30 de diciembre de 2011

El rol de los padres


Reparación, una historia para compartir
En la adopción, el término reparación no es técnica, ni terapia, ni un remedio a los dolores, tampoco una mecánica, más bien nos habla de un proceso tremendamente humano y esperanzador donde se pueden restablecer afectos y confianzas que tempranamente se perdieron en el niño, donde se pueden sanar heridas y construir nuevos puentes. De eso trata la adopción, de una ruta que encuentra a padres e hijos, cada uno con sus propias historias, que se entrelazan y crean una nueva, dando forma a una familia. 
    Los niños no sólo nos asombran por su capacidad de hacer frente a la adversidad, sino también por la de tomar y aprovechar una mano tendida que se les ofrece. Es así como el proceso que les va a permitir sanar sus heridas emocionales, se inicia desde el momento que alguien los acoge y sostiene, atento y disponible hacia sus necesidades emocionales. Cualquier gesto de cariño, preocupación, paciencia, alegría y ternura por parte de los adultos que los reciben y cuidan, contribuirá a que el niño vaya valorando su pasado a la vez que vuelva su mirada y su corazón en un futuro acompañado y con oportunidades.
    Es por eso que resulta fundamental que los padres adoptivos no piensen en la reparación (del abandono) como una etapa con fecha de inicio y fin; tampoco como un inagotable y abrumador trabajo a través del cual nunca acabarán de reparar lo que muchas veces se quiere evitar, para que los hijos no sufran. Que no se olvide que el sanar/reparar/fortalecer pasa más por construir vínculos y afectos, ofrecer espacios para que los hijos expresen sus emociones, especialmente la pena y dolor, instancias para hablar de lo que les preocupa y afecta, y eso se da en la cotidianeidad de la vida en familia, en un hogar seguro y confiable, que es un proceso que acompaña toda la vida.
    Abrazos que sanan
    ¿Cómo ayudamos a ese niño, a nuestro hijo que nació lejos de nosotros, el que ha sido inmensamente deseado y esperado, pero que inevitablemente trae una historia que ha dejado huellas y dolores que es preciso sanar? Vivimos en una sociedad que evita y reprime el dolor, en una cultura que valora la inmediatez. Desde pequeños aprendemos a no hablar de lo que resulta triste o difícil, más aún cuando sufrimos una pérdida, el mandato social pareciera ser olvidar y seguir adelante sin detenerse. En el contexto de la adopción el llamado es a desafiar este mandato, promover un entorno familiar que permita a los hijos mirar y explorar su historia, hablar de sus miedos y sentimientos cada vez que lo necesiten, que puedan encontrar un sentido a experiencias tan inexplicables como es el abandono.
    Sin duda, lo primero es aceptar que los procesos de duelo de los hijos, las penas y dolores que en algún momento deberán enfrentar, son procesos naturales que todo niño necesita y tiene derecho a vivir y experimentar. Es importante para los padres entender que muchas veces el sufrimiento y dolor de sus hijos, son una oportunidad preciosa para acompañar y crecer junto a ellos.
    El niño desde pequeño va reconociendo en esa casa su lugar, no como algo automático, pero en la cotidianeidad se va formando el vínculo y la certeza: yo soy de aquí, este es mi lugar y ellos son lo mío.
    En ese reconocerse es fundamental la aceptación que él y los suyos tengan de su origen, su historia, para dar espacio a la convicción en el niño de: “me quieren con todo lo que soy y todo lo que he vivido, me han esperado y entienden que sin ese pasado yo no podría estar con ellos”.
    Mamá, papá…Ya estoy aquí!
    Cada vez resulta más evidente que las instituciones de adopción deben apoyar y preparar a los padres. Ser capaz de comprender y contener el dolor del hijo que ha sufrido, es algo para lo que nunca se está suficientemente preparado y muchas veces los padres se preguntan si podrán lograrlo, pero son ellos los protagonistas en el proceso de recuperación de su hijo y, con buen apoyo, el proyecto familiar logra tener éxito.
    José, de sólo 3 años y medio fue adoptado, sus padres se pusieron una sola meta con él: estar a su disposición, no complaciendo sus caprichos, sino con la apertura de comprender lo que él sentía y de relegar, por un largo período, a segundo plano sus propias aspiraciones, miedos y expectativas. Así, José fue entregándose a la rutina familiar entendiendo, aún sin saberlo conscientemente, que esos padres estaban ahí para quedarse, y que estaban al servicio de sus necesidades concretas y reales.
    Mientras José estaba en un hogar, estos padres respetaron su ritmo, con largos períodos de visita según el estado de ánimo del niño. Lentamente lo fueron cautivando y él a ellos, porque ambos se dieron el tiempo para que el amor surgiera como una consecuencia natural del respeto y el cariño. Y así, la primera vez que José les tendió su manito para que la mamá lo ayudara o se abrazó a las piernas del papá, se dieron cuenta que la espera había valido la pena.
    No es tarea fácil para los padres. Deben respetar por sobre todo el ritmo del niño, tratar honestamente de entender lo que le pasa o lo que siente y mostrar la suficiente empatía, que se perfila como una condición básica, en cuanto capacidad para conectarse con otro y responder adecuadamente a sus necesidades, al compartir sus sentimientos e ideas, de tal manera que logra que el otro se sienta cómodo y acogido por él.
    Si José está ansioso, los padres lo calman, si tiene miedo, lo acogen y si llora, le dan consuelo. Así van construyendo una realidad en que ellos están ahí para quererlo y cuidarlo, y que en esa unión él puede expresar lo que siente y confiarles sus temores, formándose un espacio íntimo y cálido en lo cotidiano, en el cual encuentra el lugar para descansar y sanar.
    Quiero saber todo, porque te quiero con todo
    Es comprensible que exista una tendencia de los padres adoptivos a no querer saber detalles del origen del niño, lo que dejaría a la traicionera imaginación la concreción de los más terribles sueños y escabrosos detalles de cosas que posiblemente jamás ocurrieron. También a ese espacio inventado vuelven los padres cuando el niño desarrolla una y otra vez esa conducta desafiante que los complica y molesta, y buscan la razón de su expresión en ese origen oscuro que no desean explorar, porque intentan tapar el sol con un dedo.
    Esto no les hace bien ni a los niños ni a los padres, ya que al vincularse con amor, se aceptan cómo son, con cada uno de los detalles del otro, como en el primer enamoramiento, un afán de enterarse de los más insignificantes e íntimos detalles para dales su sitial protagónico en nuestro romance ¿Qué sentiste cuando me viste?, ¿te gusté desde el principio?, ¿cuál es tu color, sabor, aroma favorito? En esas inocentes preguntas uno demuestra cuánto le importa el otro y cómo esa curiosidad sin límite tiene en sí misma un mensaje de amor: quiero saberlo todo, porque hubiera querido amarte desde siempre, porque te quiero con todo lo que eres y traes. Así debiera ser el romance que se da entre padres e hijos, pero no debe olvidarse que en esta historia de amor hay adultos responsables y maduros, y un niño que los mira con cierto recelo en un comienzo, pero que realmente espera ser guiado.
    Unos padres que no temen preguntar una y mil veces detalles de su origen y del período de institucionalización, que recurren al libro de vida para entender una u otra preferencia o costumbre, son padres que le están mostrando que quieren saberlo todo porque él es su hijo.
    Una historia desconocida puede generar muchas inquietudes en los padres adoptivos en los períodos de crecimiento del niño, donde el origen de sus conductas puede ser totalmente normal o generado por el entorno social y familiar, más que por su procedencia o historia pasada.
    Protagonistas en el proceso de adaptación
    Entendiendo que una familia quiere tener la autonomía necesaria para desarrollar su vida como núcleo, los padres no están exentos de sentirse en ocasiones desorientados o inquietos y es fundamental que estén abiertos a ser guiados en este proceso. Las instituciones cuentan con programas de vinculación asistida y acompañamiento postadoptivo, donde el apoyo y contención se da con la nueva familia formada y los padres, al confiar sus vivencias, se quitan una pesada mochila de la espalda, ya que validan el tener miedo, frustración y cansancio.
    Hay que asumir que el hijo sufrió una separación de sus progenitores que, sea temprana o tardía, dejó una huella en su vida. Dicen por ahí al César lo que es del César y así en la adopción, esa experiencia de vida con matices de ambivalencia, abandono y violencia en casos extremos, sin duda marca, pero la familia ayuda a que eso -que les permitió estar juntos- vaya superándose y sea incorporado como un factor de crecimiento y consolidación de la superación y el vínculo amoroso.
    Al pedir ayuda, no sólo se cuenta con las instituciones o grupos de trabajo especializados, también al invitar a la familia extensa a ser parte activa en el proceso de adaptación del hijo, se recibe un apoyo fundamental. Los padres son quienes deben sensibilizar y educar a la familia sobre aspectos importantes de la historia de los nuevos integrantes. El generar instancias de conversación con los familiares permite despejar miedos y aprensiones, y así los afectos se van sumando en un contexto de sostén y confianza.
    Es así como la reparación es una invitación a un proceso de encuentro entre padres e hijos ¿No repara el hijo con una sonrisa confiada, el anhelo de hacer familia? ¿No repara la pareja al ofrecerse incondicionalmente, a toda prueba, dando una certeza esencial para la vida? ¿No repara cada uno emocionalmente al saber que es legítimo tener miedo, cansancio, inseguridad y ver que logra superar todo por ese amor naciente?
    Hoy los padres de José comparten una historia de amor, al hablar de su hijo les brillan los ojos, como a tantos otros padres que, a través de la adopción, han forjado un nuevo puente. Hoy José ya no está solo, sus papás tampoco. Han restituido sus vidas de penas y dolores y hoy la viven juntos como un desafío compartido.


    Cita normas A.P.A.:
    Lasserre, Jeannette (2011). El rol de los padresReparación, una historia para compartirAdopción y Familia, 7, 34-37

    URL Abreviada: http://numrl.com/rdp07

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