¿Dónde
estabas, mi amor?
Las leyes del país y las circunstancias de la vida, en este momento en nuestra sociedad, hace que los niños demoren en llegar a sus hogares adoptivos. Este período influye fuertemente en su manera de ver la vida.
El
tiempo que un niño no está con sus padres, es un abandono.Estudios dicen que lo
que más importa no es tanto la longitud del período en que el niño no está con
su familia definitiva, sino la calidad del apego que logra establecer en ese
tiempo y la calidad del cuidado y del afecto que reciba.
El
abandono puede comenzar en el útero, las mujeres que no se contactan
afectivamente con el feto que llevan en su interior lo están abandonando, lo
mismo que las que no se cuidan o que se fajan fuertemente para disimular el
embarazo.El no permitir que un feto, un niño, no se mueva libremente en el
vientre, es una forma de tortura, un maltrato,y va a influir, como muchas otras
variables, en su posterior desarrollo.
El
abandono “in útero” es precoz y hace mucho daño.Todo lo que conforma la
experiencia vivida antes de llegar a su familia definitiva, ya sea con una
familia de acogida, en un hogar de menores o con la familia biológica, forma
parte del disco duro del niño, y lo predispone tanto a buenas como malas
reacciones.Todos los seres humanos necesitamos ser cuidados, queridos, “apapachados”
desde que nacemos y, cuando recibimos este amor, somos capaces de querernos
nosotros mismos, de ser seguros de quienes somos, de vivir la niñez sin miedos,
la adolescencia con los normales altibajos que esa etapa se da en todos los
seres humanos, para llegar a ser adultos sanos psicológicamente, capaces de
aprender, amar y trabajar.
Es
importante tener en cuenta que el abandono sufrido, el niño lo sabe
inconscientemente al principio y cognitivamente después. Ello hace que el niño
pase una etapa en la que tiene mucha rabia, dirigida esencialmente a la
progenitora, que al no estar presente, es reemplazada por la madre adoptiva, la
que lo recibe.Dicen que el saber algo, soluciona la mitad del problema.No
carguemos con culpas innecesarias.
Los
estudios dicen también que cuando un niño logra apego con una figura cuidadora,
tiene mejores posibilidades de establecer un buen apego con sus padres
adoptivos.El no logro de éste, dificulta la experiencia posterior de apego con
una figura definitiva, pero ello no lo hace imposible.
El
no ser deseado es otra variable que pesa en los seres humanos. La gran mayoría
de los niños que no fueron deseados, tiene problemas posteriormente, ya que es
un mito que el feto no se da cuenta de nada. El problema es que capta todo pero
sin lenguaje, sólo como sentimientos y emociones.Por eso mismo les cuesta
posteriormente librarse de este peso, y esto va tanto para los niños biológicos
como los adoptivos.Es comprensible considerar la posibilidad que quienes son entregados
en adopción no fueron niños deseados, no es posibleque la mujer quiera vivir un
embarazo si sabe que no puede hacerse cargo del hijoy, por lo tanto, el embarazo
es vivido como un problema.
El
mal trato y la fuerza del abandono van a pesar en la vida de la familia
adoptiva, así como lo harán los buenos tratos, el apego anterior y el cuidado y
amor que reciban.Por eso recomiendo a los padres adoptivos comprar un frasco
bien grande de paciencia, para ayudar al hijo a sobreponerse del peso de lo
vivido y hacer que la experiencia del amor que recibirá lo ayude a
sobreponerse.
La
respuesta a la pregunta “¿Dónde estabas, amor mío?”, será: “donde quiera que
hayas estado, comienza para nosotros, para ti y tus padres, un período de amor,
de cuidado, de felicidad, que ayudará a atenuar los dolores del pasado, tuyos y
nuestros”.
Cita normas
A.P.A.:
Hermosilla, Marta (2014). ¿Dónde estabas, mi amor?. Adopción y Familia, 10, 19
URL
Abreviada: http://numrl.com/mhe10
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