8 de septiembre de 2009

Mª Virginia Guzmán, psicóloga


Adopción de niños mayores: 
La oportunidad de una nueva familia
Con un trabajo dedicado al rescate de la historia de aquellos niños mayores que ya llevan largo tiempo en instituciones, no sólo se logra reparar aquellos daños sufridos por el abandono o experiencias dolorosas, sino también abren su corazón a la posibilidad de volver a contar con una familia.
    Programa de Reparación del Abandono para la Integración de Niños Institucionalizados a una Familia Alternativa a la de Origen (PRI), surge como respuesta a una necesidad que Sename ya venía detectando en los niños mayores que necesitan incorporarse a una familia adoptiva. La Corporación Opción, cuyo objetivo es proteger y defender los derechos de niños, niñas y adolescentes, elaboró un programa que cumple esta tarea en la Región Metropolitana. Es así que, PRI Opción ya está en pleno funcionamiento, desde septiembre del año pasado y ha atendido 29 niños, cuyas edades fluctúan entre los 3 y 11 años. Actualmente, son 27 los niños que, a través de este programa, reciben atención y cuentan con una experiencia terapéutica que les permite elaborar situaciones tan difíciles como el abandono o separación de su familia de origen, y prepararse para integrar una nueva familia. A nivel nacional, el PRI también está presente en la V Región, a cargo de María Acoge; y en la VIII y XI regiones, mediante la Sociedad Protectora de la Infancia.
    Virginia Guzmán, psicóloga y directora de PRI Opción, explica que este programa está dirigido a aquellos niños que llevan un período largo de institucionalización, producto del abandono de sus padres o han sufrido maltrato y/o negligencia grave. El camino que recorren estos niños es un proceso largo, que puede tomar años. Sólo cuando se agotan las posibilidades de reintegración a su familia de origen, se ve la adopción como una alternativa. Lo que generalmente ocurre es que la familia de origen es inconstante en las visitas, encuentros o salidas. Hay otro grupo donde definitivamente existe inhabilidad parental. En todos estos casos, es posible comprobar el daño sustancial en la identidad y sentido de pertenencia de los niños. Incluso, debido a las situaciones vividas, muchos de ellos no tienen integrado quiénes son sus figuras parentales, sobre todo, aquellos que permanecen con guardadoras y familias de acogida.
    Uno de los temas centrales que se trabaja en el programa es la elaboración de la historia de vida de estos niños y la resignificación de los eventos que han vivido, en relación con la familia de origen e institucionalización. A partir de sus narrativas, “empezamos por abordar con ellos su historia, desde las preguntas y dudas que vayan surgiendo. Asimismo, trabajamos la imagen materna, generalmente idealizada, y la paterna, comúnmente muy negativa. La idea es mostrarles su historia y que vayan integrando una figura más real de sus padres biológicos y las vivencias que tuvieron; que tengan una mirada tanto de las cosas positivas, como negativas”, explica Virginia. Muchos de estos niños no saben por qué sus padres los dejaron de cuidar, ver o visitar y resulta relevante abordarlo con ellos, con el fin de favorecer la integración emocional de la pérdida de su familia de origen.

    Una herramienta fundamental 
    Los niños que están bajo cuidado en instituciones comúnmente pierden su pasado, en el sentido de que prácticamente nadie se hace cargo de registrar los acontecimientos significativos de su vida, como tampoco los aspectos propios de su desarrollo. Este hecho, sumado a los constantes traslados o la alta tasa de rotación de personal en dichas instituciones, genera una situación en la que no existe una “memoria” que contenga y retenga sus recuerdos.
    El “Libro de Vida” es una herramienta terapéutica que intenta devolverle al niño su historia, ayudarle a conversar acerca de los hechos y de las personas en su vida, a integrar y elaborar el pasado y avanzar al futuro con ese conocimiento. Consiste en un relato de la vida del niño en palabras, dibujos, fotos, cartas, que va construyendo el niño en conjunto con el terapeuta y en el que participan además otras personas significativas.
    Este libro se construye sobre la base de un lenguaje simple, positivo y favorable. “Esto es muy importante – destaca Virginia –, porque cuando uno tiene una historia, tenemos pertenencia e identidad. Y nos hemos dado cuenta que es primordial, además, que la institución participe y le dé cabida a la necesidad del niño de entender su origen y saber quién es. Para esto ya se ha establecido un trabajo con los cuidadores de trato directo, quienes también están participando en el Libro de Vida”. La idea es que este libro no se convierta en un informe de la historia del niño, sino que sea un recurso para el él, que le permita plasmar las emociones y vivencias ligadas a su pasado y a su presente.
    La preparación para la incorporación a una familia adoptiva es el otro pilar de este programa. “Es la integración con los niños de lo que es una familia, no desde el punto de vista ideal, sino real. Por ejemplo, se les muestra los distintos tipos de familia que existen y las funciones que ésta cumple. Y cuando Sename informa que se ha encontrado una familia para ese niño, se trabaja la preparación concreta”, explica. Es en este momento cuando el niño comienza a vincularse con esa familia y empiezan a conocerse. “El niño recibe un álbum de fotos de los papás, que muestra cómo son, cómo es su casa, si tienen perro, por ejemplo, con fotos del perro, para que se vaya haciendo una idea de dónde va a llegar, cómo es la familia a la que se va a integrar”.
    Según explica la psicóloga, el perfil de los padres que adoptan a estos niños mayores corresponde a parejas cuyas edades van de 35 a 45 años y generalmente son extranjeros. En la mayoría de los casos han sido italianos. “Desde septiembre, cuando empezó a funcionar el programa, a la fecha ya se han integrado a familias adoptivas seis niños. De ese grupo, sólo una niña se fue con una mamá chilena”.
    En términos generales, el tiempo que pasa desde que el niño sabe que hay una familia adoptiva para él y que conoce a sus padres, es de un mes a un mes y medio. Una semana o dos antes de conocerlos y cuando ya hay certeza de que la adopción se concretará, se hace un contacto por cámara web entre el niño, en compañía de su terapeuta, y sus futuros padres.
    Otra parte fundamental del programa y que se aborda en esta etapa, es apoyar al niño en la separación de su entorno afectivo. Se realizan ritos de despedida con sus compañeros de colegio, amigos y cuidadores, y los encargados del programa monitorean muy seguido y de cerca cómo están viviendo los niños este proceso. En esta etapa de despedida, el Libro de Vida adquiere gran importancia, ya que en él se van plasmando sus vivencias y registrando a los protagonistas, y quedará como un testimonio tan personal como único de su historia.

    ¿Qué es lo más difícil para los niños en este proceso?
    Paradójicamente, lo más difícil es la separación con su familia de origen, a veces mucho más dolorosa que las situaciones de vulneración que originaron el ingreso a la institución. La separación les genera una profunda sensación de pérdida, de desamparo, así como mucho temor y sensación de vulnerabilidad. Durante el proceso reparatorio se busca abordar, también estas vivencias, porque muchos de ellos no entienden las cosas que pasaron y por qué. Le ponen significado a vivencias que están a nivel de sensaciones. El duelo, el no tener explicaciones y la fantasía del reencuentro, son muy fuertes. Entonces, ahí surge la importancia de aclarar aspectos fundamentales, como por ejemplo: “Tu mamá no te va a poder cuidar y por eso hay otras personas que ahora lo van a hacer”. Abordamos el tema de la familia con sus roles y funciones esenciales, como es proteger y cuidar. Los sentimientos que surgen a estas alturas y que son normales en estos procesos, de culpa y rabia, se van trabajando con los niños a través de ritos de cierre.

    ¿Qué características deben tener los padres que adoptan estos niños mayores?
    Deben ser familias contenedoras, capaces de expresar los problemas que se vayan suscitando. La familia extensa debe tener una mirada común respecto de la adopción y, ojalá, por lo menos uno de los padres sepa hablar algo de español, en el caso de una adopción internacional. Aunque lo que hemos visto es que los niños van aprendiendo los idiomas con mucha rapidez. La comunicación no verbal, en tanto, es muy importante también; y el que sean personas cariñosas y cercanas. En este período post-enlace la construcción del vínculo es prioritario. Se les muestra a los niños y papás que el conocerse y relacionarse es algo que se construye en el tiempo. Esos padres, además, deben venir preparados y con expectativas realistas respecto al proceso de adopción, conocer las características individuales del niño, las características de los niños institucionalizados y de los niños de esa edad, en general.
    La mayoría de ellos tiene un trastorno vincular por las experiencias vividas, porque sus vínculos han sido interrumpidos. Por ello es importante que, durante el proceso terapéutico, tengan la experiencia de establecer un vínculo sano con su terapeuta y de esa manera desarrollarán mayor receptividad a la alternativa de vincularse a una nueva familia. En ese sentido, los padres deben estar preparados para entender que la construcción de vínculo no es algo inmediato, más aún, que es probable y esperable que se presenten situaciones en las cuales el niño ponga a prueba la incondicionalidad de esa relación.

    ¿Qué resultados es posible ver en los niños que han pasado por este proceso?
    Vemos que se han dado condiciones favorables para estos enlaces. Recuerdo a un niño de ocho años que mantenía las fantasías de re-encuentro con su madre biológica, pese a que no la veía desde hace tres años. Sin embargo, luego de este trabajo llegó un momento en que entendió que no iba a estar más con ella y aceptó la posibilidad de nuevos padres. Se logró en terapia que se abriera a la alternativa de integrarse a una nueva familia y confiar en la posibilidad de construir un nuevo vínculo.

    ¿Cómo viven los niños este proceso de preparación para la adopción?
    En general, los niños lo viven con mucha ansiedad y alegría, pero por sobre todo, contentos. Se sienten importantes, son el centro de la atención y sus compañeros de colegio, por ejemplo, quieren guardar recuerdos, se toman fotos con ellos. Como también hay miedos, muchos de ellos bastantes concretos, los abordamos preparándolos para lo que van a vivir. Si van a viajar, por ejemplo, hablamos sobre el avión o si tendrán que conversar con el juez, los llevamos al tribunal y se lo mostramos, para que sea algo más conocido y familiar. Quieren verse bien para sus nuevos papás, por ejemplo, una niña pidió cortarse el pelo. También hacen manualidades para regalárselas.

    A su juicio ¿Qué es lo reparador para estos niños?
    Definitivamente lo reparador es poder contar de manera definitiva, estable y segura con vínculos afectivos y contenedores, y esto se logra perteneciendo a una familia. En este sentido, la adopción es un aporte definitivo en este proceso. La contribución consiste, por una parte, en mostrarles una manera de relacionarse que les de la sensación de continuidad, muchas veces dañada por la o las separaciones vividas respecto de figuras significativas y, por otra parte, en trabajar con el niño o niña en la integración emocional de las vivencias pasadas, que favorezca a que se reconozca con una identidad. Ellos se van junto a su nueva familia con su Libro de Vida, su álbum; tienen origen, historia y no se puede omitir, borrar u olvidar. La traemos para que la integren y la signifiquen. Creemos que ese es nuestro aporte.
      Cita normas A.P.A.:
      Siredey, Verónica y Orellana, Pía (2009). M. Virginia Guzmán, psicóloga. Adopción de niños mayores. La oportunidad de una nueva familia.  Adopción y Familia, 2, 10-13.

      URL Abreviada: http://numrl.com/mvg02

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