23 de diciembre de 2009

Columna de Jorge Barudy, psiquiatra Infantil / Maryorie Dantagnan, psicóloga infantil


Padres y terapeutas de sus hijosLos desafíos educativos de la adopción

La vida de los niños y niñas antes de la adopción no siempre ha sido fácil, a menudo han tenido que soportar el no tener una figura de apego estable y permanente en su primer año de vida, ni tampoco han podido disfrutar de contactos físicos suficientes y de una comunicación afectiva que asegure la organización de su cerebro. También, pudo haber un entorno de vida caracterizado por un ambiente carenciado y de estrés, que les ha privado de conocer una experiencia fundamental: el tener una respuesta adecuada y a tiempo a sus estados mentales de excitabilidad frente a las necesidades de su pequeño cuerpo. Esta experiencia gratificante de ser calmado “después de la tormenta” y volver otra vez a sentirse tranquilo y confortable es lo que permitirá al bebé lograr confianza en el mundo adulto, así como desarrollar sus capacidades de autoconsciencia y autocontrol.

    Por esta razón es frecuente que los niños y niñas adoptadas expresen sus necesidades y deseos de una manera exagerada, disruptiva, a pesar que ya no son bebés, y que pese a los esfuerzos de las madres y de los padres para calmarlos, lo consiguen difícilmente. Este proceso se puede transformar en una batalla campal, que produce más dolor y desconfianza en los niños y niñas, y dolor e impotencia en las madres y padres adoptivos, que incluso pueden llegar a pelearse entre ellos tratando de calmar al hijo o la hija. A continuación ofrecemos algunos consejos de base para mejorar el manejo de estas situaciones.
    • Recuerde que el nivel de desarrollo social-afectivo de su hijo o hija no siempre corresponde con el de su edad cronológica. Es probable que usted necesite dividir la edad por dos o tres, ofreciendo, por tanto, una intervención ajustada a su edad afectiva y no a los años que tiene.
    • Trate de pensar que el niño o la niña no lo puede hacer de otra manera, no es que no quiere, es que no puede.
    • Evite que el niño/a le contamine con su enfado, más bien, intente usted contaminarle con su tranquilidad.
    • Considere que su reacción no es nada personal en contra de usted.
    • Intente no perder los nervios, sea a la vez firme, pero creativo/a, según la edad utilice la distracción; no use demasiadas explicaciones.
    • Trate de ser siempre amable, no agreda ni culpabilice.
    • No se sienta culpable si llega a enervarse, siga intentándolo y trabaje en equipo con su cónyuge u otros miembros de la familia.
    • Durante el incidente, puede mostrar su empatía descifrando que su reacción cubre una emoción difícil de manejar, por ejemplo: “siento mucho que estés frustrado (o que no han salido las cosas como querías)” o “creo que estás enojado conmigo y puedes estarlo, pero no permitiré que me pegues”.
    • Cuando pueda utilice “la silla para pensar” y acompáñelo en silencio en la misma habitación hasta que consiga calmarse. Pasados cinco minutos de calma, autorícelo a venir a usted, abráselo y recién abra la puerta al diálogo sin culpabilizar ni moralizar.
    • Disminuya las sorpresas y cambios imprevistos. Es muy útil mantener una rutina visibilizada por un calendario con dibujos o palabras que expliquen lo que va a ocurrir día a día. Así, su hijo podrá prever y organizarse más fácilmente.

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