13 de agosto de 2011

Resiliencia familiar


Cuando la unión hace más que la fuerza

La capacidad de sobreponerse a una crisis o adversidad no es exclusiva de las personas como entidades individuales, sino que también se ha visto que familias enteras e incluso comunidades son capaces de salir fortalecidas de un gran problema. Esto es resiliencia familiar y para iniciar este proceso es necesario contar con ciertas condiciones y características que pasamos a revisar a continuación.
    Si frente a una crisis o problema una familia tiene la costumbre de afrontarlo con la siguiente actitud: “Hemos salido de tantas, que por supuesto vamos a salir de ésta también”, “nosotros somos capaces” o quizás “a nosotros nada nos tira para abajo”, es muy posible que nos encontremos ante una familia resiliente. El concepto de resiliencia no es tan nuevo. Sabemos que existe en los individuos, personas que son capaces de salir fortalecidas de un golpe, situación traumática o crisis. Pero, ¿es posible encontrar similares respuestas y resultados, en una familia o comunidad? Hay señales de que así es.
    De hecho, existe el concepto de resiliencia familiar, que deriva de resiliencia individual. Si queremos ir más allá, podemos incluso encontrar el concepto de resiliencia comunitaria. Y es que tal como se observó que había ciertas personas que, pese a vivir situaciones adversas, logran tener una vida óptima, también se ha visto que hay familias con ciertas características que les permiten sobreponerse a adversidades de forma también positiva.
    Para una familia, el súbito anuncio de una enfermedad catastrófica o la cesantía de alguno de los progenitores puede ser el detonante clásico de una verdadera crisis familiar. Sin embargo, cómo lo enfrentan y con qué recursos cuentan, puede marcar la diferencia a la hora de mostrar su capacidad de ser resilientes como grupo. La crisis para una familia puede llegar a ser tan fuerte que derechamente la desarma o, por el contrario, la fortalece. Lo último suele suceder cuando el grupo familiar logra readecuar de manera positiva y constructiva los roles o cuando un miembro de esta familia se da cuenta que puede aportar a su núcleo familiar de otra manera; los hijos se adaptan al cambio y se adecuan al nuevo estatus económico, con cambios de colegio o casa, por ejemplo. En el proceso esto genera mucho estrés para todo el grupo familiar y los afecta a todos inevitablemente.

    Vínculos, un apoyo fundamental
    De acuerdo a Magdalena Muñoz, psicóloga de Fundación San José para la Adopción, la resiliencia familiar o comunitaria se activa cuando “soy parte de un sistema y sé que cuento con apoyo; pero sobre todo, estamos hablando de un proceso que tiene como eje central la capacidad de establecer vínculos”. Simplemente no se será resiliente si no se cuenta con el apoyo y el reconocimiento de otro. “La familia necesita apoyo, vínculos que le permitan encontrar esa fortaleza para sobreponerse a lo que les está ocurriendo. Sólo no se puede”.
    Es así como la resiliencia se da en el contexto relacional, no es posible si una persona está sola en el mundo. Muñoz agrega que se ha visto que incluso aquellas personas que dicen: “yo no tuve a nadie en mi vida”, han contado en algún momento con tutores de resiliencia. Puede ser una persona en una situación determinada que permite tener una perspectiva distinta de lo que se está viviendo, muestra alternativas, confía en el sujeto y le dice: “tú eres capaz”.
    Michel Delage, psiquiatra francés y autor del libro “La Resiliencia Familiar” propone un enfoque relacional. Dice que al igual que en los casos de resiliencia individual no es posible determinar de antemano si un grupo familiar es resiliente o  medir en qué grado lo es. Establece que no es posible indicarle a una familia “una receta” para llegar a serlo. Sin embargo, sí establece que como agentes de intervención o sociedad, lo que se puede hacer frente a quienes enfrentan una gran dificultad, son ofrecimientos, para que el propio sistema familiar desencadene su proceso de resiliencia.
    El ofrecimiento a la resiliencia de Delage es un concepto similar al de tutores de resiliencia, que en sus trabajos hace mención el neuropsiquiatra francés Boris Cyrulnik, y que refiere específicamente sobre aquellas personas con una influencia tan positiva en los afectados, que les permite cambiar la trayectoria del trauma que podría haber ido directo al daño, favoreciendo una resolución positiva. En términos de resiliencia familiar o comunitaria, el nivel de estatus de la familia o el nivel de bienestar general de ese grupo puede incluso aumentar, porque en el proceso las personas se dan cuenta que tienen recursos y fortalezas.
    Este ofrecimiento se refiere al de vínculos concretos, alguien que está ahí para apoyar en los momentos de dificultad. “En este sentido él hace una crítica a la sociedad actual, diciendo que hoy no estamos ofreciendo esos apoyos a la familia para que puedan ser resilientes. Yo te puedo decir: ‘sí, tú estás pasando por una crisis, llámame, que yo te voy a apoyar’, pero voy a estar disponible sólo el primer mes. Eso no es un ofrecimiento concreto. Esto no te va a permitir confiar que voy a estar ahí para apoyarte, porque está condicionado a si yo tengo o no tiempo o disposición, por ejemplo. La sociedad actual es muy individualista y algo que va contra la resiliencia es el individualismo. Entonces, una familia que frente a un conflicto, como una enfermedad compleja, se aísla, no es capaz de compartir su problema con el resto, difícilmente va a poder desencadenar estos procesos positivos”, sostiene Muñoz.

    Lo que a ninguna familia le debiera faltar
    Si bien no existen recetas mágicas, sí se ha logrado determinar que una familia resiliente cuenta con una gama de herramientas o características que, a la hora de enfrentar dificultades, pueden desencadenar e incluso potenciar su proceso de resiliencia.
    Michel Delage sostiene que un elemento fundamental es que el grupo familiar cuente con una actitud de esperanza. Será ésta la que les permitirá sentirse capaces de salir adelante, lo que implica tener la profunda convicción de contar con las aptitudes y apoyo necesarios para hacerlo.
    Una segunda característica identificada por Delage se refiere a la contención y seguridad. Se refiere fundamentalmente a que siento que si tengo un problema, voy a tener el apoyo y protección de mi núcleo. Está directamente relacionado con el nivel de apego familiar y cómo recurro a ellos en busca de protección en momentos de apremio y estrés. Son personas para quienes con eso basta para enfrentar las dificultades.
    El tercer pilar definido por el psiquiatra francés es la capacidad de mentalización. También está muy relacionada con el apego y se refiere a la capacidad de reflexionar sobre los procesos que se están viviendo, sobre las experiencias. Esto permitirá aprender y salir fortalecidos de una situación complicada. De las crisis se puede tener resoluciones positivas o negativas. Sin embargo, una crisis siempre significará una oportunidad, un desafío. Y para poder enfrentarlo de manera resiliente sin duda se necesitará de estos elementos.
    Si hablamos en estos términos, es inevitable preguntarse si la resiliencia se hereda. En lo que no hay dudas es que las creencias y las actitudes se aprenden. “Si yo tengo historias de fracasos, de vivir momentos difíciles no como desafíos, sino como algo que me daña, lo voy a transmitir. Al igual que ocurre con la actitud que tengan los padres, que son los pilares, lo que a su vez viene derivado de su propia experiencia.
    En términos individuales, se ha visto que hay personas resilientes que tienen grandes cantidades de serotonina circulante, que es una hormona antidepresiva. Quizás se podría decir que las personas que tienen altas cantidades de serotonina van a ser más resilientes en términos biológicos, porque se van a deprimir menos. Pero una persona que tenga menos cantidad de serotonina, quizás es una persona que se cuida más, que sabe que no puede estresarse mucho, porque es una persona que se conoce muy bien y es exitosa en su vida, de manera muy resiliente”, agrega Magdalena Muñoz.
    Sin dudas, para las familias adoptivas echar a andar estos mecanismos en el engranaje de la resiliencia familiar puede resultar esencial, sobre todo a la hora de hacerlos funcionar en torno al nuevo integrante de la familia y su historia, reflexiona Muñoz. “Cómo la vamos a significar, qué creencias tenemos respecto a esto, qué actitud vamos a transmitir; vamos a victimizar, vamos a justificar por un origen distinto. Cómo es parte de nuestra identidad familiar, de ser una familia adoptiva, ¿es algo que nos llena de orgullo? Esto es algo que los padres van a transmitir a sus hijos, ¿es algo que debemos ocultarle al resto? Podría ser una crisis para una familia adoptiva el toparse con alguna circunstancia de discriminación”. Entonces, la actitud de los padres será fundamental: cómo lo enfrentarán, con qué recursos cuentan, incluso en aquellas etapas en que la crianza se hace más compleja, como en la adolescencia o cuando los hijos deciden iniciar la búsqueda de sus orígenes. Si los vínculos establecidos son fuertes, los padres no debieran sentir inseguridad, porque esto no depende de la consanguinidad, sino del ser familia.

    Para tener en el botiquín de primeros auxilios
    A los pilares mencionados se integran, a juicio de Delage, otros conceptos o factores que se entrecruzan e interactúan, potenciando el proceso de resiliencia al interactuar:
    1) Creencias y esperanza: la familia cree que a pesar de todo, siempre se puede salir adelante de una situación adversa. Son creencias arraigadas y que definen la identidad familiar. Es en este punto que es posible encontrar familias que se autodefinen como capaces de salir adelante, pese a las adversidades.
    2) Control: posibilidad de tener cierto dominio de la situación. Encontrar una capacidad de control que permite alimentar la esperanza. Sentir que se tiene la capacidad concreta de hacer algo al respecto. Es no quedarse en intenciones, sino que permite la acción.
    3) Funcionalidad familiar: se refiere a que la familia mantenga o restablezca un funcionamiento organizado. Por ejemplo, ante un hijo enfermo, los padres deciden reorganizarse y uno de ellos trabaja media jornada para llevarlo a los controles y tratamiento. En estos casos, muchas veces hasta los hermanos se adaptan y, lo más importante, funcionan de una manera que ninguno se siente menoscabado con la situación y su nuevo rol. Es una reorganización positiva, en la que ningún integrante de la familia lo asume como carga o víctima.
    4) Posibilidad de recuperar seguridad: esto está dado por la calidad de las relaciones que hay al interior del grupo familiar y el apego existente. Este punto, al igual que el primero, es uno de los tres pilares, y está directamente relacionado con la contención y posibilidad de sentirse protegido al interior del núcleo familiar.
    5) Ética relacional: es la preocupación de cada miembro de la familia por cuidar de los otros. Así desarrollan cualidades morales de equidad, justicia y lealtad. A cada uno le interesa lo que le pasa al otro y existe una preocupación legítima y real de todos los integrantes de la familia.
    6) Espiritualidad: es todo aquello que no tiene una explicación racional y no necesariamente se refiere a un credo religioso, de manera estricta o puntual, pero sí tiene una mística que no es cognitiva. Esto se refleja cuando se escuchan frases como “yo confío en los demás”, “las personas son buenas” o “yo sí creo en algo”. Este punto está muy relacionado con la capacidad de mentalización y reflexión que tenga la familia. Además de un sentido de trascendencia.
    7) Capacidad de mentalización: permite un trabajo de representación que da sentido y construye una historia aceptable de lo sucedido. Esto posibilita a la familia a retomar su vida y resignificar las crisis, integrando esa experiencia. No es necesariamente el golpe lo que genera daño, sino que el significado que se le da dentro de la historia familiar. La capacidad positiva se contagia. Si un miembro de la familia la tiene, si hay buena vinculación y confían en el otro, no es raro que se transmita al resto del grupo. De esta manera la familia se va a sentir beneficiada por la actitud del resto de los integrantes. Es un sistema familiar donde cada uno va aportando. Basta que un miembro de la familia pueda desarrollar esa mirada y transmitirlo al resto, para que el grupo se pueda ir haciendo más fuerte ante lo que están viviendo.


      Cita normas A.P.A.:
      Siredey, Verónica (2011). Resiliencia familiar. Cuando la unión hace más que la fuerzaAdopción y Familia, 6, 34-36

      URL Abreviada: http://numrl.com/ref06

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