26 de diciembre de 2012

Soy Adoptado...


Cuando en los recuerdos solo hay dolor y soledad


David es español, a sus 24 años y como muchos jóvenes de su edad vivió las crisis clásicas de la juventud. Pero no sólo esas, sino también otras. Como hijo adoptivo sabe de penas y dolores que por mucho tiempo vivió en silencio, hasta el momento que decidió escribirlas.
David Azcona corrió el velo de su privacidad el día que decidió escribir su testimonio y publicarlo en internet. La situación que hasta ese minuto vivió en silencio, pensamientos, sentimientos y emociones que sólo había compartido en parte  con sus más cercanos, de pronto salieron a la luz. Al preguntarle qué lo motivó a escribir, confiesa que desde hace un tiempo ya sentía que había cosas en su vida que no estaban bien. “Me sentía sólo, tenía pánico al abandono y reaccionaba de forma diferente al resto de las personas ante situaciones comunes del día a día. Empecé un blog contando mi testimonio. Mi sorpresa fue encontrar por primera vez en mi vida a mucha gente que empatizó totalmente conmigo. Por primera vez me sentí parte de algo, me sentí comprendido. Tenía la necesidad de buscarme a mí mismo y de que me escucharan. Necesitaba expresarme, como modo de elaborar lo que tenía dentro”. El siguiente es el testimonio que publicó en 2009 en su blog.

"Es muy difícil escribir en unas cuantas líneas mi vida, mis experiencias. Las personas que me han animado a hacerlo, son mis compañeros de la Voz. Yo no sabría por dónde empezar...

Me presento: Tengo 24 años, me llamo David. Mi madre me tuvo con 14 años, y por varias circunstancias, llegué a un centro con poco más de un año. No recuerdo muchos detalles, pero sé que los fines de semana y vacaciones iba a ver a mi familia. Los años pasaron y me acostumbré a mi "nuevo hogar". Me conocía a todos, ya que fui el que más pequeño llegó y el que más mayor se marchó.

Son años borrosos. Recuerdo sentirme muy solo, algo que recuerdo especialmente es cuando en Navidad, yo era el único que se quedaba en el centro, y un monitor/cuidador tenía que quedarse conmigo. Yo era muy consciente, al menos yo lo sentía así, que al monitor le gustaría estar con su familia y amigos en su casa, pero le tocaba pasar Nochebuena o Nochevieja conmigo, en el centro, los 2 solos, viendo la TV. Me hacía sentirme culpable y a la vez, ese sentimiento de soledad me embargaba, pero me acostumbré a ello.

Recuerdo que ya tenía unos 10 u 11 años, cuando me fui con una familia de acogida. Salía los fines de semana con ellos. Yo me esforzaba por comportarme bien. Todo parecía una "Película" donde ambas partes actuábamos aparentando ser una familia feliz. Pero llegaba el domingo por la tarde y yo volvía al centro, y la cruda realidad era otra. Mi impresión es que ellos también fingían, fingían ser una familia para mí, fingían ser una pareja perfecta... Entiendo que querían hacerme sentir bien... Yo fingía, fingía ser feliz con ellos. Pero me era muy difícil concebir algo real.

Con una de las familias acogedoras temporales, recuerdo que el primer fin de semana que pasé con ellos, invitaron a todos sus amigos y familiares y me hicieron desfilar como un mono de feria. Recuerdo miradas de compasión, miradas y más miradas. Yo sólo quería estar tranquilo con ellos, sentirme en paz, jugar, reír y salir de la rutina del centro. Lo harían con buena intención, pero eso me bastó para no querer seguir con ellos. Llamé a mi trabajadora social y pedí volver al centro. Así que volví, no sin recibir de todo el mundo frases como: "Pero dónde vas a estar mejor. ¿Cómo vuelves al centro?". Pero yo tenía muy claro lo que NO quería. En el centro, con el tiempo fui de los mayores. Ayudaba con los pequeños. Me conocía a todo el mundo y con algunos pude crear cierto vínculo.

A día de hoy reconozco que se me han quedado guardadas cosas. Una característica importante, es que no suelo hablarlo con mis amigos, ni con nadie. Ya que hay una cosa que no soporto, es que se compadezcan de mí, en definitiva dar pena. Ya que durante tantos años, me he preguntado si las personas que me rodeaban era por compasión o porque de verdad me quisieran. Es una lucha constante en mi vida. No soporto, cuando alguien sabe de mi historia, y cuento los episodios más duros, que rara vez ocurre, si veo que cambian de actitud, más amables, más comprensivos, etc. Yo me bloqueo y los evito. Lo que es cierto, es que cuando se lo cuento a alguien, que ha pasado por algo parecido, no me siento así, y se puede crear un lazo de comprensión mutua, que he encontrado también en la Voz. Siempre me han dicho que he tenido una especie de don para los niños con problemas, niños que han pasado por situaciones parecidas a la mía. Empatizo tanto con ellos, que no me cuesta entablar conversación y crear un ambiente cómplice.

A los 16 años fui acogido por una familia, y llevo viviendo con ellos 8 años. Ellos tienen 3 hijos biológicos más pequeños que yo. No he podido evitar tomar el rol de hermano mayor, protector. Ellos son mi familia de acogida, pero hay veces que me siento muy "fuera del tiesto". Con 18 años, retomé el contacto con mi madre biológica y desde entonces sigo en contacto con ella y con mi hermana pequeña. Ellas también son mi familia, y me gusta que la gente respete esa parte de mí. Tan difícil de entender para algunos, porque ella, mi madre, procede y vive otra vida tan distinta a la gente que me rodea. Yo la he perdonado, pero no puedo evitar ese dolor, ese dolor que a veces me ahoga. Guardo esos sentimientos muy dentro de mí, apenas afloran. Ya que por fuera, soy un tío divertido, hago reír y casi siempre estoy con una sonrisa en la boca. Mis amigos, son mi familia, y reconozco que la gente que me rodea, la que me importa, me afecta mucho cómo se comporta conmigo, aprecio detalles que otros no. Quizás no pueda evitar poner a prueba, a día de hoy, a mis parejas, amigos... De una forma que sólo yo entiendo.

Pero me cuesta, me cuesta mucho confiar en la gente."


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