26 de diciembre de 2012

“¿Actúa así porque es adolescente o porque es adoptado?”


La adolescencia no es una etapa fácil, menos para los adoptados y sus padres. La especialista española Isabel Azcona sostiene que si bien todo adolescente sufre cambios que lo llevan a sentirse en crisis en esta etapa de la vida, los hijos adoptados la viven por partida doble; porque son adolescentes y porque son adoptados. En este artículo revisamos los aspectos de complejidad emocional que ella define y las actitudes que los padres debieran asumir, para sortear esta etapa de la mejor manera posible.
Para los padres la crianza nunca ha sido un camino marcado por certezas. Por el contrario, las dudas aparecen todo el tiempo y en algunos momentos, como cuando llega la adolescencia, ese paisaje que a veces se muestra tranquilo y despejado, de pronto se nubla y empieza la tormenta. “¿Actúa así porque es adolescente o porque es adoptado?” debe ser una de las preguntas más frecuentes planteada por los padres cuando sus hijos llegan a esta edad. La española Isabel Azcona, trabajadora social y especialista en adopción de gran experiencia en adolescentes, madre de cuatro hijos, tres de ellos adoptados, nos entrega algunas claves para dilucidar este misterio.

“Si simplificamos la respuesta a esa interrogante, podemos decir que actúan así porque son adolescentes y también porque son adoptados, diferentes a los otros adolescentes e iguales a otros adoptados”, explica la especialista. El adolescente adoptado vive la misma crisis de identidad de todo joven de esa edad, pero se le suman aspectos relacionados con su adopción y origen distinto. La sintomatología será la misma de otros adolescentes y la conducta también será muy similar, por lo que para los padres será de mucha ayuda observar a otros adolescentes. “Lo diferente es lo que les pasa por dentro, debido a que son adolescentes adoptados”, sostiene Azcona.
Pero lejos de visualizarse este escenario como una experiencia negativa, esta etapa significa una gran oportunidad para resolver traumas y carencias anteriores e integrarlas a la vida actual y a su relación con la familia adoptiva, dando coherencia a su vida e integrando las experiencias previas a la adopción. La resolución de la crisis adolescente estará condicionada por la intensidad, grado y calidad de las primeras experiencias y por el vínculo desarrollado con la familia adoptiva. Los recursos que los niños traigan en su mochila, son los que le servirán para enfrentar la crisis de la adolescencia y así salir de ella.

La complejidad emocional
De gran ayuda, entonces, será tener cierta claridad sobre aquellos aspectos que son más complejos durante esta etapa, como la inseguridad ante las nuevas responsabilidades.  Por un lado, éstas resultan atractivas y son promesa de independencia, pero por otro les atemoriza la presión que implica las expectativas de los demás respecto de su cumplimiento. También el duelo por el mundo de la infancia, que los adoptados viven por partida doble, ya que suele surgir con especial virulencia la sensibilidad a los cambios, con miedos a situaciones y relaciones nuevas. No resulta extraño encontrar algún joven con mayor reticencia al establecimiento de nuevos vínculos con amigos o de pareja, en que el surgimiento de antiguos temores, como el miedo al abandono, podría llevarlo a establecer defensas en ese plano.

Otro aspecto de complejidad emocional se refiere a los cambios físicos sin el espejo biológico. Su cuerpo cambia sin llegar a parecerse a nadie de su familia, lo que puede llevarlo a dudar de su sentido de pertenencia. Los adolescentes se ven reflejados en su entorno familiar y un ejemplo concreto de esto se ve cuando alguien hace comentarios sobre los parecidos entre los parientes. Esta situación no sólo los lleva a verse distintos en el ámbito familiar, sino que también crea incertidumbre respecto al destino final de esos cambios que están viviendo. “Soy muy alto para mi edad y mis padres no lo son tanto, ¿hasta cuánto voy a seguir creciendo?”.
La etnia distinta también afecta la construcción de la identidad. Muchas niñas pueden llegar a hacer crisis, no sólo por su aspecto físico diferente al de sus padres adoptivos, sino que debido a que tampoco responden a los cánones de belleza occidentales. Esto puede generar lo que los estadounidense denominan tercer espacio: “no soy de aquí, ni de allá”. Esto suele llevarlos a identificarse con grupos de inmigrantes o marginados, con quienes les parece compartir el sentimiento de desarraigo social.

Otra situación que puede presentarse en los jóvenes es la renuncia a la identidad de su condición de hijo adoptivo, predominando el deseo de pasar inadvertidos. Si las diferencias físicas no son evidentes, puede ocasionarles gran recelo que de pronto se sepa esa parte de su historia que intentan evitar.
Es frecuente encontrarse con la creencia social de que los niños adoptados deben sentirse agradecidos de sus padres y de su vida en general, por su situación actual y por el hecho de haber sido adoptados. Sin embargo, ellos no lo sienten así, más bien piensan que han tenido mala suerte, por haber sido abandonados y por haber vivido todas las circunstancias que ello implica. En este periodo, los pensamientos respecto de la madre biológica son muy frecuentes, particularmente de si no pudo o no quiso hacerse cargo de ellos. Como suelen retraerse y no compartir lo que sienten y piensan sobre este tema, creen que los otros jóvenes están muy felices y agradecidos de sus familias, pero ellos no. Se sienten solos y únicos en el mundo y pueden llegar a culparse de no ser capaces de sentirse agradecidos.

Por último, se presenta la inquietud por la búsqueda de sus orígenes y que gira en torno a dos ejes principales. Uno es “por qué me adoptaron” y el segundo, “por qué me abandonaron”. Lo que realmente quieren volver a escuchar no son los hechos y detalles que ya conocen y han trabajado en el relato familiar con los padres adoptivos, sino que las preguntas ahora se centran en torno a las motivaciones de fondo.
Sobre del abandono, las interrogantes son infinitas. Es un proceso que no termina, generando cuestionamiento aún en la etapa adulta. En el fondo están buscándose a sí mismos en su origen, para así poder construir su identidad. Isabel Azcona lo ejemplifica como un rompecabezas que para el adoptado tiene múltiples soluciones. Puede tomar diversos fragmentos para armar distintos cuadros y en algunos casos faltan piezas. Esto puede resultar muy complicado, pero así le sucede al hijo adoptado cuando va en la búsqueda de sus orígenes.

La tarea de los padres
Azcona asegura que existe la manera en que padres y madres adoptivos pueden ayudar a sus hijos adolescentes. Es fundamental acompañar y escuchar para acercarse al sufrimiento, conectar con las áreas de dificultad del hijo y ofrecerle una respuesta sensible. Esta actitud que parece aportar poco, en realidad es de gran ayuda. El hijo vive un sentimiento profundo de soledad por lo que le sucede, con pocas posibilidades y muchas a la vez. Cuando los padres son capaces de conectarse con esto, detectan pequeños problemas que se pueden resolver tempranamente, percibiendo sus zonas sensibles y poniendo en marcha recursos que son más sutiles, pero útiles, y que les ayudarán a confrontar dificultades y conciliar con la difícil experiencia del abandono. Se comprende así que algunas conductas responden al sufrimiento y no se producen por simple rebeldía.

Así como hay actitudes de los padres que ayudan mucho en este proceso, definitivamente hay otras que no lo favorecen y siempre será bueno conocerlas. Dos actitudes muy importantes que se deben evitar son: en primer lugar, la rivalidad con los padres biológicos y, la segunda, vivir con el temor al abandono por la curiosidad del hijo sobre su historia.
Se recomienda evitar a toda costa atribuir a la herencia biológica los comportamientos que el hijo presenta, por muy duros y diferenciadores de la familia adoptiva que éstos parezcan. Las actitudes que sí ayudan a los adolescentes de parte de los padres adoptivos es una adecuada elaboración de sus propias pérdidas y duelos, las que tienen que ver con las dificultades para haber alcanzado su propia maternidad y paternidad. También la ética y trasparencia en el mismo proceso de adopción, ya que en algún momento, cuando el hijo sea mayor, querrá saber más sobre su origen y su propia adopción, y muchos usan internet para buscar mayores antecedentes que les permita completar el puzzle de su historia preadoptiva.

Por último, destaca Isabel Azcona, resulta esencial por parte de los padres adoptivos la entrega de respuestas sensibles a sus preguntas, conectando con él y nunca minimizar sus sentimientos respecto de su historia de origen y de adopción, por muy duro que esto les parezca.


Cita normas A.P.A.:
Siredey, Verónica (2012). “¿Actúa así porque es adolescente o porque es adoptado?”. Adopción y Familia, 8, 4-6
URL abreviada: http://numrl.com/aap08

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