13 de agosto de 2011

Rossana Culaciati, psicóloga

El hogar, un lugar seguro 
para los hijos adoptivos
Incondicionalidad en el amor, límites que contienen y reconocimiento como un ser único, son las características básicas que debe tener cualquier hogar para entregarle al niño un entorno genuino y apropiado para su buen desarrollo, más aun si se trata de las familias que adoptan. Así lo cree Rossana Culaciati, psicóloga infantil y terapeuta familiar.
Experta en trauma infantil, junto a otras psicólogas conforman el grupo Metáfora, en el cual han desarrollado un particular modelo terapéutico, rescatando el juego y la fantasía como recursos fundamentales para ayudar a los niños y sus familias a enfrentar y superar sus dificultades.
    ¿Cuáles son los problemas o los diagnósticos más frecuentes que presentan los niños actualmente?
    Los problemas emocionales más comunes tienen que ver con el exceso de estrés en niños muy demandados, se les exige mucho en relación con lo que tienen que hacer para “llegar a ser”, con poco espacio para visualizarlos en lo que están viviendo y haciendo hoy, en cuáles son sus problemáticas y necesidades actuales. Esto se acentúa en los estratos socioeconómicos más bajos, con jornadas laborales a veces inhumanas, que muchas veces se extienden al fin de semana, en que las familias tienen pocas posibilidades de compartir con sus hijos en tranquilidad.
    Nuestra sociedad da poco espacio para que los niños jueguen y sean visualizados como tales, y es por eso que existen más probabilidades de tener ciertos niveles de abandono emocional en forma transversal.

    Pensando en la adopción propiamente tal ¿Cuál es la experiencia más relevante para estos niños?
    Sin duda, la vivencia más central en todo el proceso es la adopción en sí, ya que implica, en su corta biografía, una experiencia de abandono previo, y creo que la gente en general no siempre la connota como tal, particularmente en el caso de lactantes tiende a pensarse que por su corta edad no se dan cuenta. En niños más grandes esto se profundiza, porque tienen una historia previa en que, aparte de la experiencia del abandono al nacer, se suma una vivencia de institucionalización en donde no existen figuras significativas estables. Estas figuras son esenciales en la conformación del sí mismo. A ello se agrega el hecho que la institucionalización, en tanto impide o –al menos- dificulta el contacto personalizado, no se constituye en una condición de vida óptima. Son condiciones que difícilmente permiten el reconocimiento y consideración del niño como ser único. También puede ser que hayan vivido con sus familias de origen un tiempo, pero donde el abandono probablemente esté ligado a experiencias maltratantes o negligentes. Son niños que vienen con una historia que requiere ser procesada.

    ¿Con qué condiciones o recursos debieran contar las familias, ya sean biológicas o adoptivas, para la integración sana de un nuevo miembro?
    Lo fundamental es la sensación de un cariño incondicional. Lo segundo, que el niño sea visto en sus especificidades, o sea que la familia sea capaz de reconocer lo que necesita desde el punto de vista emocional. Si un niño en un momento determinado está asustado o angustiado, que los padres sean capaces de visualizar esto, contenerlo y tranquilizarlo y que él jamás sienta que está molestando o que merezca ser castigado por ello. Por otra parte, los límites también les entregan contención a los niños y es fundamental que sean parte del funcionamiento familiar.

    Respecto a estas condiciones o cualidades ¿Cuál sería el principal desafío de hacer familia a través de la adopción?
    El primer desafío de la familia adoptiva es transmitirle al niño que ese es su hogar y que estos lazos son incondicionales. Una vez logrado eso, tarea que no es fácil, trabajar para que él sienta que es un lugar suficientemente seguro, de modo que pueda ir depositando ahí la emocionalidad que le emerge desde su historia.
    El otro desafío, que lo ejemplifico desde mi propia vivencia como madre biológica, es que cuando nace un hijo, aparte de la emoción de esa maravilla, hay un momento inicial de extrañeza, donde te es entregado un ser distinto a ti, que puedes reconocerlo en ciertas cosas pero en otras no. No es una prolongación de ti, es otro, donde hay un aprender a querer y también un cambio radical de tu vida. Me pregunto cuánto se permiten los padres adoptivos aceptar estos sentimientos, los que están presentes en toda parentalidad biológica, cosas como qué susto, qué ganas de volver el tiempo atrás, etc. ¿Existirá libertad para los padres adoptivos de vivir esta ambivalencia?

    Considerando al niño y la preparación de los padres para recibirlo ¿Cómo influye su edad cuando se realiza la adopción?
    Aquí hay que enfatizar que la responsabilidad de los adultos es infinitamente mayor que la del niño, él no tiene responsabilidad, simplemente existe. Por tanto debe prevalecer la capacitación a los padres.
    Me llama la atención que el trabajo en esta área, hasta donde yo conozco, se focalice tanto en la idoneidad de los padres postulantes. Me parece que esto es en sí un trabajo relevante, sin lugar a dudas, pero me cuesta comprender la necesidad de tener tanta claridad con relación a toda la historia de estos futuros padres. Sí creo que es sumamente relevante que ellos presenten capacidad de empatía y de contención. La resolución de la propia historia, obviamente en tanto no interfiera con la crianza –con esta crianza tan particularmente desafiante- es, a mi modo de ver, una tarea que nunca termina. Evidentemente hay temas fundamentales sobre los cuales tienes que tener ciertos grados de claridad, pero también creo que hay un trabajo posterior a la idoneidad, una preparación para recibir y adoptar a un niño que tiene una historia previa más compleja.
    Por otro lado, creo que es fundamental que los padres cuenten con la posibilidad de recibir apoyo, tanto ellos como sus hijos adoptivos, en el proceso de conformación de esta nueva familia que están construyendo. Esto me parece particularmente importante si consideramos que los niños, mientras más grandes, tienen más historia, la que en la mayoría de los casos está asociada a daño y sufrimiento. Eso implica que necesitamos papás muchos más preparados. Los niños con más carga van a necesitar más incondicionalidad, si eso es posible. Papás seguros de sí mismos y que entiendan que las cosas que le ocurren a su hijo tienen que ver con esta historia y no con ellos.
    Te cuento un ejemplo de una madre adoptiva que entendió esto y lo aplicó exitosamente, aunque con sufrimiento. Muchos años atrás atendimos, junto con una colega, un niño que se fue en adopción internacional a los 9 años de edad. Ésta era su historia: fue abandonado a los 3 años, su madre biológica era psicótica y el padre se hizo cargo. Luego pasó un tiempo institucionalizado y, posteriormente, fue dada su tuición a una familia, en la cual la madre resultó ser maltratadora. Por la edad que tenía en ese momento, 6 años, ingresó al programa de adopción internacional, siendo finalmente adoptado por un matrimonio extranjero, quienes ya habían adoptado dos niñas chilenas mayores que él. En su historia de múltiples abandonos, desarrolló problemas con las figuras femeninas adultas a partir de sus vivencias con su madre biológica y la madre sustituta que tuvo su tuición. La madre adoptiva entendió esa circunstancia y con el dolor de su corazón pasó a un segundo plano, dejando que el padre actuara y operara predominantemente, hasta que el niño estuvo preparado para tener una mayor cercanía con ella. También en su historia hubo una guardadora que mantuvo contacto por mucho tiempo con él. No se si aún lo tiene, pero la conservación de ese vínculo sin lugar a dudas contribuyó en su sanación e integración.

    ¿Piensa que Chile podrá incluir las adopciones de niños con necesidades especiales, como lo hacen otros países?
    Creo que ya está pasando, que nuestra cultura está cambiando y se están adoptando niños mayores. Quizás en parte porque es la alternativa que aparece como más posible, pero también la experiencia va haciendo historia.
    Lo que me parece curioso dentro de las normativas, es que se supone que mientras más guagüita es, yo puedo exigirles más a los padres adoptivos. En el caso de dar en adopción a una mujer sola u hombre solo, entonces voy a pensar en lo/la castigo y le doy un niño más grande. Personalmente creo que debieran aumentar las exigencias para los postulantes a niños más grandes, donde voy a necesitar un par de papás que tengan la posibilidad de ser mucho más demandados por las necesidades de atención que ese hijo tendrá. Por cierto, dos tienen más capacidad de trabajo que uno.
    Como yo lo veo, el criterio imperante no tiene que ver con las necesidades reales de los niños, ya que si hay un niño que tenga necesidades especiales, con alguna dificultad o enfermedad crónica, obviamente es mejor que lo adopte una pareja parental, ya que requerirá de tratamientos y acarreos, lo que significa una mayor demanda en términos concretos, y no sólo en términos afectivos, lo que también estará presente.

    ¿Cuánta información se les debiera entregar a los padres adoptivos en relación con la historia de la familia de origen?
    Tienen que saberlo todo, desde esa historia ellos entenderán qué necesita el niño. Mientras más antecedentes tengan, aumenta la probabilidad que actúen apropiadamente.

    Pensando en las necesidades emocionales de un niño adoptivo ¿Cuáles son las principales funciones que deben cumplir los padres o cuidadores?
    Depende de las características individuales del niño, hay que entender que trae algo consigo, también el ambiente aporta y él se acomoda a ciertas situaciones. De ahí en adelante el funcionamiento emocional va a estar influido, no sólo por lo vincular, sino que además la contención y la entrega pueden ir ayudando al niño a reconocerse a sí mismo.
    Si estás con un niño pequeñito viendo un mono en la tele, miras su carita y ves que está triste, tú le dices, “¿eso que pasó te dio penita?” Él no sabe lo que le está emergiendo y hace pucheros, tú reconoces el sentimiento, le pones nombre: “pena“, y lo validas acogiéndolo y consolándolo, entregándole de paso herramientas para que aprenda a tranquilizarse.
    El niño se va construyendo desde la experiencia en la relación con el otro. Si nos falla el otro en una rotación permanente, eso no está siendo otorgado en forma apropiada. En la condición de institucionalización, el otro no está disponible para el niño porque tiene a su cargo tantos otros niños. Es por eso que su llegada a la familia le da la estabilidad y la disponibilidad incondicional de adultos que lo contienen.
    Nada de eso es irreparable. Para mí, reparar significa más que borrar la huella, es poder construir un modo distinto de estar con los otros a pesar de esta experiencia primaria. Y creo que mirada así, la reparación no tiene límite de edad. Obviamente mientras antes comience, tanto mejor para el niño. No es necesario esperar que se encuentre en el seno de su nueva familia para comenzar con el proceso –indispensable y necesario- de acompañamiento terapéutico.

    ¿Cree que la intervención que se realiza con la familia de origen pueda sanar situaciones o proveer de las habilidades parentales que han estado ausentes en la crianza?
    ¿Quién es uno para decir que no? Yo no sé si existe una respuesta definitiva, pero lo que sí tengo claro es que uno necesita anteponer al niño a todo para tomar una decisión caso a caso.
    ¿Es este un niño que puede tolerar un segundo error, equivocación o desajuste por parte de su familia de origen? Hay herramientas que se han desarrollado para ver si hay o no competencias parentales, y si no están presentes, se debe tener la capacidad de hacer la pérdida. Insisto en que el análisis debe ser caso a caso, con el foco puesto siempre en el niño y no en la familia de origen, ya que él es infinitamente más vulnerable.

    ¿Cuáles diría que son las características fundamentales que debe tener una buena parentalidad?
    La empatía por sobre todo, si existe capacidad de empatía todo lo demás es trabajable, sin ella no existen competencias parentales. Te doy un ejemplo, un papá podría ser tremendamente rígido, pero si puede contactarse en algún minuto con las implicancias que tiene su rigidez en su hijo o hija, podrá modificar su conducta. Por otro lado, si la modifica desde lo racional sin empatía, esto no será genuino.

    Sabemos que mayoritariamente son extranjeros quienes adoptan a los niños mayores ¿Cuál es su impresión respecto que los chilenos acojan a este grupo de niños?
    Algunas colegas como Alejandra Aspillaga, Harue Tsunekawa y Paulina Ramirez, entre otros, han hecho una linda tarea en esa área, donde yo creo que un trabajo previo con los padres puede facilitar infinitamente la conexión.
    Sin pecar de ingenua, pienso que los postulantes a la adopción tienen un deseo genuino y real de ser buenos papás, pero que sus proyectos pueden enredarse o fallar por falta de información o preparación.
    Se debe ayudar a los padres con un servicio post adoptivo, que sepan que tienen un espacio donde recurrir después del proceso. Este apoyo debe considerar también un trabajo individual con el niño, otorgarle a él un espacio para procesar su propia historia.


      Cita normas A.P.A.:
      Lasserre, Jeannette y Rocca, Ignacia (2011). Rossana Culaciati, psicólogaEl hogar, un lugar seguro para los hijos adoptivosAdopción y Familia, 6. 16-19.

      URL Abreviada: http://numrl.com/rcp06

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