8 de abril de 2009

Columna de Pbro. Rodrigo Tupper



Un hijo es siempre una bendición

La llegada de un hijo es siempre una bendición de Dios y una ocasión para que los nuevos padres consoliden su amor y respondan, con renovadas energías, al desafío de acompañar al nuevo integrante en los caminos que el Señor les irá señalando. El matrimonio se hace ahora una verdadera familia. Lo que era una relación exclusiva entre dos esposos, se extiende ahora al hijo, despertando en ellos una relación absolutamente nueva y única: la relación de padres.

    Será una aventura que tomará toda la vida y que será ocasión de enorme felicidad, pero también de grandes desafíos. Aprender en el día a día a ser padres es la primera y más urgente de las tareas. El niño depende absolutamente de los cuidados y, sobre todo, del afecto que los padres le entreguen. Para ello, nada más hermoso que tener como modelo a Dios mismo, que nos ha mostrado su rostro amoroso de Padre, preocupándose por cada una de nuestras necesidades.

    Sin embargo, hay también otras tareas. La llegada de un hijo supone un cambio radical en la vida de pareja. El niño demandará mucha atención y es posible que se descuide la atención que se prestaban antes de su llegada. Será necesario, entonces, no sólo ser cada día buenos padres, habrá también que cuidar el espacio más propio de la pareja, que es el sustento de la vida afectiva y amorosa del matrimonio. Ahora son padres, pero no han dejado de ser esposos y hay que cuidar ambas dimensiones.

    Hace unas semanas, una pareja de amigos que trabajan en mi entorno cercano han sido padres. La llegada de Matías Vicente ha significado un momento maravilloso, lleno de emociones y cargado de nuevos desafíos y aprendizajes. Mientras esperaban a Matías, con esa sensación de alegría y de nervios, me decían que los acompañaba el salmo 26: “El Señor es mi luz y mi salvación… ¿A quién temeré?”. La vida ha tenido para ellos un antes y un después. El hogar se ha llenado de una atmósfera nueva, los tres están pasando por un momento de acomodación: ellos conociendo cada día a Matías y él adaptándose a la vida en el hogar. El amor paternal se hace expresión concreta en la muda, la papa cada tres horas, el sueño interrumpido, etc. Ahora son tres, ahora son familia.

    Qué duda cabe, la llegada de un hijo transforma el matrimonio en familia y supone mirar la vida con una oración agradecida en los labios y con un corazón amorosamente comprometido. Dios bendice estos nuevos caminos y si él es nuestra luz y nuestra salvación, nada hay que temer.

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