¿aliados o enemigos?
Las nuevas tecnologías se masifican cada
día, facilitando el
acceso de niños y jóvenes a Internet y redes sociales. Esta nueva realidad
también implica riesgos que se pueden minimizar, a través de la incorporación
de ciertos criterios para su uso y en un adecuado entorno familiar.
Llega el diario de fin de semana y su peso nos
anuncia que además de información, viene cargado de catálogos. La cantidad de
publicidad destinada a los nuevos tablets, stmartphones, notebooks, netbooks y
computadores, son sólo una muestra de cómo el vertiginoso mundo de la
tecnología aumenta, crece, se desarrolla, cambia, mete sus tentáculos en
nuestros hogares y de paso, comienza a generar una nueva “necesidad”. Eso se
percibe cuando los niños, apenas alcanzando una edad de dos dígitos, empiezan a
pedir con urgencia un teléfono, a soñar con un netbook y qué decir de los
tablets. Verdaderos objetos de deseo que conquistan y hasta, algunas veces,
atrapan. Y el medio poco ayuda cuando los padres se dan cuenta que el argumento
de “aún no, eres muy chico. Eso no es para niños de tu edad”, comienza a
desinflarse, porque más de algún compañero de curso ya es el flamante portador de
la última curiosidad tecnológica.
Esta facilidad que hoy existe para tener acceso a
Internet y a las redes sociales puede ser una verdadera ayuda, como por
ejemplo, a la hora de buscar información o mantener la comunicación con
familiares que están lejos. Pero también significa una fuente de peligros, y
así lo constata el surgimiento de nuevos conceptos, que toman cada vez más
fuerza y notoriedad: cyberbullying,
grooming, sexting o simplemente, adicción a Internet.
A estas alturas, nadar contra la corriente y prohibir
el uso de estas tecnologías, parece no ser la solución más efectiva. A la hora
de asumir estas nuevas herramientas tecnológicas en el hogar y para la familia,
más vale tener claridad respecto de los peligros, asumir algunas
recomendaciones, adoptar normas y fomentar un estilo de familia que permita
minimizar los riesgos. Para esto, Max Moller, psicólogo experto en adicciones a
las nuevas tecnologías, y Fundación Queveo, que promueve la conciencia digital,
entregan algunas orientaciones para que el uso de Internet y las redes sociales
constituyan un apoyo y no un peligro para los hijos.
Los padres deben
involucrarse
Para Max Moller, los clásicos filtros hoy ya no son
suficientes y el enfoque debiera estar centrado en hacer un acompañamiento a
los niños y adolescentes en su deambular por este mundo virtual. “Lo más
aconsejable es generar la comunicación y confianza que propicie una relación
sana. Por ejemplo, si el hijo va a tener una cuenta en Facebook, tiene que ser
con los padres como acompañantes. Cuando hay suficiente confianza, el hijo
entiende que lo comparte con sus padres más que tomárselo como un control
impuesto. Esto debe partir desde la niñez y respecto de Facebook, por ejemplo,
desde que abre una cuenta por primera vez”. Moller puntualiza que a los doce
años, los adolescentes son mucho más abiertos en relación con el tema que a los
16, cuando ya han abierto una cuenta por medios propios y sin consultarle a
nadie. Que a esas alturas los padres les pidan acceso, será considerado más
bien una violación de su intimidad, que un acto de preocupación genuino en la
protección del hijo.
En Fundación Queveo, también apuntan a la formación
de competencias en los niños, como el juicio crítico, la capacidad reflexiva y la
adquisición de valores que les permitan ir alcanzando autonomía y toma de
decisiones más complejas, que trascienden la simple receta o el control
externo. Francisca Maira, Directora de Educación de la Fundación Queveo ,
reconoce que la naturaleza “móvil” de los nuevos dispositivos como celulares y
tablets, plantean una nueva realidad difícil de supervisar. Es posible tomar
algunas medidas alternativas, entre las cuales se cuenta, por ejemplo, disponer
de un lugar en la casa donde todos dejen sus celulares a la hora de comer y en
silencio, o privilegiar los espacios familiares para instalar allí televisores,
computadores, consolas, que inviten a actividades compartidas y donde el consumo de medios sea conversado y,
desde luego, encauzado.
En el caso de Facebook, Maira agrega que a los padres se les recomienda
tener un perfilen que tengan
agregados como amigos a sus hijos,
que revisen uno por uno a las personas que pueden relacionarse con ellos a
través de esta red social. Del mismo modo aconseja que, en la casa, el
computador esté en un espacio común. Si bien ahora los adolescentes pueden
tener Internet en sus celulares, esta medida ayudará a formar en los niños la
llamada "autorregulación". También, aconseja que Internet no se
cruce con todas las actividades del hogar, entendiendo así que debe
existir un tiempo para cada cosa y que no es una buena decisión, por
ejemplo, hablar por Whatsapp mientras se almuerza. Internet debe
estar supeditado a un tiempo específico y no debe convertirse en un
elemento "omnisciente".
Cómo prevenir
Max Moller ve muchos casos de adicciones a Internet y las redes sociales
en su consulta, los que asocia directamente con la falta de comunicación en las
familias. “Existe un tipo de familia en que claramente se ve, por ejemplo, que
los padres no saben en qué están sus hijos. Clásico es cuando se llega a esas
casas y se pregunta por los jóvenes y ellos están encerrados en sus piezas. No
saben qué están haciendo sus hijos. Si es un computador estacionario lo que
tiene esa familia, debe estar en un lugar común. Si tiene notebook, acostumbrar
a los hijos a estar con la puerta de su dormitorio abierta”.
Pero además de estas recomendaciones directamente relacionadas con los
dispositivos y el acceso a Internet y las redes sociales, Moller sostiene que
es fundamental ver cómo la familia incentiva otras actividades; deportivas,
sociales, de pertenencia a grupos de scout o iglesia, y de tener una política
inclusiva y de puertas abiertas del hogar, en relación con los amigos de los
hijos, para evitar que sientan que el espacio para desarrollarse socialmente
tiene que estar en otros lados, fuera de la casa.
Fundación Queveo recomienda medidas que apuntan a
lo mismo. “Los padres deben acompañar a sus hijos mientras navegan. Una medida
concreta es disponer los aparatos en espacios comunes, esto es, zonas de paso
como sala de estar, living, comedor o incluso pasillo, en detrimento de los
dormitorios de los niños. En su defecto, si el hogar no cuenta con el espacio
adecuado, pudiesen ubicarse en el dormitorio de los padres. Además, sugerimos
que las pantallas de los monitores estén siempre giradas en dirección a la zona
de tránsito, puesto que si un niño o niña es acosado de alguna manera a través
de Internet, para el adulto es más fácil supervisar los contenidos a los que
accede y las rutas de navegación que va generando. Asimismo, es importante que
como padres estemos plenamente conscientes que si nuestros hijos son usuarios
de redes sociales, configuren su cuenta con un nivel de privacidad alto, a fin
de evitar el contacto de desconocidos y el acceso inadecuado a sus contenidos. Éstas
serían medidas concretas que podríamos considerar, además de otras más técnicas
como los sistemas de filtro o controles parentales”, explica Francisca Maira.
Agrega que es importante que los padres se
involucren en Facebook y en las redes sociales donde están sus hijos. Hay casos
policiales donde se han descubierto sujetos que simularon ser (con fotos
incluidas) los amigos o compañeros de colegio, haciendo creer a los niños que realmente
eran ellos, para ser aceptados entre sus contactos. Hay una dinámica que sólo
se aprende al tener un perfil y, sin duda, al tenerlo se puede evitar un
sinnúmero de problemas. Aunque siempre se está expuesto a que haya situaciones
complicadas, el peligro decrecerá sólo cuando el adulto se involucre en lo que
hace su hijo.
Señales de
alerta
Es importante estar alerta ante conductas que
escapen a la normalidad y que puedan constituir síntomas de alguna situación
más grave, señala Francisca Maira. “Si se muestra retraído, si le cuesta
conciliar el sueño o, también, si manifiesta una abierta ansiedad de conexión
cuando está lejos de los dispositivos… Todo ello debiese animarnos a dialogar,
a involucrarnos en la situación, a conocer qué sitios visita y cuál es su
comportamiento digital regular”.
Max Moller, en tanto, advierte que no necesariamente
la cantidad de tiempo que se pasa frente al computador está relacionado con la
existencia de un problema. “Lo es cuando el adolescente empieza a abstraerse de
sus relaciones y actividades sociales. Cuando afecta el desarrollo de su vida
normal”. Y agrega que el perfil de personalidad más vulnerable a este tipo de
situaciones es aquel asociado a la timidez con cierta dificultad para
socializar. Esa dificultad para entrar
en contacto real con las personas, puede generar un abuso en el uso del
computador o Internet, como medio de compensación.
Fundación Queveo comparte el criterio anterior.
“Ciertos problemas de autoestima, la falta de autorregulación y de comprensión
del otro, una deficiente adquisición de competencias socioemocionales, tanto de
discernimiento moral como de relación interpersonal, entre otras, podría
gatillar diversas formas de violencia online, en las que se establece una relación
de poder entre víctima y victimario. Así, la falta de empatía y una pobre
comprensión del otro y sus circunstancias, podría llevarnos a una forma de ciberbullying o ciberacoso. O la falta
de discernimiento moral podría acarrear decisiones erradas en las que la
responsabilidad no está presente, como por ejemplo, enviar imágenes eróticas a
sus pares, considerado como un caso de sexting”,
enfatiza Maira.
La ausencia de orientación parental, así como
pertenecer a familias que presentan factores de riesgo, como violencia entre
los padres, maltrato a los hijos o abuso de alcohol, son realidades que pueden
desembocar en una adicción de cualquier tipo, entre las que se cuenta Internet.
Tanto niños como adolescentes se sienten "acogidos" en la red, que pueden
tener "amigos" y sociabilizar, que pueden expresar libremente sus
emociones y sentimientos. Sienten que tienen la oportunidad de ser lo que no
pueden llegar a ser en la "realidad", en el cara a cara, y tener una
"vida casi perfecta", de modo que Internet se transforma en una
herramienta que los ayuda a evadir sus situaciones problemáticas.
También, la ausencia de regulación y el dejar de
hacer otras actividades por usar Internet, puede terminar en una adicción
motivada por la inercia inicial a sólo querer "estar conectado en
casa". De ello deriva la importancia que los niños sean impulsados y
animados a hacer deportes, a jugar en el barrio, a salir a comprar a la esquina
y actividades similares.
Las
precauciones para los padres adoptivos
La facilidad que hoy Internet ofrece en la búsqueda
de información y datos, es una herramienta que muchos padres adoptivos también
ven como arma de doble filo, al dar la posibilidad a niños y
adolescentes de encontrar y contactar a un progenitor o familiar relacionado
con su historia de origen, por el sólo hecho de contar con información tan
básica como su nombre y apellido.
¿Cómo manejar esta situación? De acuerdo a Fundación
Queveo, se deben evitar situaciones de riesgo. Como primera recomendación, los
padres adoptivos deben tomar las medidas descritas acerca del manejo compartido
de Internet y las redes sociales. “Entendiendo que lo más importante es que el niño
desarrolle la autorregulación y, con el tiempo, pueda darse cuenta de qué es
bueno y qué es inconveniente para él. El involucramiento de sus padres ayuda a
evitar la curiosidad ansiosa del que siente que le ocultan algo, no teniendo la
urgencia de hacer lo que no le conviene. Es por ello que enfatizamos el
acompañamiento y la autorregulación”, enfatiza Maira.
La profesional recuerda que las redes sociales
están llenas de una diversidad de opciones, de todo tipo de búsquedas y con muy
variados propósitos. “En este sentido, la primera recomendación concreta que
podemos darle a los padres es conocer este mundo, entrar en su dinámica,
descubrir sus posibilidades. En segundo lugar, explorar las opciones de
privacidad de la red. En la era digital difícilmente vamos a poder optar por la
privacidad absoluta; nuestra opción, en cambio, es elegir el grado de
privacidad, esto es, hasta qué punto elegimos ser públicos. En tercer lugar,
les sugerimos a los padres ser amigos de sus hijos, pero amigos mudos y
criteriosos. Los problemas no se resuelven a través de las redes sociales, sino
cara a cara, por lo cual si veo cualquier conducta errada, me causan ciertas
sospechas algunos amigos virtuales o no apruebo los comentarios de mi hijo, la
conversación con él debe ser cara acara y no vía digital”.
Y agrega que, si bien un padre no puede impedir que
su hijo explore con una natural curiosidad, sí puede es hacerse cargo de sus
inquietudes, escucharlo, acogerlo e invitarlo a reflexionar sobre qué espera
encontrar, cuál es la necesidad que quiere satisfacer y, lo más importante,
acompañarlo para que descubra por sí mismo si está preparado y si es el momento
adecuado.
Para Fundación Queveo, si queremos
promover un uso seguro a nivel familiar de las redes sociales e Internet,
debemos apuntar a la formación de competencias o comportamientos digitales
responsables. “Como fundación, validamos instancias de alfabetización y
educación digital para padres, quienes muchas veces buscan recetas o consejos
prácticos para enfrentarse a las tecnologías o a sus hijos, pero nuestra mayor
responsabilidad es abrir instancias de reflexión y diálogo entre padres e hijos,
apuntar a la formación humana y relevar ciertos valores clave, tales como la
intimidad, la responsabilidad, la identidad, la integridad o la autonomía,
introduciéndolos como discurso y praxis permanente con nuestros hijos. De este
modo, si consideramos por ejemplo la integridad como la coherencia entre
nuestro decir, pensar, sentir y hacer, y aborrecemos que nuestros hijos estén
todo el día conectados, no podemos contestar el celular mientras estamos
sentados a la mesa o ponernos a revisar el estado de Facebook mientras nuestro
hijo nos habla a la cara, porque lo que estaríamos enseñando con el ejemplo es,
precisamente, a no ser íntegros”.Porque los padres son el principal modelo del
que los hijos aprenden.
Cita normas A.P.A.:
Siredey, Verónica (2013). Redes sociales e Internet ¿aliados o
enemigos?. Adopción y Familia, 9, 12-15
URL
Abreviada: http://numrl.com/rsi09
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