29 de agosto de 2013

Cómo mi marido lo hizo bien

En la salud y en la enfermedad…
y ¿en la búsqueda y el reencuentro?

“Pensé que habías enviado esas cosas hace meses”. Me volví a ver a mi esposo a mi lado en el ordenador. Estaba en medio de una pila de páginas fotocopiadas que contenían la clave para encontrar a mi familia de origen y conocerla. 
Amanda
www.declassifiedadoptee.com en http://adoptantis.org/
Me encogí de hombros. Acababa de dar a luz a mi primer hijo, y había dejado mi trabajo para cuidar de él. No podía justificar el gasto de cerca de $400 en algo que me parecía que era sólo en mi beneficio. He intentado arduamente explicarme cómo me estaba haciendo sentir este proceso ¿Podía gastarme este dinero en mí misma y abrir este mundo de incógnitas? ”Sí se puede”, dijo. “¿Qué beneficios le traería a esta familia?” Ese día hice el cheque y envié el formulario al mediador ¿Qué fue lo que me hizo caminar hasta el buzón ese día y poner ese sobre especial dentro?
He escrito sobre los diferentes motivos que me llevaron a participar en el proceso de búsqueda de mi familia de origen. Fue un susto médico lo que ayudó a darme cuenta de que el conocimiento de mis raíces biológicas era importante para mí. Estaba dando a luz a mi primer hijo y mirándole a los ojos –los ojos de la primera relación genética que jamás había conocido-. Estaba reuniendo el coraje para hablar de mis deseos de búsqueda con los amigos, la familia y mis padres y buscar su apoyo. Sin embargo, nunca he escrito sobre el catalizador, el impulso específico que me hizo enviar los formularios al mediador después de tenerlos durante meses y deseando este encuentro durante años. Fue mi marido. Yo ya había tenido su apoyo en la búsqueda. En este momento, me dio el don inestimable de hacerme saber que él realmente entendía por qué tenía que buscar.
Una de las preguntas más frecuentes que recibo sobre el reencuentro no proviene de las personas adoptadas, sino de sus cónyuges. Las parejas de los adoptados quieren saber cómo apoyar mejor a su esposo o esposa, a través del proceso de búsqueda y reunión. Tratan de comprender, y a menudo están desconcertados por el cambio que perciben en sus cónyuges sobre su propia adopción. Muchas de nuestras parejas tratan de comprender el cambio que se produce entre vivir sin tener contacto con nuestras familias de origen y de repente ser vencidos por la emoción una vez que se toma la decisión de la búsqueda. Quieren respuestas, y ellos también quieren ayuda. Esto es lo que me gustó de mi marido durante mi búsqueda.
Comprendió que no podía hacer esto por mí. Reencontrar es ampliar conexiones, pero puede hacernos sentir solos. Podemos estar rodeados de amor y apoyo, pero algunas partes de este proceso, por su propia naturaleza las tenemos que  hacer solos. Buscar a veces se puede hacer por nosotros. Pero muchas veces somos nosotros los que debemos trabajar directamente con el mediador (sí, debemos usar uno) o tener acceso a nuestra información. Reunirnos con nuestra familia, establecer una relación y mantenerla no se puede hacer por nosotros. Tenemos que participar activamente en estas relaciones. Mi marido me hizo compañía a través de este viaje. Caminamos codo a codo a través de este proceso como compañeros que en la vida acostumbran a hacerlo así en todo. Reconoció cuando me sentía sola.
Él no trató de solucionarlo todo. Cuando la gente viene a nosotros con un problema, a veces, nuestra primera reacción es tratar de encontrar una solución rápida. Esto, lamentablemente, significa que no siempre escuchamos. Si lo hiciéramos, podríamos saber qué soluciones han intentado ya –o que tal vez no hay solución-, y sólo quieren que alguien les escuche. Mi marido es un “solucionador”. A través de mi proceso de búsqueda, rápidamente se dio cuenta que no había ninguna solución a mis altibajos en este juego de “esperando encontrar a mi familia”. No había nada que pudiera hacer para que el proceso fuera más rápido o para influir en el resultado de lo que la respuesta podría generar en el otro lado. Situaciones que hacían que el proceso de búsqueda estuviera totalmente fuera de su control.  Así aprendió a escuchar. Realmente escuchar. Y a veces no decir nada más que “lo siento. Sé que esto es duro. ¿Quieres un abrazo?”
Cuando uno se coloca en el modo “solucionar”, puede hacer que su ser querido se sienta como que no tiene derecho a hablar acerca de sus sentimientos si no hay solución. Incluso entregar de forma automática a una persona que llora un kleenex  es enviarle el mensaje de que tiene que terminar su llanto. Hay que renunciar a la compulsión del kleenex y sólo ofrecer el hombro en su lugar. A veces la gente sólo tiene que tener una buena llorera.
Lo convirtió en su tema también. Uno de los mayores obstáculos para el reencuentro, para mí,  era la idea de que iba a ser una carga para los demás. Esto es especialmente cierto para las mujeres que tienden a tomar decisiones por sí mismas en base a lo que otros necesitan. Yo era la madre de un recién nacido y, por primera vez en mi vida, no aportaba ningún ingreso al hogar. El proceso de mediación cuesta alrededor de $400. Yo también ahora estaba necesitando el apoyo emocional que rodea a la adopción, mientras que antes nunca había pedido nada. En lugar de ver esto como algo que hacía drenar la energía de nuestra familia, mi marido lo tomó como algo que fortalecía nuestra familia porque satisfacía una necesidad que yo, como miembro de la familia, tenía. Cuando te embarcas en algo tan desconocido, hay una inquietud sobre la necesidad de que todo salga perfecto o de lo contrario alguien podría decir: “Mira, ¿no podía simplemente haberlo dejado en paz?”. Mi marido entendió fácilmente que este proceso de búsqueda era la mejor manera que tenía para conectar con mis raíces y nada de esto estaba bajo mi control. Incluso si el resultado hubiera sido malo (que no lo fue), como el rechazo o no encontrar a mi familia, nunca hubo un inevitable “te lo dije” viniendo de él.
Escuchó y aprendió. No es broma, una vez presencié cómo mi marido informaba a dos personas sobre la adopción en su Estado, cuando escuchó que decían algo que él sabía que era incorrecto. Mi mandíbula cayó al suelo. Cuando le pregunté cómo lo sabía, respondió “materia-de-hecho” y que había estado hablando de ello en la cena hacía unas semanas. Hacer políticas de adopción sanas ha sido algo que me he vuelto muy apasionada. No tenía idea de que estaba escuchando  mis intereses con tanta profundidad. Me hizo saber que él realmente se preocupa por las cosas que me impactan y que son importantes para mí.
A veces las cosas que la gente quiere que sepamos acerca de ellos no se enmarcan dentro de una conversación. Cosas que tuvieron el coraje de revelar cuando terminaba una conversación, cuando el adoptado se dirigía a la puerta para salir de la habitación o de modo informal durante el día, las parejas entienden que cualquier cosa que digan  sus compañeros acerca de su adopción, aún si no se enmarca en una conversación formal, podría ser algo muy importante que escuchar.
Recordó. Él no revisaba el buzón todos los días con entusiasmo esperando una noticia del mediador sobre mi búsqueda, como yo. Mi búsqueda fue un proceso de siete meses, que parece mucho, pero en realidad es relativamente corto en el mundo del reencuentro. Sin embargo, la espera resultó insoportable. Mi marido se acordó de preguntarme, todos los días, qué había encontrado en el buzón. Incluso en los días en que yo acababa de responder al mediador y sabíamos que no iba a recibir respuesta  por un tiempo, aún preguntó. Trató de encontrar cosas reconfortantes que decir acerca del por qué se tarda tanto en tener noticias del mediador. Reconoció que los viajes al buzón todos los días ya no eran un proceso rutinario de la vida cotidiana, sino que era un acto consciente que realicé cada vez que levanté esa tapa de metal y miré dentro.
Me validó. Para algunas personas adoptadas, el embarcarse en el proceso de búsqueda es la primera vez que realmente empiezan a ampliar su red de personas con las que hablan sobre su adopción. Puede ser por la búsqueda de apoyo, tratando de informar a los demás, o haciendo saber a las personas cercanas que puede haber nuevas personas que se incorporen a su vida en un futuro próximo. Cuando la adopción empieza a formar parte de la conversación, se hacen preguntas. Hubo momentos donde la gente evitó hacerme alguna pregunta  prefiriendo interrogar a mi marido, suponiendo que les daría la razón en sus ideas y planteamientos sobre mi situación si yo no estaba presente para escuchar lo que decían. No lo hizo. Mi marido tuvo un papel clave en mi sistema de apoyo mediante la lucha contra la desinformación. Validó mis pertenencias familiares, y no permitió comentarios fuera de lugar acerca de mi posición sobre la adopción.
Se abrazó a mi realidad. Mi marido se crió en un hogar con una madre, un padre y una hermana. Están conectados por todos los lazos que tienden a considerarse como “familia” –biología, derecho, emoción, vínculo- y sus padres han estado casados durante 40 años. Abrazó el hecho de que mi situación familiar es diferente. Algunas personas con experiencia de familia tradicional consideran la integración de las dos familias como una carga –más lazos para mantener-. Mi marido vio rápidamente las fortalezas y desafíos de tener una gran familia con más de dos padres. Sacó de su experiencia el tener abuelos que se casaron y se divorciaron en varias ocasiones, dándole más abuelos que los que sus compañeros tenían, para entender por qué mis  raíces eran tan importantes para mí. Buscó la manera de empatizar y normalizar mi experiencia.
Creo que uno de los mayores retos para nuestras parejas está en vernos pasar de estar bien a sentirnos muy emocionados, una vez que hemos decidido iniciar  el proceso de búsqueda. Ellos quieren saber cuál es la diferencia cuando, para ellos, nada ha cambiado. Para el adoptado, todo ha cambiado. El cambio es pasar de la idea de la  búsqueda a realmente participar en la búsqueda, del “esto puede esperar” a “se acerca.” Esperar  lo que llegará como respuesta a nuestra participación en la búsqueda puede resultar abrumador.
Para mí, una de las partes más difíciles del cambio de “esto puede esperar” a “ya  se acerca” fue explicar a mi esposo el cambio emocional del que fue testigo. Pasé del  no saber sobre mi familia biológica, como una parte cotidiana de mi vida, a un estado en que esta realidad era una parte presente y urgente de mi vida. Y esto requería un cambio emocional también suyo. Tenía que decidir si iba a ignorar el proceso, rechazar el proceso, o sentarse junto a mí en la búsqueda y el reencuentro.
¿Y este misterioso cambio emocional? La diferencia entre “no puede esperar” y “ya se acerca” es la gran experiencia de la anticipación. La anticipación obliga a enfrentarse con todo lo que alguna vez uno se ha preguntado acerca de su familia de origen y que pronto se podrá tener más claro. O, alternativamente, enfrentarse al hecho de que no vas a encontrar nada y que nunca tendrás las respuestas que buscas. Al mantenernos en un estado de no saber y no buscar, tenemos control sobre el resultado –no recibiremos nada-. No nos enfrentaremos a nada. Ninguna de nuestras ideas preconcebidas acerca de la adopción o de la familia va a ser impugnada y se puede mantener lo que uno sabe y acepta en este momento de la vida. El simple acto de colocar un formulario en un buzón es un acto audaz de ceder el control, en un intento de lograr algo que sientes puede ser mejor.
No podemos ignorar la dificultad para controlar lo que la respuesta traerá por el correo, a través del mediador, o por teléfono al llegar al final del proceso de búsqueda y reencuentro. Tengo la suerte de haber sido acogida y aceptada, no todas las personas adoptadas tienen esta experiencia. Nuestros esposos dan testimonio del cambio entre “esto puede esperar” a “ya llegó” y tratan de encontrar una manera de apoyo frente a lo desconocido. En realidad no hay ecuación mágica para ser un buen esposo durante el proceso de búsqueda y el reencuentro de un adulto adoptado. Se trata simplemente de hacer lo que hacen los compañeros de la vida el uno al otro cada uno y todos los días, mientras que puedan reconocer que éste es un momento en la vida del adoptado en que puede necesitar la presencia y preocupación de su cónyuge, ahora más que nunca. Ellos nos apoyan a través de los altibajos de la espera. Y comparten con nosotros la información que recibimos y las relaciones que restauramos. Y, por desgracia, los cónyuges de las personas adoptadas tienen que compartir el dolor del adoptado y ayudar a recoger los pedazos en los casos en que “lo que viene” no es lo que se esperaba.


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