3 de octubre de 2014

Ps. Marta Hermosilla










¿Dónde estabas, mi amor?

Hay un período de la vida que pesa fuertemente en la psiquis del hijo adoptado y de alguna manera afecta y determina sus relaciones y la vida con sus padres, aunque no es lo único que importa.
Las leyes del país y las circunstancias de la vida, en este momento en nuestra sociedad, hace que los niños demoren en llegar a sus hogares adoptivos. Este período influye fuertemente en su manera de ver la vida.
El tiempo que un niño no está con sus padres, es un abandono.Estudios dicen que lo que más importa no es tanto la longitud del período en que el niño no está con su familia definitiva, sino la calidad del apego que logra establecer en ese tiempo y la calidad del cuidado y del afecto que reciba.
El abandono puede comenzar en el útero, las mujeres que no se contactan afectivamente con el feto que llevan en su interior lo están abandonando, lo mismo que las que no se cuidan o que se fajan fuertemente para disimular el embarazo.El no permitir que un feto, un niño, no se mueva libremente en el vientre, es una forma de tortura, un maltrato,y va a influir, como muchas otras variables, en su posterior desarrollo.
El abandono “in útero” es precoz y hace mucho daño.Todo lo que conforma la experiencia vivida antes de llegar a su familia definitiva, ya sea con una familia de acogida, en un hogar de menores o con la familia biológica, forma parte del disco duro del niño, y lo predispone tanto a buenas como malas reacciones.Todos los seres humanos necesitamos ser cuidados, queridos, “apapachados” desde que nacemos y, cuando recibimos este amor, somos capaces de querernos nosotros mismos, de ser seguros de quienes somos, de vivir la niñez sin miedos, la adolescencia con los normales altibajos que esa etapa se da en todos los seres humanos, para llegar a ser adultos sanos psicológicamente, capaces de aprender, amar y trabajar.
Es importante tener en cuenta que el abandono sufrido, el niño lo sabe inconscientemente al principio y cognitivamente después. Ello hace que el niño pase una etapa en la que tiene mucha rabia, dirigida esencialmente a la progenitora, que al no estar presente, es reemplazada por la madre adoptiva, la que lo recibe.Dicen que el saber algo, soluciona la mitad del problema.No carguemos con culpas innecesarias.
Los estudios dicen también que cuando un niño logra apego con una figura cuidadora, tiene mejores posibilidades de establecer un buen apego con sus padres adoptivos.El no logro de éste, dificulta la experiencia posterior de apego con una figura definitiva, pero ello no lo hace imposible.
El no ser deseado es otra variable que pesa en los seres humanos. La gran mayoría de los niños que no fueron deseados, tiene problemas posteriormente, ya que es un mito que el feto no se da cuenta de nada. El problema es que capta todo pero sin lenguaje, sólo como sentimientos y emociones.Por eso mismo les cuesta posteriormente librarse de este peso, y esto va tanto para los niños biológicos como los adoptivos.Es comprensible considerar la posibilidad que quienes son entregados en adopción no fueron niños deseados, no es posibleque la mujer quiera vivir un embarazo si sabe que no puede hacerse cargo del hijoy, por lo tanto, el embarazo es vivido como un problema.
El mal trato y la fuerza del abandono van a pesar en la vida de la familia adoptiva, así como lo harán los buenos tratos, el apego anterior y el cuidado y amor que reciban.Por eso recomiendo a los padres adoptivos comprar un frasco bien grande de paciencia, para ayudar al hijo a sobreponerse del peso de lo vivido y hacer que la experiencia del amor que recibirá lo ayude a sobreponerse.
La respuesta a la pregunta “¿Dónde estabas, amor mío?”, será: “donde quiera que hayas estado, comienza para nosotros, para ti y tus padres, un período de amor, de cuidado, de felicidad, que ayudará a atenuar los dolores del pasado, tuyos y nuestros”.
Cita normas A.P.A.:
Hermosilla, Marta (2014). ¿Dónde estabas, mi amor?Adopción y Familia, 10, 19
URL Abreviada: http://numrl.com/mhe10

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