26 de diciembre de 2012

Jorge Barudy, psiquiatra Infantil / Maryorie Dantagnan, psicóloga infantil


La singularidad de la mente
Muchos padres temen  la llegada de la adolescencia de sus hijos, como si existiera siempre el riesgo de una catástrofe anunciada. Esta preocupación puede exacerbarse en el caso de los padres o madres de hijos o hijas adoptadas. Una generalización de este tipo, en vez de ayudar a encontrar la manera de ser padres en este periodo, predispone a crear un estado de alerta innecesario, dificultando la comprensión y el abordaje de las dificultades reales que se puedan presentar. 
Los prejuicios y los tópicos sobre la adolescencia, como un periodo incluso escabroso y desafiante para los padres, siguen aún demasiado presentes en la cultura. Esto es parte de sistemas de creencias que todavía sostienen que lo que le pasa o hace un niño o niña es independiente de la forma en que los adultos les tratan o les han tratado. Por esto se defiende la idea que para educarles hay que controlar y someter. Esto porque los hijos y las hijas son potencialmente peligrosos y más aún cuando llegan a la adolescencia. Las dificultades reales que algunos padres pueden tener con sus hijos adolescentes, a menudo consecuencias de sus incompetencias parentales, son recuperadas para fortalecer estos postulados, haciendo muchas veces dudar sobre la naturaleza de sus hijos, a padres y madres adecuados.


La singularidad de la adolescencia de los hijos e hijas adoptadas puede conducir erróneamente a juicios en este sentido, privando a los padres de la posibilidad de comprender cuales son las verdaderas razones de las dificultades de sus hijos e hijas, para poder actuar con ellos de modo adecuado. Afortunadamente, el conocimiento científico actual sobre el funcionamiento del cerebro, en tanto órgano que produce la mente humana, permite afirmar, sin ninguna duda, que lo que moldea el funcionamiento sano de la mente de un/a adolescente, son las experiencias interpersonales resultado de las relaciones con las personas significativas , que le cuidan , le estimulan, le educan, le protegen y junto con esto le ayudan a construir una consciencia de sí mismo, coherente con sus historias de vida. Este proceso es lo que permite la configuración y reconfiguración de la mente, es decir, las conexiones adecuadas entre las diferentes partes del cerebro.

Cada fase del desarrollo de los hijos o hijas necesita de  nuevas experiencias interpersonales para asegurar la madurez mental, que se supone se alcanza con la edad adulta.    . La adolescencia no es más ni menos que una fase de este desarrollo, que biológicamente tiene la peculiaridad maravillosa del torrente hormonal que llamamos pubertad y que le abre las puertas, a nuestros hijos e hijas, a las experiencias del encuentro sexual y amoroso con otro u otra, así como a la procreación. Los padres y las madres tenemos la tarea de acompañar este proceso, adecuando nuestros modelos mentales y relacionales a esta etapa del desarrollo de nuestros hijos/as.

Por otra parte, los hijos e hijas adoptadas tienen la singularidad de haber conocido fuentes diferentes de estímulos en este proceso de configuración y organización de su cerebro. Así, antes de ser adoptados, pueden haber vivido experiencias dolorosas y/o traumáticas que determinaron una configuración cerebral específica, la de una mente organizada por traumas. Esto explica sus dificultades para modular sus emociones y comportamientos, así como sus dificultades de aprendizaje y otros problemas que presentan. Para muchos de estos niños/as la adopción ha sido o es una oportunidad para vivir experiencias reparadoras; cuando se logra, estos niños y niñas son unos adolescentes sanos y constructivos. Aunque no es siempre así, por ejemplo en los casos que el daño pre-adoptivo ha sido muy grande y en un periodo muy sensible -antes de los tres años-, o cuando los padres adoptivos no han podido darse cuenta o responder a  las necesidades especiales de sus hijos, o la escuela, así como los profesionales de la medicina o de la psicología, no han sabido aportar la ayuda necesaria a estos niños y a sus padres.

Aun en estos casos la adolescencia puede ser un periodo de mayores dificultades, pero también de oportunidades. En esta fase los pares u otras figuras de identificación como artistas, deportistas, nuevas actividades o un amor que cure pueden ser factores de resiliencia que permitan enmendar rumbos. También las intervenciones profesionales coherentes, como la traumato-psicoterapia, la terapia familiar, una medicación adecuada, la terapia grupal pueden contribuir a estabilizar la mente con un funcionamiento alejado de los traumas del pasado. Es también en la adolescencia que los padres pueden acompañar a sus hijos a completar una narrativa constructiva de la historia de su adopción.


Cita normas A.P.A.:
Barudy, J. y Dantagnan, M. (2012). La singularidad de la mente. Adopción y Familia, 8, 39

URL Abreviada: http://numrl.com/bdp08

No hay comentarios:

Publicar un comentario