9 de agosto de 2010

Pbro. Rodrigo Tupper


La verdad nos hará libres

En la forma coloquial se entiende que algo es verdadero cuando hay una realidad que se nos devela, que se impone por sí misma por lo evidente que es. Desde la perspectiva bíblica la palabra “aman”, de donde viene el amen litúrgico, significa ser sólido, digno de confianza, lo que da seguridad, aquello que es probado y sobre lo cual uno se puede apoyar. La paz sigue a la verdad, ambas van unidas estrechamente. Las promesas de Yahveh, nuestro Dios “son emet” ya que El es por excelencia fiel a lo que dice, a lo que promete. La verdad habita en plenitud en Dios.
    Los padres se verán muchas veces en la encrucijada de decir la verdad a sus hijos. Durante los años de mi ministerio he sido testigo de cómo tanto el papá como la mamá están dispuestos a hacer grandes sacrificios con tal que su hijo o su hija no sufra, inclusive están dispuestos a ocultar a su hijo que es adoptado, entre otras razones, para que no sufra al saberse abandonado por su familia de origen. Posiblemente cuando toman esta decisión no se dan cuenta de la importancia que tiene el decir siempre la verdad y que mantener una “mentira”, aunque sea “pequeñita” tiene consecuencias insospechadas y de gran intensidad, como lo es cuando un hijo descubre que no es hijo biológico sino adoptado. Inclusive he escuchado casos donde toda la familia y los amigos de ésta saben que el hijo es adoptado, menos el niño y que en alguna situación inesperada alguien le cuenta, generando una crisis familiar de gran magnitud. Los adultos sabemos que ganar la confianza tarda años, para perderla bastan minutos.
    Los hombres y mujeres de la verdad inspiran confianza ¿Qué más puede esperar un hijo sino que sus padres sean dignos de su confianza? ¿Quién sino ellos pueden ofrecerle un refugio donde reine la verdad y ellos puedan acogerse para perseverar en medio de las adversidades de la vida? ¿Quien sino de ellos esperar que le den el soporte para enfrentarse a la vida con solidez, con entereza? Sus padres son puerto seguro desde donde los hijos podrán zarpar al mar abierto de la vida. Ocultar la verdad puede tener lamentables consecuencias e inclusive expresar que los padres no crean en la capacidad de resiliencia del hijo adoptado, en la fuerza sanadora del amor incondicional, del acompañamiento permanente, del estar esperando los ritmos y las crisis que vivirá el hijo indefectiblemente para salir fortalecido de ellas.
    En la actualidad los expertos señalan unánimemente que, desde el primer día en que el niño adoptado llega al nuevo hogar, se encuentre en un ambiente donde hablar de la adopción no sea un tema tabú, sino que se enfrente con serena franqueza. Cuanto más relajados se sientan los padres con la adopción, haciendo de ésta una situación “normal”, así también se sentirá el hijo para poder preguntar con libertad de acuerdo a los diferentes estadios de su vida. Es desde la relación y del vínculo afectivo de los padres con el hijo que la verdad se irá revelando progresivamente. Inclusive a los más pequeñitos, leerles cuentos con historias de adopción es una oportunidad para valorar a los niños que “nacen del corazón”. Los hijos adoptados tienen derecho a la verdad.
    Nuestro Señor Jesucristo proclamo que sólo la verdad nos hará libres y así también prometió que Él esta dispuesto a “enyugarse” a nuestra vida para caminar juntos. Pongamos en Él nuestra vida, nuestra familia, nuestros temores, los sueños más queridos, no seremos nunca defraudados. La llegada de un niño o una niña es bendición en cada hogar. La paz y la verdad habitarán en el hogar donde no haya nada que ocultar.

      Cita normas A.P.A.:
      Tupper, Rodrigo (2010). La verdad nos hará libres.  Adopción y Familia, 4, 39.

      URL Abreviada: http://numrl.com/prt04

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