7 de septiembre de 2009

Columna de Eugenio Tironi, sociólogo


¿Qué puede hacer el Estado?

Ahora que estamos en tiempo de elecciones, en que los diferentes candidatos se esfuerzan por proponer ideas novedosas de lo que hay que hacer para tener un mejor país, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿qué puede hacer el Estado para ayudar a la familia en tanto espacio afectivo en el que se forman los valores morales de la sociedad?

    El Estado debe actuar simultáneamente en cuatro campos. El primero es el apoyo de los niños que nacen fuera de familias nucleares, en especial de madres solteras y adolescentes. El segundo es el respaldo a los niños y las madres (que son corrientemente las más damnificadas) en el caso de familias que colapsan, a fin de evitar que se reproduzca la “brecha familiar” que separa por generaciones a los hijos de familias bien constituidas de los hijos de familias fragmentadas. El tercer campo de acción del Estado es la ejecución de políticas preventivas destinados a evitar que las familias que proveen de afecto y protección, cualquiera su estructura, se desintegren. El cuarto es el fomento de una “cultura matrimonial”, toda vez que la familia institucionalizada es la que mejor provee de vínculos afectivos tanto a los niños como a los adultos (en especial a los hombres), con los incalculables beneficios que esto tiene.
    En el último período, el Estado chileno ha sido activo en los dos primeros campos. Prueba de ello son los programas de apoyo a las mujeres jefes de hogar, la educación sexual en los colegios para prevenir el embarazo de jóvenes, las medidas para evitar que las madres adolescentes abandonen el sistema escolar, así como el proyecto de ley de divorcio, que debiera proteger a los niños y facilitar la reconstrucción de un núcleo familiar institucionalizado en los casos de fracaso matrimonial. Todo esto –a diferencia de lo que piensan algunos— estimo que va en ayuda, y no en contra de la causa de la familia.
    Sin embargo, en los dos campos restantes –prevención de las rupturas familiares y fomento de una “cultura matrimonial”— la acción del poder público ha sido y es pobre o inexistente. Hasta ahora lo que ha predominado es la actitud de tipo asistencialista, en desmedro de la labor preventiva. El hecho de tener que ejercer un rol esencialmente “terapéutico”, así como la intención de evitar un papel moralizador, no debieran inhibir al Estado del papel que le cabe en apoyar a las familias para evitar su desintegración, ni tampoco vedarse de fomentar una “cultura matrimonial”. Renunciar a una acción orientada a favorecer la institucionalización de la familia (y a la inversa, a problematizar su des-institucionalización), es abdicar de la labor preventiva que debe acometer el Estado.
    La tendencia clásica ha sido concebir al Estado como sustituto de la institución familiar, lo que es indispensable en los casos de mayor precariedad material, educacional y emocional. Sin embargo, ¿por qué no intentar siempre, como primera opción, el ejercicio inverso; esto es, canalizar y ejecutar el apoyo estatal a través de la estructura familiar, por débil que sea, con el fin de legitimarla y robustecerla? Esto implica ceder responsabilidades y recursos públicos a las propias familias (como de hecho ya ocurre en algunos casos) para que cumplan con roles que habían caído en manos del Estado, en áreas tales como la educación, la salud y la seguridad, entre otras.
    Una gestión de las políticas sociales que utilice preferentemente a las familias como “entidad ejecutora”, sumada a iniciativas como facilidades a madres y padres en el trabajo, permisos laborales y formación para los “padres no-residentes”, preparación para el matrimonio y sistemas de mediación en caso de conflictos, entre otros, permitiría dar un salto espectacular en el fortalecimiento de la institución familiar, revirtiendo la tendencia a su declinación. Poner en práctica estos instrumentos no depende, por cierto, sólo del Estado. El papel de la sociedad civil es indispensable. Es el caso de las empresas, por ejemplo, que podrían dar un ejemplo en lo que se refiere al cuidado y reforzamiento de la institución familiar mediante facilidades para que sus integrantes ejerzan sus responsabilidades parentales.
    El tema de la familia se ha convertido en el eje de cualquier agenda pública de este siglo. Por lo mismo, debiera ser un propósito de todos los candidatos presidenciales avanzar hacia una sociedad más amistosa hacia la familia.

1 comentario:

  1. ¿Que puede hacer el estado?.
    Facilitar y gestionar que los jueces de familia sean de familia realmente y meros tramitadores de causas.
    Que los jueces de familia que ven causas de adopción los documenten y capaciten en lo que implica para el niño el abandono y lo importante de la celeridad del proceso.
    Que hablen con parejas adoptivas que ya han pasado por procesos, que conozcan de su experiencia.
    Que el estado promueva un cambio en el proceso judicial para que estas causas sean abordados por jueces dedicados y capacitados, y que les permita decretar abandonos con criterios uniformes y pensados en el bienestar del menor.

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