30 de diciembre de 2011

Marta Hermosilla, psicóloga

Preparándose para ser familia
La decisión de adoptar un hijo no es fácil y cuando se la toma, es preciso que tanto los futuros padres como los futuros hijos reciban una preparación para tal efecto.
Todo hijo adoptivo comienza a vivir con una carga inconciente el conocimiento del corte, de la ruptura de la relación con la madre biológica y, a veces, con el dolor inconciente de haber sido rechazado in utero. El hijo adoptivo parte su vida cargado con las huellas de un abandono, del cual él no se percata concientemente sino cuando ya es más grande. En el caso de los niños que son adoptados mayores, su realidad de vida durante el lapso que han estado solos es muy dura. Hay en sus historias múltiples abandonos, cada uno de los cuales ha dejado una fuerte impronta de dolor, una herida que es preciso sanar, pues en general, las experiencias de abandono conllevan la dificultad de darse el permiso para apegarse a nuevas figuras.
    Aquellos niños que han estado en colocación familiar o han sido cuidados por sus padres biológicos por unas pocas semanas, notarán que el ambiente es diferente y reaccionarán con pena. Los bebés reaccionan somáticamente frente a los cambios, generalmente con problemas del sueño y de la ingesta. Pueden negarse a comer, escupir la leche, tener problemas estomacales e incluso diarrea. O pueden presentar dificultades para dormir regularmente; mostrarse irritables o llorar sin motivo, no progresar en su desarrollo, faltarle la vitalidad, enfermarse muy a menudo, tener pequeños accidentes o incluso perder peso o pelo. También pueden mostrar sus emociones a través de su expresión facial, tono de voz y lenguaje corporal, y algunos lo manifiestan dándose vuelta hacia la pared. Si un niño adoptivo muestra problemas de ingesta o de sueño, es preciso consultar a un médico, para determinar si hay causas somáticas. En ausencia de explicación médica, puede asumirse que la causa es la angustia de separación.
    Cada niño reaccionará en forma diferente. Entre los 6 y 12 meses son muy vulnerables a cambios en los cuidadores, porque su apego a ellos es intenso a esta edad. Los echarán de menos, además de notar los cambios en el ambiente. El bebé puede pasar por las etapas de duelo que atraviesan los niños mayores y los adultos. Esto incluye la negación, a menudo expresada por una conducta de búsqueda que indica que espera el regreso de su cuidadora anterior; rabia, expresada por llanto incontrolable, depresión, aislamiento y desinterés en el juego o en el alimento y, finalmente, aceptación de la nueva situación. Estas etapas pueden o no ser una secuencia y pueden repetirse. Los niños mayores muestran las mismas reacciones al cambio, quizás de un modo más evidente. Sin embargo como tienen la capacidad de expresarse mejor que los más chicos, pueden participar activamente en formas de resolver la ansiedad, por ejemplo, diciendo lo que les gusta comer o usar palabras para expresar emociones.
    ¿Qué requiere un niño para aceptar su historia y estar dispuesto a conocer y querer a personas hasta ese momento desconocidas? Para aceptar su historia, debe conocerla, y para ello necesita ayuda, pues los recuerdos son engañosos, ya que resultan ser una interpretación de lo que se sintió en un momento dado, más que un registro fiel de hechos. El niño necesita ir recordando a las personas que formaron parte de su vida, mirando de frente sus pérdidas, a fin de poder llorarlas y superarlas. El mayor problema es que cada maltrato, cada abandono, cada sufrimiento, el niño lo vive como algo que él ha provocado, llegando a la conclusión que se merece lo que ha vivido, "aprende" que él es malo. En este rehacer de una historia que siempre va a tener espacios sin llenar, se requiere de un profesional que pueda ayudarlo a encarar sus miedos, sus angustias, a poder completar recuerdos y a aprender que podemos reconstruir nuestra historia, a elaborar sus penas y sus pérdidas y a encontrar dentro de sí las fuerzas, los aspectos positivos, el optimismo y recobrar la confianza en los demás, para poder, en la medida que le permitan su desarrollo y su capacidad de comprension, aceptarse sin dolor, sin avergonzarse, sin recriminar a otros y mirar hacia adelante, a la reconstrucción de esos cimientos removidos por el terremoto del abandono.
    Cita normas A.P.A.:
    Hermosilla, Marta (2011). Preparándose para ser familiaAdopción y Familia, 7, 19

    URL Abreviada: http://numrl.com/mhe07

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