22 de diciembre de 2010

Pbro. Rodrigo Tupper


Que el hijo y la hija sean felices
Los padres y madres con quienes converso a menudo me señalan que todo el esfuerzo y su actuar están en función de la felicidad de su hijo. Mi experiencia me ha enseñado que una buena elección de colegio ayuda mucho a tener una infancia y una adolescencia de felicidad y gratitud. Sin duda que este es un tema relevante para toda familia.

    Para buscar un colegio, creo que los padres adoptivos deben cautelar algunas variables para proteger a su hijo. Si bien es cierto la adopción es un tema cada vez más incorporado en la vida cotidiana, sin embargo aun existe mucho prejuicio y desconocimiento que puede repercutir en el hijo si se le expone a situaciones que lo hagan sentirse vulnerable o “inferior” por su origen. Por esto creo que elegir un colegio donde se entienda, incorpore y viva la integración y el respeto por la diferencia es fundamental.
    Sin embargo, no es posible evitar que el hijo enfrente momentos difíciles que lo hagan conectarse y recordar quién es: vivirá situaciones que traigan a su memoria el abandono vivido o que tenga dificultades que den lugar a un deterioro académico que lo haga sentir menoscabado. En estos casos, contar con el apoyo de otros padres y profesionales especialistas será una buena posibilidad para acompañarse y ser ayudados convenientemente. Es importante creer que, ante los desafíos que deban enfrentar, los hijos tienen una fuerza insospechada para salir adelante, así como el diálogo permanente, franco y amoroso ayudará siempre a acompañarlo y anticiparse en las situaciones que debe enfrentar.
    En la actualidad, el aprendizaje pareciera ser un tema complejo. Aún existe la creencia que saturar a los niños de conocimientos “asegurará un futuro” para ellos, pero hoy se sabe que cantidad, que muchas veces conduce más bien al agobio, no es equivalente a calidad. Al contrario, podría contribuir a que el niño tenga más bien una actitud pesimista y quejumbrosa si no le va bien académicamente.
    Quisiera detenerme en la felicidad. Estudios han demostrado que las personas más felices tienen una actitud agradecida y son compasivas. Ser compasivo es sentir con el otro, esto significa ir contra corriente del individualismo que ahoga nuestra convivencia y la búsqueda del bien común. Estas virtudes se incorporan desde pequeños tanto en la enseñanza formal como en el modelaje familiar. Asimismo, se ha demostrado que hacer sentir a un niño que es capaz, fomentar en ellos la autonomía estimulando la independencia sin sobreprotección, potencia su autoestima, su seguridad y la confianza en sí mismos. Los niños educados en un entorno positivo son más seguros y creen más en sí mismos. Entonces, la integración a un colegio que cuente con un modelo educativo y profesores centrados en el desarrollo positivo del niño ayudará, junto a la familia, a alcanzar la meta que todos anhelamos en la vida: ser felices y adquirir lo que hoy se llama la inteligencia emocional, fundamental para sortear con éxito las dificultades de la vida.
    Lo importante es asegurar lo que el niño nunca olvidará en su vida y que lo acompañará siempre: haber tenido una infancia y una adolescencia felices por estar en el lugar adecuado para su desarrollo integral.

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