Escuchar a los cabros
Cuando
el movimiento estudiantil llevaba unas pocas semanas, y aún así ya había dado
cuenta de un ministro de Estado y tenía al país haciéndose varias preguntas
fundamentales, recuerdo haber tenido una conversación sobre el tema con mi
padre. Él es amante de la democracia, pero también del orden y del respeto a
las instituciones. Por eso yo suponía que su reacción natural sería condenar el
movimiento, o por lo menos cuestionar sus métodos, que ya estaban derivando en
frecuente caos callejero.
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