no implica que se van sin dolor y que seguramente, aunque sean
felices con sus nuevas familias, puedan mantener penas y dudas”.
El trabajo profesional
Sin duda, uno
de los protagonistas más importante en el proceso de Enlance y en toda la preparación
que éste requiere, son los profesionales a cargo. Entre ellos, por ejemplo, están
los psicólogos que desde mucho tiempo antes del encuentro entre padres e hijos,
deben realizar un importante trabajo terapéutico.
María Jesús
Arellano es una de ellos. Psicóloga clínica que trabaja en el área de infancia
y adolescencia en uno de los Centros Residenciales pertenecientes a la
Fundación ICYC (Instituto de Colonias y Campamentos), que atiende niños, niñas
y adolecentes (desde los dos a los 18 años) que han sido gravemente vulnerados
en sus derechos, explica que este trabajo requiere necesariamente de profesionales
muy bien preparados y, por sobre todo, con gran vocación y dedicación a prestar
un servicio social. “Para mí es fundamental como profesional sentirme muy
segura del trabajo que se ha ido realizando con cada niño, sentir que se ha
llevado a cabo un trabajo riguroso hecho a conciencia y poniendo en práctica
todo el conocimiento técnico y la dedicación. Nunca perdiendo de vista que aquí
lo que se está realizando, sesión a sesión, es dar un paso más hacia la
concreción de un anhelo, de una necesidad inmensa de un niño que pide tener
papás y que sueña con ser parte de una familia”.
Por otra parte, la especialista explica que también es
importante, “tener claro que como psicólogos no podemos esperar que un niño repare
toda su experiencia durante su proceso de preparación a la adopción, ya que la
única terapia que realmente repara y resignifica los sucesos traumáticos
eficazmente es el amor, y esto sólo lo tendrá cuando se encuentre dentro de su
futura familia”.
Finalmente, María Jesús, es enfática en señalar que
“el norte de los profesionales que trabajamos en infancia vulnerada en sus
derechos, debe ser restituir el derecho de vivir y crecer en una familia, ojala
sea la familia de origen o su familia extensa y, si eso no es posible,
considerar la adopción como una forma válida de hacer familia, entendiéndola
como una instancia que permite a muchos niños poder restituir este derecho y no
ver como su única forma de crecer y vivir, la institucionalización prolongada y
el abandono”.
Cita
normas A.P.A.:
Pulido, Magdalena (2014). El primer encuentro. Cuando se cruzan las
miradas. Adopción y Familia, 10, 14-18
URL abreviada: http://numrl.com/epe10
Sin duda un momento dificil de olvidar, en mi caso trate de imaginarme la reaccion de mi pequeno y por supuesto la mia. Despues de lo que me parecio una larga espera, llego ese nino casi irreal, tan observador y tan ajeno a lo que sucedia a su alrededor, entraste a la habitacion, puedo ver en su rostro una pequena sonrisa(claro, no dirigida a mi )pero esa sonrisa tan bella me atrapo
ResponderEliminarese encuentro de miradas entre Jorgito y nosotros fue una cosa realmente indescriptible ,no conocíamos su carita, su color de pelo, sus ojos, pero decidimos ir en su encuentro, como el fue al nuestro!. Hoy es lo que llena nuestras vidas, con sus 8 años tiemblan los cimientos de la casa con su sonrisa.Esperabamos , como muchos, a un bebe, pero .....por que no un nene mas grande nos preguntámos..y asi fue, vino a nuestras vidas con 7 años , es como siempre hubiese estado con nosotros, se mimetizo a nuestras vidas de tal forma que hasta se parece en nuestro andar, cosas de la vida no...??
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