Carmen Posadas
Una mañana como
otra cualquiera el cartero dejó en la granja un paquete. Todos los animales
querían saber lo que era. Se pusieron todos alrededor de Perro, que era el
guardián de la granja, para abrirlo. ¡Era un huevo! Un huevo muy raro con
manchitas pardas. Nadie quiso hacerse cargo de él, así que Perro se encargó de
cuidar y dar calor a ese huevo tan raro. Un buen día nació la nueva ave. Era un
animalillo pequeño y extraño, con patas de gallina, pico de colibrí y un
cuerpecillo gris cubierto de gruesas cerdas. La noticia pronto se extendió por
toda la comarca y los animales de los alrededores iban a verlo. Un día llegó
una golondrina que les dijo que aquello era un kiwi, un animal que vive en un
país muy lejano. Seguro que en cuanto se conociera la noticia del kiwi en
aquella granja, se haría famoso. Y atraídos por la fama, todos los animales de
la granja querían ocuparse de él. Pero Perro se negó. Él era el padre del kiwi
y lo quería de verdad, se hiciera famoso o no.
El amor
incondicional es el eje de esta historia, aquel que no proviene del vínculo
sanguíneo, sino del compromiso con otro que necesita de atención, cuidado,
cariño y aceptación. La pertenencia está dada por el cariño que une a las
personas, por el amor que es para siempre, incondicional. “Papá Perro te querrá
siempre igual”.
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