Reparación, una historia para
compartir
En la adopción, el término
reparación no es técnica, ni terapia, ni un remedio a los dolores, tampoco una
mecánica, más bien nos habla de un proceso tremendamente humano y esperanzador
donde se pueden restablecer afectos y confianzas que tempranamente se perdieron
en el niño, donde se pueden sanar heridas y construir nuevos puentes. De eso
trata la adopción, de una ruta que encuentra a padres e hijos, cada uno con sus
propias historias, que se entrelazan y crean una nueva, dando forma a una
familia.
Los niños no sólo nos
asombran por su capacidad de hacer frente a la adversidad, sino también por la
de tomar y aprovechar una mano tendida que se les ofrece. Es así como el
proceso que les va a permitir sanar sus heridas emocionales, se inicia desde el
momento que alguien los acoge y sostiene, atento y disponible hacia sus
necesidades emocionales. Cualquier gesto de cariño, preocupación, paciencia,
alegría y ternura por parte de los adultos que los reciben y cuidan, contribuirá
a que el niño vaya valorando su pasado a la vez que vuelva su mirada y su
corazón en un futuro acompañado y con oportunidades.
Es por eso que resulta fundamental
que los padres adoptivos no piensen en la reparación (del abandono) como una
etapa con fecha de inicio y fin; tampoco como un inagotable y abrumador trabajo
a través del cual nunca acabarán de reparar lo que muchas veces se quiere
evitar, para que los hijos no sufran. Que no se olvide que el sanar/reparar/fortalecer
pasa más por construir vínculos y afectos, ofrecer espacios para que los hijos
expresen sus emociones, especialmente la pena y dolor, instancias para hablar
de lo que les preocupa y afecta, y eso se da en la cotidianeidad de la vida en
familia, en un hogar seguro y confiable, que es un proceso que acompaña toda la
vida.
Abrazos que sanan
¿Cómo ayudamos a ese
niño, a nuestro hijo que nació lejos de nosotros, el que ha sido inmensamente
deseado y esperado, pero que inevitablemente trae una historia que ha dejado
huellas y dolores que es preciso sanar? Vivimos en una sociedad que evita y
reprime el dolor, en una cultura que valora la inmediatez. Desde pequeños
aprendemos a no hablar de lo que resulta triste o difícil, más aún cuando
sufrimos una pérdida, el mandato social pareciera ser olvidar y seguir adelante sin detenerse. En el contexto de la
adopción el llamado es a desafiar este mandato, promover un entorno familiar
que permita a los hijos mirar y explorar su historia, hablar de sus miedos y
sentimientos cada vez que lo necesiten, que puedan encontrar un sentido a
experiencias tan inexplicables como es el abandono.
Sin duda, lo primero es
aceptar que los procesos de duelo de los hijos, las penas y dolores que en
algún momento deberán enfrentar, son procesos naturales que todo niño necesita
y tiene derecho a vivir y experimentar. Es importante para los padres entender
que muchas veces el sufrimiento y dolor de sus hijos, son una oportunidad
preciosa para acompañar y crecer junto a ellos.
El niño desde pequeño va reconociendo
en esa casa su lugar, no como algo automático, pero en la cotidianeidad se va
formando el vínculo y la certeza: yo soy
de aquí, este es mi lugar y ellos son lo mío.
En ese reconocerse es
fundamental la aceptación que él y los suyos tengan de su origen, su historia, para
dar espacio a la convicción en el niño de: “me quieren con todo lo que soy y
todo lo que he vivido, me han esperado y entienden que sin ese pasado yo no
podría estar con ellos”.
Mamá, papá…Ya estoy aquí!
Cada vez resulta más
evidente que las instituciones de adopción deben apoyar y preparar a los
padres. Ser capaz de comprender y contener el dolor del hijo que ha sufrido, es
algo para lo que nunca se está suficientemente preparado y muchas veces los
padres se preguntan si podrán lograrlo, pero son ellos los protagonistas en el
proceso de recuperación de su hijo y, con buen apoyo, el proyecto familiar
logra tener éxito.
José, de sólo 3 años y
medio fue adoptado, sus padres se pusieron una sola meta con él: estar a su
disposición, no complaciendo sus caprichos, sino con la apertura de comprender
lo que él sentía y de relegar, por un largo período, a segundo plano sus
propias aspiraciones, miedos y expectativas. Así, José fue entregándose a la rutina
familiar entendiendo, aún sin saberlo conscientemente, que esos padres estaban
ahí para quedarse, y que estaban al servicio de sus necesidades concretas y
reales.
Mientras José estaba en
un hogar, estos padres respetaron su ritmo, con largos períodos de visita según
el estado de ánimo del niño. Lentamente lo fueron cautivando y él a ellos,
porque ambos se dieron el tiempo para que el amor surgiera como una
consecuencia natural del respeto y el cariño. Y así, la primera vez que José
les tendió su manito para que la mamá lo ayudara o se abrazó a las piernas del
papá, se dieron cuenta que la espera había valido la pena.
No es tarea fácil para
los padres. Deben respetar por sobre todo el ritmo del niño, tratar
honestamente de entender lo que le pasa o lo que siente y mostrar la suficiente
empatía, que se perfila como una condición básica, en cuanto capacidad para conectarse con otro y
responder adecuadamente a sus necesidades, al compartir sus sentimientos e
ideas, de tal manera que logra que el otro se sienta cómodo y acogido por él.
Si José está ansioso, los padres lo calman, si
tiene miedo, lo acogen y si llora, le dan consuelo. Así van construyendo una
realidad en que ellos están ahí para quererlo y cuidarlo, y que en esa unión él
puede expresar lo que siente y confiarles sus temores, formándose un espacio íntimo
y cálido en lo cotidiano, en el cual encuentra el lugar para descansar y sanar.
Quiero
saber todo, porque te quiero con todo
Es comprensible que exista una tendencia de
los padres adoptivos a no querer saber detalles del origen del niño, lo que dejaría
a la traicionera imaginación la concreción de los más terribles sueños y
escabrosos detalles de cosas que posiblemente jamás ocurrieron. También a ese
espacio inventado vuelven los padres cuando el niño desarrolla una y otra vez
esa conducta desafiante que los complica y molesta, y buscan la razón de su expresión
en ese origen oscuro que no desean explorar, porque intentan tapar el sol con
un dedo.
Esto no les hace bien ni a los niños ni a los
padres, ya que al vincularse con amor, se aceptan cómo son, con cada uno de los
detalles del otro, como en el primer enamoramiento, un afán de enterarse de los
más insignificantes e íntimos detalles para dales su sitial protagónico en
nuestro romance ¿Qué sentiste cuando me viste?, ¿te gusté desde el principio?, ¿cuál
es tu color, sabor, aroma favorito? En esas inocentes preguntas uno demuestra
cuánto le importa el otro y cómo esa curiosidad sin límite tiene en sí misma un
mensaje de amor: quiero saberlo todo, porque hubiera querido amarte desde
siempre, porque te quiero con todo lo que eres y traes. Así debiera ser el
romance que se da entre padres e hijos, pero no debe olvidarse que en esta historia
de amor hay adultos responsables y maduros, y un niño que los mira con cierto
recelo en un comienzo, pero que realmente espera ser guiado.
Unos padres que no temen preguntar una y mil
veces detalles de su origen y del período de institucionalización, que recurren
al libro de vida para entender una u otra preferencia o costumbre, son padres
que le están mostrando que quieren saberlo todo porque él es su hijo.
Una historia desconocida puede generar muchas
inquietudes en los padres adoptivos en los períodos de crecimiento del niño,
donde el origen de sus conductas puede ser totalmente normal o generado por el
entorno social y familiar, más que por su procedencia o historia pasada.
Protagonistas
en el proceso de adaptación
Entendiendo que una familia quiere tener la
autonomía necesaria para desarrollar su vida como núcleo, los padres no están
exentos de sentirse en ocasiones desorientados o inquietos y es fundamental que
estén abiertos a ser guiados en este proceso. Las instituciones cuentan con
programas de vinculación asistida y acompañamiento postadoptivo, donde el apoyo
y contención se da con la nueva familia formada y los padres, al confiar sus
vivencias, se quitan una pesada mochila de la espalda, ya que validan el tener miedo,
frustración y cansancio.
Hay que asumir que el hijo sufrió una
separación de sus progenitores que, sea temprana o tardía, dejó una huella en
su vida. Dicen por ahí al César lo que es
del César y así en la adopción, esa experiencia de vida con matices de
ambivalencia, abandono y violencia en casos extremos, sin duda marca, pero la
familia ayuda a que eso -que les permitió estar juntos- vaya superándose y sea incorporado
como un factor de crecimiento y consolidación de la superación y el vínculo
amoroso.
Al pedir ayuda, no sólo se cuenta con las
instituciones o grupos de trabajo especializados, también al invitar a la
familia extensa a ser parte activa en el proceso de adaptación del hijo, se
recibe un apoyo fundamental. Los padres son quienes deben sensibilizar y educar
a la familia sobre aspectos importantes de la historia de los nuevos
integrantes. El generar instancias de conversación con los familiares permite
despejar miedos y aprensiones, y así los afectos se van sumando en un contexto
de sostén y confianza.
Es así como la reparación es una invitación a
un proceso de encuentro entre padres e hijos ¿No repara el hijo con una sonrisa
confiada, el anhelo de hacer familia? ¿No repara la pareja al ofrecerse
incondicionalmente, a toda prueba, dando una certeza esencial para la vida? ¿No
repara cada uno emocionalmente al saber que es legítimo tener miedo, cansancio,
inseguridad y ver que logra superar todo por ese amor naciente?
Hoy los padres de José comparten una historia
de amor, al hablar de su hijo les brillan los ojos, como a tantos otros padres
que, a través de la adopción, han forjado un nuevo puente. Hoy José ya no está
solo, sus papás tampoco. Han restituido sus vidas de penas y dolores y hoy la
viven juntos como un desafío compartido.
Cita normas A.P.A.:
Lasserre, Jeannette (2011). El rol de los padres. Reparación, una historia para compartir. Adopción y Familia, 7, 34-37
URL
Abreviada: http://numrl.com/rdp07
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