Una adopción con lazos biológicos
Ésta es la historia
de los Ibarra Pizarro, un matrimonio que decidió seguir el camino de la
adopción, asumiendo que el lazo sanguíneo no sería parte del vínculo que uniría
a su familia. Pero el destino les tenía preparada una sorpresa, sus hijos son
hermanos biológicos. Luego de un tiempo de la llegada de su hija mayor, reciben
la noticia que tiene un hermano pequeño. Hoy los cuatro forman una familia en
que el lazo sanguíneo corre por cuenta sólo de los hijos.
El comienzo de la vida en pareja de los
Ibarra Pizarro ya los conducía a la adopción como alternativa para formar
familia. Paola perdió su útero a los 20 años y Ricardo quiso compartir su vida
con ella, aunque desde siempre supo que no podrían tener hijos biológicos. Hoy son
padres de Fernanda y Diego, hermanos de sangre que, sin tenerlo planeado, el
destino los unió para formar una gran familia.
“Apenas nos pusimos
a pololear, yo le conté a Ricardo que nunca podría ser mamá biológica”. Pero,
contrario a lo que podría pensarse, de ahí en adelante el amor sólo creció.
“Tuvimos un pololeo súper intenso, pegotes, casi siameses, con mucha onda… Pasó
el tiempo y decidimos formar una familia… Surgió entones la idea de adoptar”,
cuenta Paola.
Paola: “La
verdad es que decidimos adoptar primero y después nos casamos”.
Ricardo: “Para
iniciar los trámites de la adopción partimos en una institución donde nos
encontramos con una terapia de shock: más de 300 familias interesadas, la
exigencia de muchísimos requisitos y una manera muy fría para decir las cosas.
También nos encontramos con una pirámide donde ponían las prioridades para
tener éxito en el proceso. Entre ellas estaba: no poder ser padres biológicos y
estar casados”.
Fue entonces que Ricardo y Paola, sin
dudarlo, partieron en ese mismo instante al Registro Civil. Una semana después
ya eran esposos y, con eso, cumplían con los requisitos básicos para ir en
búsqueda del hijo tan esperado.
Sin embargo, por
recomendación y las vivencias compartidas por Rafael, jefe de Ricardo, decidieron
cambiar de institución donde realizar la adopción.
Los
primeros pasos
Empezaron en abril
del 2008. Lo primero fue una charla muy emotiva, inscripción, papeleo y tantos
nervios que hoy, con risa, recuerdan que en uno de los documentos donde salía religión, Ricardo leyó región y escribió: Metropolitana.
Paola:
“El
papel no se podía borrar, nos acercamos a pedir otro y por la tontera de
Ricardo, hicimos súper buenas migas con la gente de la Fundación. Estábamos tan
nerviosos que pensábamos que cualquier error podía ser causal de no entrar en
el proceso.
Nos fuimos a la
casa con la tarea de reunir muchísimos papeles. Pero nada se nos hacía un
problema, en una semana teníamos todo listo. ¡Fuimos catalogados como los más
aplicados!”
Se
inicia el camino
Paola: “Nos repitieron
muchas veces que no nos pusiéramos ansiosos, porque este proceso es lento…”
Y así empezaron. Primero, las entrevistas,
las evaluaciones psicológicas por separado y juntos, reuniones con la asistente
social y, en un tiempo bastante razonable, finalmente fueron declarados idóneos
para ser padres adoptivos.
Fue entonces cuando
les pareció que el camino se puso lento. Desde que les dijeron que eran idóneos
hasta que llegó Fernanda, su primera hija, pasaron 11 meses.
Ricardo:
“Nosotros
veíamos cómo todas las parejas con las que habíamos estado, empezaban a recibir
a su guagua y con nosotros no pasaba nada”.
Paola:
“Yo
estaba mal, odiaba al mundo, lloraba… Tenía una ansiedad incontrolable, subí 13
kilos a punta de chocolate, fue lo más parecido a un embarazo”.
Ricardo: “Teníamos
la pieza lista, pero como pasaban los días sin noticias, de a poco la cuna de
la guagua empezó a ser el canasto de la ropa limpia. Empezamos a perder la
ilusión. Hasta que, en una reunión en la Fundación, oímos el testimonio de
otras personas que habían pasado exactamente lo mismo que nosotros y nos
sentimos muy identificados”.
Entonces, retomaron
las fuerzas y la paciencia…
La
cuna tiene dueña
Paola: “Era 19
de agosto del 2010. Ese día amanecí con dolor de cabeza, machucada, con jaqueca
y avisé en el trabajo que iba a llegar más tarde. De repente sonó el teléfono,
era de la Fundación, pero como me sentía mal ni siquiera pensé que era para
anunciar lo tan esperado. Hasta que oí que me decían: ‘¡Llegó! Hoy cumple cuatro meses y es niñita’.
Me salpicaban las
lágrimas. Entré en shock. Llamé a Ricardo y sólo le grité. No me acuerdo de
nada, pero parece que llamé a medio Chile para contarle”.
Ricardo: “Yo
me vine del trabajo y cuando llegué la encontré todavía en pijama. Entonces le
dije: vístete, tenemos que ir a comprar sus cosas…”
Desde las nueve de
la mañana, hora que recibieron el llamado, hasta las 3 de la tarde, el día se
les hizo eterno. Hasta que por fin llegaron a encontrarse.
Paola: “Conocimos
a la gorda. Hubo una conexión de ojos inmediata. La pesqué altiro, la apreté,
nos abrazamos los tres. Ella era un angelito…
Yo le daba puros
besos y le decía: ‘¡por fin llegaste Feña!’
Fue muy emotivo, me acuerdo y se me llena el corazón”.
Después de cinco
días de visitas, Ricardo y Paola pudieron llevarse a la Fernanda a su casa. Sacaron
la ropa limpia de la cuna y al fin pudo ser ocupada por quien correspondía.
Los primeros
días
Paola: “Teníamos
todo listo para recibirla. Su cuidado nunca fue tema, todo resultó muy bien y
fácil. Nos tomamos el posnatal, las vacaciones… Fue un tiempo increíble de
apego. Nos adaptamos muy bien a ella. Nos robó el corazón”.
Ricardo: “A
los dos días de estar en la casa, nunca más despertó en la noche. Con ese cambio
de ‘barrio’, antes tenía compañeros que la despertaban y ahora no”.
Paola: “Yo
estaba más aprensiva, la miraba todo el rato, la tocaba, veía si estaba
respirando. Seguimos todas las instrucciones de la Fundación al pie de la letra
para que la Fernanda no se estresara. Para nosotros la princesa era lo más
importante”.
Un
nuevo capítulo
Pero en esta
historia no estaba todo dicho. Fernanda tenía un año y medio cuando inesperadamente
Paola recibió un llamado de la Fundación. Por teléfono no le dieron mucha
información, sólo les pedían ir a una reunión.
Paola: “Corté,
quedé verde, tiritaba y no sé por qué de la nada pensé que era un hermano para
la Feña”.
Así fue, era su
hermano biológico.
Paola: “Con
Dieguito empezó de nuevo el proceso. Fuimos al psicólogo y nos hicieron toda la
evaluación, pero esta vez fue más rápido. Mientras todo se gestionaba y sin
siquiera haberlo planeado, porque la Feña tenía apenas un año y medio,
compramos todas las cosas para él, armamos su cuna y le contamos a la familia,
nadie lo podía creer”.
Ricardo: “Y a
mí se me cumplió la otra parte, porque siempre pensamos que tendríamos un niño…
Además, la llegada de Diego fue lo más parecido a ser papás biológicos, porque
con él no postulamos, sino que nos avisaron que íbamos a ser papás”.
Paola: “Fue
increíble, porque con Ricardo jamás nunca lo conversamos y ni siquiera nos
preguntamos si queríamos otra guagua, ¡nada! Desde que nos avisaron fue
nuestro, ni siquiera lo tuvimos que pensar o hablar. Nunca lo dudamos, ni nos cabe
en la cabeza haberlo pensado….
Nuestra experiencia
ha sido tan buena, tan rica, tan sana, tan de amor, que no había nada que
pensar, fue como mágico. Ellos son niños tan felices y tan queridos por todos”.
¿Qué
significa para ustedes que sean hermanos biológicos?
Ricardo: “Lo
más lindo de eso es para ellos. Nosotros siempre les contamos de manera gradual
su historia y, si bien ya captan harto, todavía no dimensionan el fondo. Pero
cuando capten de verdad lo que han vivido, ¡que bueno es que se tengan! ¡No
están solos, son los dos!
Además, se llevan súper bien, son muy
apegados, son amigos, se echan de menos, son parecidos, tienen la misma voz.
Es súper rico que
dos hermanos biológicos, después de tantas cosas, tengan esta oportunidad y se
puedan juntar”.
¿Qué
palabras tienen para la progenitora de los niños?
Paola: “Ella
nos dejó una carta en la que nos agradecía y supimos que la había dejado muy
tranquila saber que sus dos niños estaban juntos”.
Ricardo: “Ella
nos entregó lo más importante, no la juzgamos, al contrario, desde el corazón queremos
darle las gracias, porque estos enanos son todo para nosotros. Sin ellos, todo
sería muy distinto. Ellos son la fuerza para levantarse en la mañana y para
enfrentar los problemas.
Estar con ellos es
lo mejor que nos puede pasar y los proyectos llenan nuestra vida: Ahora nos
vamos a cambiar a una casa, porque ya no cabemos en el departamento”.
¿Y
piensan en otro?
Paola, bromea y
dice: “ojalá esta entrevista no sea para aplanar el camino. De hecho, cuando me
llamaron para pedir este testimonio, pensé que me llamaban por alguien….”
Ya poniéndose
serios, ambos concluyen: “Estamos felices y siempre agradecidos de todo el
mundo. Llevamos siete años de matrimonio, la Feña tiene 5 años, Dieguito 3, y los
momentos de alegría son infinitos, los cumpleaños, las salidas, las navidades y
todos los planes que surgen”.
Cita normas
A.P.A.:
Pulido, Magdalena (2014). Familia
Ibarra Pizarro. Una adopción con lazos biológicos. Adopción y Familia,
10, 30-32
URL abreviada: http://numrl.com/fip10
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