En la salud y en la
enfermedad…
y ¿en la búsqueda y el reencuentro?
“Pensé que habías enviado esas cosas hace meses”. Me volví a ver a mi esposo a mi lado en el ordenador. Estaba en medio de una pila de páginas fotocopiadas que contenían la clave para encontrar a mi familia de origen y conocerla.
Amanda
www.declassifiedadoptee.com en http://adoptantis.org/
Me encogí de hombros. Acababa de dar a luz a mi primer hijo,
y había dejado mi trabajo para cuidar de él. No podía justificar el gasto
de cerca de $400 en algo que me parecía que era sólo en mi beneficio. He
intentado arduamente explicarme cómo me estaba haciendo sentir este
proceso ¿Podía gastarme este dinero en mí misma y abrir este mundo de
incógnitas? ”Sí se puede”, dijo. “¿Qué beneficios le traería a esta
familia?” Ese día hice el cheque y envié el formulario al
mediador ¿Qué fue lo que me hizo caminar hasta el buzón ese día y poner
ese sobre especial dentro?
He escrito sobre los diferentes motivos que me llevaron a participar en el proceso de búsqueda de mi familia de origen. Fue un susto médico lo que ayudó a darme cuenta de que el conocimiento de mis raíces biológicas era importante para mí. Estaba dando a luz a mi primer hijo y mirándole a los ojos –los ojos de la primera relación genética que jamás había conocido-. Estaba reuniendo el coraje para hablar de mis deseos de búsqueda con los amigos, la familia y mis padres y buscar su apoyo. Sin embargo, nunca he escrito sobre el catalizador, el impulso específico que me hizo enviar los formularios al mediador después de tenerlos durante meses y deseando este encuentro durante años. Fue mi marido. Yo ya había tenido su apoyo en la búsqueda. En este momento, me dio el don inestimable de hacerme saber que él realmente entendía por qué tenía que buscar.
He escrito sobre los diferentes motivos que me llevaron a participar en el proceso de búsqueda de mi familia de origen. Fue un susto médico lo que ayudó a darme cuenta de que el conocimiento de mis raíces biológicas era importante para mí. Estaba dando a luz a mi primer hijo y mirándole a los ojos –los ojos de la primera relación genética que jamás había conocido-. Estaba reuniendo el coraje para hablar de mis deseos de búsqueda con los amigos, la familia y mis padres y buscar su apoyo. Sin embargo, nunca he escrito sobre el catalizador, el impulso específico que me hizo enviar los formularios al mediador después de tenerlos durante meses y deseando este encuentro durante años. Fue mi marido. Yo ya había tenido su apoyo en la búsqueda. En este momento, me dio el don inestimable de hacerme saber que él realmente entendía por qué tenía que buscar.
Una de las preguntas más frecuentes que recibo sobre el
reencuentro no proviene de las personas adoptadas, sino de sus cónyuges. Las
parejas de los adoptados quieren saber cómo apoyar mejor a su esposo o esposa,
a través del proceso de búsqueda y reunión. Tratan de comprender, y a
menudo están desconcertados por el cambio que perciben en sus cónyuges sobre su
propia adopción. Muchas de nuestras parejas tratan de comprender el cambio
que se produce entre vivir sin tener contacto con nuestras familias de origen y
de repente ser vencidos por la emoción una vez que se toma la decisión de la
búsqueda. Quieren respuestas, y ellos también quieren ayuda. Esto es
lo que me gustó de mi marido durante mi búsqueda.
Comprendió que no podía hacer esto por mí. Reencontrar es
ampliar conexiones, pero puede hacernos sentir solos. Podemos estar
rodeados de amor y apoyo, pero algunas partes de este proceso, por su propia
naturaleza las tenemos que hacer solos. Buscar a veces se puede
hacer por nosotros. Pero muchas veces somos nosotros los que debemos
trabajar directamente con el mediador (sí, debemos usar uno) o tener acceso a
nuestra información. Reunirnos con nuestra familia, establecer una
relación y mantenerla no se puede hacer por nosotros. Tenemos que
participar activamente en estas relaciones. Mi marido me hizo compañía a
través de este viaje. Caminamos codo a codo a través de este proceso como
compañeros que en la vida acostumbran a hacerlo así en todo. Reconoció cuando
me sentía sola.
Él no trató de solucionarlo todo. Cuando la gente viene a
nosotros con un problema, a veces, nuestra primera reacción es tratar de
encontrar una solución rápida. Esto, lamentablemente, significa que no
siempre escuchamos. Si lo hiciéramos, podríamos saber qué soluciones han
intentado ya –o que tal vez no hay solución-, y sólo quieren que alguien les
escuche. Mi marido es un “solucionador”. A través de mi proceso de
búsqueda, rápidamente se dio cuenta que no había ninguna solución a mis
altibajos en este juego de “esperando encontrar a mi familia”. No había nada
que pudiera hacer para que el proceso fuera más rápido o para influir en el
resultado de lo que la respuesta podría generar en el otro
lado. Situaciones que hacían que el proceso de búsqueda estuviera totalmente
fuera de su control. Así aprendió a escuchar. Realmente
escuchar. Y a veces no decir nada más que “lo siento. Sé que esto es duro.
¿Quieres un abrazo?”
Cuando uno se coloca en el modo “solucionar”, puede hacer que su
ser querido se sienta como que no tiene derecho a hablar acerca de sus
sentimientos si no hay solución. Incluso entregar de forma automática a
una persona que llora un kleenex es enviarle el mensaje de que tiene que
terminar su llanto. Hay que renunciar a la compulsión del kleenex y sólo
ofrecer el hombro en su lugar. A veces la gente sólo tiene que tener una
buena llorera.
Lo convirtió en su tema también. Uno de los mayores
obstáculos para el reencuentro, para mí, era la idea de que iba a ser una
carga para los demás. Esto es especialmente cierto para las mujeres que
tienden a tomar decisiones por sí mismas en base a lo que otros
necesitan. Yo era la madre de un recién nacido y, por primera vez en mi
vida, no aportaba ningún ingreso al hogar. El proceso de mediación cuesta
alrededor de $400. Yo también ahora estaba necesitando el apoyo emocional
que rodea a la adopción, mientras que antes nunca había pedido nada. En
lugar de ver esto como algo que hacía drenar la energía de nuestra familia, mi
marido lo tomó como algo que fortalecía nuestra familia porque satisfacía una
necesidad que yo, como miembro de la familia, tenía. Cuando te embarcas en
algo tan desconocido, hay una inquietud sobre la necesidad de que todo salga
perfecto o de lo contrario alguien podría decir: “Mira, ¿no podía simplemente
haberlo dejado en paz?”. Mi marido entendió fácilmente que este proceso de
búsqueda era la mejor manera que tenía para conectar con mis raíces y nada de
esto estaba bajo mi control. Incluso si el resultado hubiera sido malo (que no
lo fue), como el rechazo o no encontrar a mi familia, nunca hubo un inevitable
“te lo dije” viniendo de él.
Escuchó y aprendió. No es broma, una vez presencié cómo mi
marido informaba a dos personas sobre la adopción en su Estado, cuando escuchó
que decían algo que él sabía que era incorrecto. Mi mandíbula cayó al
suelo. Cuando le pregunté cómo lo sabía, respondió “materia-de-hecho” y que
había estado hablando de ello en la cena hacía unas semanas. Hacer
políticas de adopción sanas ha sido algo que me he vuelto muy apasionada. No
tenía idea de que estaba escuchando mis intereses con tanta profundidad.
Me hizo saber que él realmente se preocupa por las cosas que me impactan y que
son importantes para mí.
A veces las cosas que la gente quiere que sepamos acerca de ellos
no se enmarcan dentro de una conversación. Cosas que tuvieron el coraje de
revelar cuando terminaba una conversación, cuando el adoptado se dirigía a la
puerta para salir de la habitación o de modo informal durante el día, las
parejas entienden que cualquier cosa que digan sus compañeros acerca de
su adopción, aún si no se enmarca en una conversación formal, podría ser
algo muy importante que escuchar.
Recordó. Él no revisaba el buzón todos los días con
entusiasmo esperando una noticia del mediador sobre mi búsqueda, como
yo. Mi búsqueda fue un proceso de siete meses, que parece mucho, pero en
realidad es relativamente corto en el mundo del reencuentro. Sin embargo,
la espera resultó insoportable. Mi marido se acordó de preguntarme, todos los
días, qué había encontrado en el buzón. Incluso en los días en que yo
acababa de responder al mediador y sabíamos que no iba a recibir respuesta
por un tiempo, aún preguntó. Trató de encontrar cosas reconfortantes que
decir acerca del por qué se tarda tanto en tener noticias del
mediador. Reconoció que los viajes al buzón todos los días ya no eran un
proceso rutinario de la vida cotidiana, sino que era un acto consciente que
realicé cada vez que levanté esa tapa de metal y miré dentro.
Me validó. Para algunas personas adoptadas, el embarcarse en
el proceso de búsqueda es la primera vez que realmente empiezan a ampliar su
red de personas con las que hablan sobre su adopción. Puede ser por la
búsqueda de apoyo, tratando de informar a los demás, o haciendo saber a las
personas cercanas que puede haber nuevas personas que se incorporen a su vida
en un futuro próximo. Cuando la adopción empieza a formar parte de la
conversación, se hacen preguntas. Hubo momentos donde la gente evitó
hacerme alguna pregunta prefiriendo interrogar a mi marido, suponiendo
que les daría la razón en sus ideas y planteamientos sobre mi situación si yo
no estaba presente para escuchar lo que decían. No lo hizo. Mi marido tuvo
un papel clave en mi sistema de apoyo mediante la lucha contra la desinformación.
Validó mis pertenencias familiares, y no permitió comentarios fuera de lugar
acerca de mi posición sobre la adopción.
Se abrazó a mi realidad. Mi marido se crió en un hogar con
una madre, un padre y una hermana. Están conectados por todos los lazos
que tienden a considerarse como “familia” –biología, derecho, emoción, vínculo-
y sus padres han estado casados durante 40 años. Abrazó el hecho de que mi
situación familiar es diferente. Algunas personas con experiencia de
familia tradicional consideran la integración de las dos familias como una
carga –más lazos para mantener-. Mi marido vio rápidamente las fortalezas
y desafíos de tener una gran familia con más de dos padres. Sacó de su
experiencia el tener abuelos que se casaron y se divorciaron en varias
ocasiones, dándole más abuelos que los que sus compañeros tenían, para entender
por qué mis raíces eran tan importantes para mí. Buscó la manera de
empatizar y normalizar mi experiencia.
Creo que uno de los mayores retos para nuestras parejas está en vernos
pasar de estar bien a sentirnos muy emocionados, una vez que hemos decidido
iniciar el proceso de búsqueda. Ellos quieren saber cuál es la
diferencia cuando, para ellos, nada ha cambiado. Para el adoptado, todo ha
cambiado. El cambio es pasar de la idea de la búsqueda a realmente
participar en la búsqueda, del “esto puede esperar” a “se acerca.” Esperar
lo que llegará como respuesta a nuestra participación en la búsqueda
puede resultar abrumador.
Para mí, una de las partes más difíciles del cambio de “esto puede
esperar” a “ya se acerca” fue explicar a mi esposo el cambio emocional
del que fue testigo. Pasé del no saber sobre mi familia biológica,
como una parte cotidiana de mi vida, a un estado en que esta realidad era una
parte presente y urgente de mi vida. Y esto requería un cambio emocional
también suyo. Tenía que decidir si iba a ignorar el proceso, rechazar el
proceso, o sentarse junto a mí en la búsqueda y el reencuentro.
¿Y este misterioso cambio emocional? La diferencia entre “no
puede esperar” y “ya se acerca” es la gran experiencia de la
anticipación. La anticipación obliga a enfrentarse con todo lo que alguna
vez uno se ha preguntado acerca de su familia de origen y que pronto se podrá
tener más claro. O, alternativamente, enfrentarse al hecho de que no vas a
encontrar nada y que nunca tendrás las respuestas que buscas. Al
mantenernos en un estado de no saber y no buscar, tenemos control sobre el
resultado –no recibiremos nada-. No nos enfrentaremos a nada. Ninguna
de nuestras ideas preconcebidas acerca de la adopción o de la familia va a ser
impugnada y se puede mantener lo que uno sabe y acepta en este momento de la
vida. El simple acto de colocar un formulario en un buzón es un acto audaz
de ceder el control, en un intento de lograr algo que sientes puede ser mejor.
No podemos ignorar la dificultad para controlar lo que la
respuesta traerá por el correo, a través del mediador, o por teléfono al llegar
al final del proceso de búsqueda y reencuentro. Tengo la suerte de haber
sido acogida y aceptada, no todas las personas adoptadas tienen esta
experiencia. Nuestros esposos dan testimonio del cambio entre “esto
puede esperar” a “ya llegó” y tratan de encontrar una manera de apoyo frente a
lo desconocido. En realidad no hay ecuación mágica para ser un buen esposo
durante el proceso de búsqueda y el reencuentro de un adulto adoptado. Se
trata simplemente de hacer lo que hacen los compañeros de la vida el uno al
otro cada uno y todos los días, mientras que puedan reconocer que éste es un
momento en la vida del adoptado en que puede necesitar la presencia y
preocupación de su cónyuge, ahora más que nunca. Ellos nos apoyan a través
de los altibajos de la espera. Y comparten con nosotros la información que
recibimos y las relaciones que restauramos. Y, por desgracia, los cónyuges
de las personas adoptadas tienen que compartir el dolor del adoptado y ayudar a
recoger los pedazos en los casos en que “lo que viene” no es lo que se
esperaba.
URL
Abreviada: http://numrl.com/cmm09
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