7 de septiembre de 2009

¡Por fin nos vamos a casa!


Dos niños chilenos, hermanos entre sí, viajan por estos días con sus padres noruegos a ese país, donde por fin vivirán en familia. Un momento de mucha alegría y esperanza. Dejarán atrás la vida en una institución en el sur de Chile, para dar inicio a una nueva etapa.

    En Noruega, prácticamente no hay niños para adoptar. El Estado da tal ayuda a las madres solteras, que son muy pocas las que entregan a sus hijos para que sean criados por otros. Es por eso que muchos matrimonios que no pueden concebir buscan niños en otros países para formar su familia. El proceso que vivieron Kenneth y Randi da cuenta de cómo opera la adopción entre Noruega y Chile.
    Habían pasado más de tres años desde su matrimonio, pero los hijos no llegaban. Kenneth ya tenía 43 y su mujer, Randi, 41; era fácil darse cuenta que la edad les estaba jugando en contra a la hora de formar una familia. Y no sólo porque las probabilidades de quedar embarazada fueran menores, sino porque la ley noruega establece los 45 años como edad límite para la adopción.
    Sin nunca antes habérselo planteado, esta alternativa comenzó a rondar en sus cabezas. “Lo vimos como otra oportunidad para hacer familia”, dice Kenneth. Asistieron a una charla informativa sobre la adopción y entonces tomaron la decisión de contactar a las agencias acreditadas para tramitarla.
    ¿Por qué formar familia en Chile?
    Adopsjonsforum es una agencia noruega que tramita adopciones internacionales. Nació en 1970, pero opera desde 1986 en nuestro país. Brinda asistencia sólo a aquellas parejas que son aprobadas por la Autoridad Central de Noruega para adoptar a un menor nacido en un país diferente.
    Kenneth y Randi llegaron a esta agencia debido a que en Chile hay niños de mayor edad susceptibles de ser adoptados. “Nuestra primera intención no era esa, pero teníamos dos características que nos calificaban como candidatos para padres de niños mayores: la primera, nuestra edad; y la segunda, el hecho de que yo tenga dos hijas de mi primer matrimonio (de 25 y 18 años), lo que confirma mi experiencia como padre”, dice.
    Sin embargo, debieron elevar una segunda solicitud de adopción, ya que la primera sólo posibilita para la de niños de 0 a 5 años. Obtenerla no fue tan difícil, ya que tenían otro elemento a favor: Kenneth no había perdido el español que aprendió durante los tres años que trabajó en Nicaragua, hace dos décadas. Además, Randi lo ha estudiado y, aunque no lo domina, logra comunicarse. El idioma, entonces, nunca fue una barrera.
    Transcurridos seis meses, en enero de 2009 recibieron la noticia de que serían padres de dos niños, hermanos entre sí: Miguel, de 7 años, y Carla, de 4.
    Una larga espera…
    Como es sabido, el proceso de adopción es largo e incluye toda una preparación por parte de los padres y de los hijos. La representante de Adopsjonsforum en Chile, Noemí Meyer explica que la formación de las familias adoptivas se ha ido profesionalizando gracias a la experiencia adquirida en el tema. Actualmente hay 17 oficinas de la organización en Noruega, a través de las cuales, quienes esperan un hijo reciben apoyo y capacitación. “Se les entrega material y entre ellos se reúnen para compartir experiencias y así llegar mejor preparados”, refiere.
    En Chile, también ha mejorado el proceso de preparación de los niños que se van en adopción internacional. En este caso, se trataba de dos hermanos internos en diferentes instituciones. El primer paso consistió en reunirlos y ver si podían recuperar el vínculo fraterno que los unía. Fue lento, pero lo consiguieron: hoy Miguel ya tiene asumido su papel de hermano mayor y es muy protector con Carla.
    El lazo con sus padres comienza a tejerse en este tiempo también. “Recibimos una gran cantidad de documentos sobre la salud, carácter y forma de ser de ambos. Uno se hace un cuadro de ellos y la verdad es que ahora que ya los tenemos con nosotros, nos damos cuenta que no hay mucha diferencia entre lo que nos imaginábamos y la realidad”, recuerda Kenneth.
    Ellos debieron también enviarles fotos de la casa, de sus piezas y de los abuelos, y una carta contándoles con qué ganas los esperaban. “Hubo momentos en que yo me preguntaba: ¿por qué demora tanto? Se me hacía como que nunca llegaría el día”, dice Kenneth. Pero ahora entiende bien: era necesario para que cada uno se preparara para incorporarse a esta nueva familia.
    El comienzo de una nueva etapa
    El primer encuentro fue muy emocionante. Lloran de sólo recordarlo, ya que Miguel, al verlos, corrió gritando “papá, mamá”. Carla, como es menor, demoró un par de días en reconocerlos como tales, pero ya los señala como sus papás. Es junio de 2009 y en pocos días parten los cuatro juntos a Noruega, a comenzar una vida en familia.
    Dicen no tener miedo, pero sí estar concientes de que se les presenta una gran tarea por delante. Por eso han decidido dedicarle todo el tiempo posible a ello. Kenneth tiene su propia empresa como constructor civil y puede organizarse de manera tal de no tener que viajar a la ciudad a diario, ya que viven en el campo. En tanto Randi, quien trabaja como enfermera, va a tomar el permiso de un año o 14 meses que subsidia el estado.
    En cuanto a Miguel, durante cuatro a seis meses asistirá a una escuela especial para niños extranjeros, donde aprenderá el idioma y la cultura. Además, deberá comenzar a relacionarse con niños de su misma edad, ya que en los distintos hogares en que estuvo, siempre se vio rodeado de niños menores que él. “Diría que esa es la única dificultad que veo en su proceso de adaptación”, señala su papá.
    Son optimistas con respecto a la recepción que tendrán por parte de la sociedad noruega, refieren que existe una muy buena acogida para la adopción.

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