“A mí se me
olvida que la Camila
es adoptada”
¿Cómo vivir una evaluación de
parentalidad cuando ya se es padre? ¿Cómo se manejan los tiempos de espera de
un hijo, si antes eran nueve meses y ahora es indefinido? ¿Cuánto se involucra
el entorno más cercano cuando se decide ampliar la familia, pero esta vez por
la vía de la adopción? Este es el testimonio de Elena y Carlos, quienes
tuvieron tres hijos hombres, adoptaron a una niña, Camila, pensando que no
podrían tener más, y luego ella quedó embarazada de su quinta hija.
¿Adoptemos?
Elena: El menor de mis hijos tenía seis años cuando le dije a
Carlos que quería tener otra guagua, y a él también le pareció una buena idea. Yo
antes me quedaba embarazada súper fácil, pero me vino una hernia a la columna y
el doctor me dijo que, por favor, no tuviera más guaguas. Perdí dos guagüitas
entre medio, y bueno, estuvimos como cinco años viendo la posibilidad, pensándolo.
Carlos: Mi preocupación más fuerte eran los períodos en que caía Elena,
debido a las pérdidas que, a mí también me complicaban, pero en el trabajo yo
siempre tenía la posibilidad de ahogar los sentimientos, en cambio veía que Elena
caía en períodos muy complicados de depresión y teníamos tres niños que
necesitaban una mamá, pero ella no estaba funcionando bien. Para mí la pena se hacía
más corta, porque tenía que salir a flote para no ahogarnos los dos. Fue entonces
cuando dijimos que no queríamos seguir intentándolo.
Elena: Cuando yo estaba en cama y me mataba del dolor de espalda, me acuerdo que en las noticias estaban dando una nota sobre una guerra y mostraban que traían niños para darlos en adopción, y Carlos llega un día en la noche y me dice “¿por qué no traemos a uno de esos niños de allá?”. Y ahí empezamos a pensar en la posibilidad de adoptar.
Carlos: Yo creo que esos cinco años nos sirvieron. En ese tiempo tuvimos una experiencia en un hogar de niños, donde compartíamos con una chiquitita, se llamaba Blanquita y tenía un problema de salud tremendo. La apadrinamos, desafortunadamente ella murió en el hospital. Pero nos ayudó a nosotros a entender que tú a un niño lo puedes querer sin hacer distingo.
Eso también nos sirvió para
sondear a nuestra familia, porque también Blanquita les removió el piso a
todos. Fue un proceso en que al
final, cuando llegó Camila, te das cuenta que lo que realmente quieres es ser
papá.
Elena: Mis papás se pusieron medios “porfiaditos”, decían que no,
que nos iba a costar, que para qué. Entonces nosotros les dijimos que era nuestra
decisión, lo íbamos a hacer y punto. Si ellos no respondían, problema de ellos.
Y eso fue así hasta que llegó Camila y se les acabó todo. Mi mamá después me
dijo que había dicho eso porque tenía miedo de no quererla, que había
reaccionado así de puro susto. A veces no nos atrevemos a decir lo que sentimos
de verdad.
Carlos: Me empezó a llamar la atención el cambio en la dinámica
familiar, todos comenzaron a cambiar, como que empezaron a mirar la vida de una
manera diferente. Por ejemplo, a mi
suegro después de un año lo escuché decir “qué tonto fui yo de andarme
preocupando de estas cosas”. Las personas se fueron transformando y se fueron
dando cuenta en sí mismas que de repente la capacidad de amar no tiene límites,
y que estamos tan llenos de mitos y prejuicios.
Evaluándonos como padres
Elena: No nos sentimos cuestionados en nuestra habilidad de padres,
porque ¿cómo la Fundación
va a saber cómo soy yo como madre? Puedo tener tres, cinco o seis hijos, el
número no prueba nada. Nosotros lo tomamos como que así es el proceso y había
que hacerlo. Sólo me daba nervios no pasar la evaluación.
Carlos: Yo me sentí un poco preocupado de fallar. Pero encuentro
súper necesaria la evaluación, tiene que ser muy exhaustiva.
Elena: Yo, como soy enrollada, me sentía dando prueba. Trataba de
contestar todo bien, pero siempre siendo sincera. A mi marido, en cambio, lo
veía súper relajado.
A los niños les dije que los iban
a entrevistar, les expliqué que era para la postulación, para poder tener un
bebé. Pero no les dije: “hagan esto o digan lo otro”, no. Los llamamos un día y
les dijimos que estábamos pensando en adoptar. Les preguntamos ¿qué les parece?
Y dijeron, “en realidad nos gustaría que fuera un hermano biológico, pero si no
se puede, bienvenido sea”. Nunca hubo ningún rollo.
Carlos: Nunca en mi vida me hicieron una entrevista psicológica tan
completa. Quizás Elena estaba más ansiosa que yo, pero eso tiene que ver
también con los roles, con mis hijos biológicos yo hasta que no nacían no hacía
el enganche afectivo. Además, todos nuestros hijos tuvieron problemas para
nacer, con el tercero Elena tuvo que estar un mes en la clínica antes de
tenerlo. En ese tiempo, si tú me preguntabas, siendo frío, se pierde la guagua
o se pierde la mamá, no tenía por dónde perderme, obviamente quería que los dos
se salvaran, pero psicológicamente mi afectividad era con Elena. Pero cuando
nacían, ya de ahí cambiaba, inmediatamente comienza el apego.
Elena: Yo encontraba que estaba bien que nos evaluaran, porque
podemos tener hijos y ser bien rayados
igual, no tiene nada que ver. Cuando
tú tienes hijos biológicos nadie te evalúa, pero no quiere decir que los padres adoptivos no la embarren nunca
tampoco. Está bien que te evalúen, porque tienen que asegurarse que el niño
esté en lo posible en una familia que lo va a tratar bien.
Acostumbrados a los nueve meses de espera
Elena: Yo estaba ansiosa por ir a conocerla. Después, cuando pasamos todo el proceso, no hallaba la hora de ir a buscarla. Es distinto, porque no pasas por el proceso de estar hospitalizada. Esta espera es peor, es muy estresante. Carlos me invitó a viajar a Punta Cana, y yo decía “¿y si llega la guagüita en ese momento?”. Tuvimos que llamar ala Fundación y contarles
nuestra preocupación para viajar tranquilos. Esperamos diez meses, yo estaba
nerviosa cuando se cumplieron los nueve, la histeria máxima, no quería hacer
nada, estaba pendiente del teléfono. Es mucho más estresante porque tú sabes
que en el embarazo tu guagüita va a
nacer a los nueve meses, no vas a
esperar un año, sabes la fecha aproximada, en cambio acá no. Estaba todo el día
mordiéndome las uñas.
Elena: Yo estaba ansiosa por ir a conocerla. Después, cuando pasamos todo el proceso, no hallaba la hora de ir a buscarla. Es distinto, porque no pasas por el proceso de estar hospitalizada. Esta espera es peor, es muy estresante. Carlos me invitó a viajar a Punta Cana, y yo decía “¿y si llega la guagüita en ese momento?”. Tuvimos que llamar a
Carlos: En el embarazo, como existe esa fecha, estás más pendiente
de la programación, de la clínica, con quién dejar a los niños, etc. En este
caso era como un shock, porque te llaman un día y la cosa partió no más.
Elena: Estaba súper nerviosa, quería amarla al tiro, fue estresante
para mí eso. En cambio Carlos me dijo que para él fue lo mismo, ha sido siempre
igual, que se lo muestran y le dicen ”éste es tu hijo” y listo, y tiene que
aceptarlo. En realidad, tú a los hijos no los amas al tiro así como al tiro, te
gustan, es cierto, pero se va generando el vínculo con los días. Carlos me dijo
que me relajara porque yo estaba pegada al techo, lo único que quería era
quererla, quererla, quererla. Cuando me relajé, se empezaron dar las cosas súper bien.
Carlos: Cuando la tuve en brazos el primer día me miró y se rió,
como que se produjo un enganche al tiro.
Elena: Cuando llegó a la casa, mis otros hijos la estaban esperando
ahí en la puerta. Les sacamos una foto, se pusieron encima de mi cama y pusimos
a la guagua en medio y ellos tres mirándola, la tocaban súper entusiasmados. La
estaban esperando con bombos y platillos.
¡Sorpresa! Un nuevo embarazo
Elena: Cuando Camila tenía como un año y medio, le dije a Carlos que me daba lata que se quede sola con estos hermanos tan grandes, que son súper amorosos con ella, pero iba a quedar como volando. “Podríamos ver si adoptamos a otra niñita, a lo mejor podría ser más grande, no tendría por qué ser una guagua”. Entre que pensábamos que sí, que no, quedé embarazada.
Elena: Cuando Camila tenía como un año y medio, le dije a Carlos que me daba lata que se quede sola con estos hermanos tan grandes, que son súper amorosos con ella, pero iba a quedar como volando. “Podríamos ver si adoptamos a otra niñita, a lo mejor podría ser más grande, no tendría por qué ser una guagua”. Entre que pensábamos que sí, que no, quedé embarazada.
Carlos: Yo creo que éste fue el embarazo que viví más complicado,
por las experiencias anteriores, y porque empezó con los síntomas de pérdida.
Pero tenía más miedo en cómo iba a reaccionar Camila. Había visto películas de niños
adoptivos que habían tenido hermanos más chicos y que habían tenido muchos
celos, mucha frustración.
Elena: Cuando estaba embarazada, Camila un día me empezó a tocar la
guata y me preguntó, “¿así estaba yo también?” Y me dio una pena terrible. Ella
sabía que era adoptada, siempre le decíamos que la habíamos esperado acá en el
corazón. Así que le dije que había estado en la guatita de otra persona, y que
después la fuimos a buscar.
Como había perdido a otras
guaguas, me pasé casi todo el embarazo preocupada, poco menos que ni respiraba,
andaba todo el día pendiente, me cuidé muchísimo. La tuve a los 43 años más
encima, pero salió todo bien. Además, yo estaba convencida que iba a ser hombre
de nuevo, incluso esta vez no quise saber, le dije al doctor que esta vez quería
que sea sorpresa. Nació como un mes antes y era niña, Francisca, y ahí sí que
casi me muero de la emoción ¡una hermanita para ella!
Carlos: Camila no tuvo celos diferentes al resto de los niños, yo
creo que había minutos en que odiaba a Francisca y otros en que la amaba. Era
igual que con los otros hermanos, no noté que hubiera diferencia.
Elena: Los celos que tuvo fueron como el de todos los niños, de
hecho ellas se llevaron mejor de lo que se llevaron los tres hombres cuando
chicos, que peleaban todo el día. Ellas ahora más grandes han peleado más, pero
de chicas jugaban harto.
Carlos: Camila era una chica tan especial que Francisca un tiempo
quería ser adoptiva como ella.
Elena: Francisca se enteró como a los cinco años que Camila era
adoptada. Estábamos hablando de embarazos y le dije “te tengo que contar que
Camila, no estuvo en mi guata, nosotros la adoptamos”, y ahí le expliqué lo que
era eso, y no mostró mucho interés. Pero al otro día me dijo, “Oye, ¿cómo es
eso de ser adoptado?” y le volví a explicar y dijo “¡Ah, yo también quiero ser
adoptada!” porque su hermana era su ídolo, siempre quería hacer lo mismo que
ella.
La adopción desde una mirada más personal
Carlos: Yo particularmente nunca me había planteado la adopción y
hoy día, no te digo que soy un promotor, pero sí a muchas personas que están en
tratamiento de fertilidad les cuento sobre esta opción. Es un camino posible,
súper viable, y que los beneficiados siempre son los padres, es un regalo para
ti.
Elena: El tema de la adopción siempre ha sido abierto en la casa.
No cambió mucho la dinámica, en el fondo, Camila siempre ha sido un niño más,
no hubo nada distinto. Uno siempre tiene más cuidado en lo que puede decir,
pero en general todo es igual, a uno se le olvida.
Carlos: Yo creo que una de las cosas que nos ha servido, la clave
del éxito, es que Camila ha sido una hermana más de la familia, y como tal ha
tenido los beneficios, los pro y los contra de ser una más de esta familia. Le
tocaba reto a ella y a todos por igual cuando correspondía. Creo que en esta
mixtura, en el fondo, no fue ni más privilegiada ni menos. Lo que me pasa
siempre es que a mí se me olvida que Camila es adoptada.
Sobre la madre biológica
Elena: Pienso que fue valiente, no es algo fácil entregar a un
hijo en adopción. Yo la admiro porque optó por la vida y no se hizo un
aborto, y eso es súper valioso.
Carlos: Las personas que toman esa decisión tienen toda mi
admiración, porque hoy existen tantos caminos. La opción por la vida siempre
es la más valiosa.
Elena: A veces pienso que me encantaría que ella supiera que
Camila está tan bien. Que estuviera tranquila. Sería bueno que uno pudiera
escribir una carta, que la dejara tranquila que su hija está súper bien.
Sería bueno para ella, porque se debe acordar y le debe dar pena. No es algo
que se olvide, que se supere ni nada, tiene que aprender a vivir con eso.
Cuando Camila era chiquitita,
rezábamos juntas y yo le decía “pidamos por la señora que te tuvo en la
guatita, para que esté contenta, para que Dios la cuide”, y así siempre, poniéndonos en el lugar de ella.
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Cita normas A.P.A.:
Rocca, Ignacia (2012). La adopción en una familia con hijos biológicos. “A mí se me olvida que la Camila es adoptada” . Adopción y Familia, 8, 34-37
URL
Abreviada: http://numrl.com/fhb08
super linda la experiencia, saludos y bendiciones!!!
ResponderEliminarQue linda su historia.Sobretodo porque no esta adornada de frases sublimes. Linda porque se parece a la mia; mi esposo y yo tenemos dos niñas biologicas y hemos decidido ser familia acogedora, hemos aplicado hace 3 semanas y aun no recibimos comunicacion alguna. En la entrevista de aplicacion mi esposo, al igual qu el tuyo, super relajado; nada lo agita, pero yo mas nerviosa que nunca..obsesionada con el tema y leyendo todos los blogs del mundo; pero me quedo con los que mencionas "me comence a relajar y todo comenzo a fuir"; bendiciones para tu hogar.
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