Sin miedo...
El evangelio de Lucas nos
enseña que María y José veían como su hijo Jesús crecía y se fortalecía,
llenándose de sabiduría, y la gracia de Dios estaba junto a él (Lucas, 2, 40).
La familia de Jesús y la de toda persona es un santuario y un lugar donde la
vida nueva que traen los hijos adoptivos, puede ser acogida, respetada,
protegida y acompañada. Todo padre y madre busca en sus hijos e hijas un
auténtico crecimiento humano. Cuántas veces he escuchado decir, al igual que
María la madre de Jesús: “mire Padre, cómo está de grande mi hijo”, “me
sorprendo de ver cómo crece mi hija y las cosas que ahora dice, ya es toda una
señorita”.
Jesús seguramente vivió su etapa adolescente contando con una familia que no sólo le transmitió la fe, sino también los valores, su cultura y una cosmovisión que abrieron sus ojos a un estilo que lo marco por su calidez, su fraternidad cercana y una gran confianza en su Padre Dios, que fue cultivando y acrecentando al abrigo de la cercanía con su madre María y su padre adoptivo José.
Jesús seguramente vivió su etapa adolescente contando con una familia que no sólo le transmitió la fe, sino también los valores, su cultura y una cosmovisión que abrieron sus ojos a un estilo que lo marco por su calidez, su fraternidad cercana y una gran confianza en su Padre Dios, que fue cultivando y acrecentando al abrigo de la cercanía con su madre María y su padre adoptivo José.
Ponerse bajo el amparo de María y de José es una tradición que vivimos los cristianos desde antaño y creo que es especialmente necesaria en la etapa de la adolescencia, en que el joven se va separando para convertirse en una persona independiente. Etapa que requiere, por parte de los padres, especial atención y cercanía, ya que según indican los expertos, el joven puede mostrar un inusitado interés por los temas de adopción y por conocer a su familia biológica. Puede desear buscar información de sus padres biológicos, querer integrar de modo nuevo el árbol genealógico de sus padres adoptivos y de su familia de origen. Puede surgir el deseo de conocerlos, saber sobre su estado actual, en qué trabajan, etc. Buscando identificación, puede estar movilizado por la necesidad de saber la razón del rechazo y abandono.
La comunicación en actitud
de escucha y comprensión facilitará que el hijo pueda encontrar un espacio donde
confiar sus temores, sus fantasmas y sus emociones sin miedo. La “puerta
siempre abierta”, buena disposición a responder todas sus preguntas, ayudarán a
ir asimilando y aceptando su historia en una edad en que pueden acentuarse o
surgir inseguridades que antes no habían existido.
El saberse acogido por sus
padres adoptivos, que nació del “corazón de sus padres” para acompañarlo
gratuitamente, tal como es el amor que ha recibido, es muy importante para dar
un soporte emocional y compensar la herida que puede surgir en esta etapa.
La vida en Cristo hace
brotar de forma plena la identidad y sociabilidad de la persona humana. Confíen
en el poder de la oración y en el amor y cuidado que han podido dar, ésta es la
mejor carta para enfrentar con fe y confianza una etapa que en nuestra sociedad
se vive con cierto temor. ¡No teman! dice Jesús. La confianza filial en Dios
aleja todo temor, mejor aún, el amor aleja todo temor.
Cita normas A.P.A.:
Tupper, Rodrigo (2012). Sin miedo... Adopción y Familia, 8, 43
URL Abreviada: http://numrl.com/prt08
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